Texto para el Observatorio del jueves 29 de septiembre


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Estimados amigos y simpatizantes de la Nación:

Sin lugar a dudas, por encima incluso del fallido intento de investidura de Mariano Rajoy a finales del mes pasado y comienzos del presente, que no puede considerarse más que una prueba clara de que la democracia española no es capaz de salir del bloqueo en el que se encuentra sometida desde el pasado mes de diciembre de 2015, el tema estrella de este retorno a la actividad tras el período estival, son las recientes elecciones autonómicas celebradas en Galicia y País Vasco, hace apenas unos días, en las que se ha reflejado de algún modo la tendencia vivida durante lo que llevamos de año 2016.

Si la euforia de la denominada «nueva política» no paraba de subir durante el pasado año 2015, en este año en curso sus expectativas se han visto sensiblemente rebajadas, ya en las elecciones generales repetidas del 26 J, y también en estas dobles elecciones autonómicas, dejando paso a nuevamente a los partidos más tradicionales. Aunque, por otro lado, los respectivos triunfos electorales del PP y del PNV en Galicia y País Vasco no constituyan por sí mismos una noticia.

En Galicia, el Partido Popular, liderado por Alberto Núñez Feijoo, ha ganado con claridad, ostentando una poderosa mayoría absoluta. 41 escaños de 75 posibles no dejan lugar a dudas sobre cuál es la fuerza política hegemónica en esta comunidad autónoma. Entre los que ocuparán la oposición, destaca la irrupción de En Marea, la versión gallega de Podemos, que ha logrado 14 escaños, pese a que sus expectativas para estos comicios autonómicos eran mucho más elevadas; de hecho, sus mandatarios afirman que, de haberse prolongado la campaña electoral una semana más, habrían quedado al borde de la mayoría absoluta. Reflejo de cuáles eran sus objetivos en estas elecciones. No obstante, pueden presumir de haber logrado el que constituye el ya habitual «premio de consolación» para la formación morada: el haber conseguido el tan cacareado y pedante «sorpasso» al PSOE en votos, aunque lógicamente no en escaños.

Por su parte, el PSOE demuestra encontrarse cada vez más a la deriva, y suma otros 14 escaños, cuando fue no hace tanto la fuerza que, junto al BNG, presidió una legislatura Galicia. Esa misma secta separatista que formó el «bipartito» de 2005 a 2009, cierra el parlamento gallego acaparando los 6 escaños restantes.

Respecto a las consecuencias de semejante victoria, no nos cabe duda alguna de que la inmersión lingüística en gallego, practicada por los gobiernos de Fraga y el propio Núñez Feijoo durante décadas, seguirá manteniéndose en el tiempo; no obstante, tampoco En Marea parecía dispuesta a ceder lo más mínimo esta tendencia, pues sus principales adalides elogiaron al máximo el saber gallego, considerando el español poco menos que una lengua extranjera en la autonomía.

Por otro lado, es de destacar también que la otra fuerza del denominado «cambio», Ciudadanos, ha cosechado un rotundo fracaso al no lograr representación parlamentaria en Galicia. La candidatura de la periodista Cristina Losada no ha conseguido el suficiente empuje para alcanzar representación en el parlamento gallego, buen reflejo de que la trayectoria de la formación dirigida por Alberto Rivera es cada vez más errática e insignificante, destinada a ser en el mejor de los casos una mera bisagra que no sirve para romper con el bloqueo parlamentario en la Nación Española. O a ser una mera fuerza marginal.
En lo que se refiere al País Vasco, también más de lo mismo: si bien la dispersión electoral sigue manteniéndose, no llega a los niveles alcanzados en Cataluña. El triunfo del Partido Nacionalista Vasco, la secta separatista por excelencia que, salvando el interregno de 2009 a 2012, ha gobernado en esta autonomía española desde el comienzo de la Transición democrática, ha ganado como suele hacer, recuperando incluso dos escaños y pasando a ostentar 29 en total. La candidatura de Ignacio Urkullu se encuentra simplemente a la espera de alcanzar algún tipo de acuerdo de investidura, que le permita seguir al frente del gobierno vasco.

Como segunda fuerza política se mantiene otra secta separatista, la marca blanca de ETA, EH Bildu, con 17 parlamentarios, cuatro menos que en las pasadas elecciones autonómicas. Los terceros en discordia son los miembros de Podemos, que si bien en las dos últimas elecciones generales, en 2015 y 2016, habían ganado en votos en la autonomía vasca, han visto claramente rebajadas sus expectativas; suman 11 representantes en el parlamento vasco. Por su parte, PSOE y PP quedan empatados a 9 escaños, aunque con una sensible bajada de los socialistas, perdiendo 16 escaños respecto al año 2012. Al igual que sucedió en Galicia, los socialistas vascos han pasado de gobernar esta autonomía a ser una fuerza cada vez más residual.

De este modo, el denominado «constitucionalismo» (si incluimos aquí a Ciudadanos, carente de representación al igual que en Galicia) va quedándose en cada vez menos, mientras que la pujanza de las sectas separatistas en la autonomía vasca se mantiene e incluso crece. Algo sumamente preocupante, a lo que habría que sumar, si finalmente se confirma, la opción de que el PNV sea apoyado por los socialistas vascos. Algo que seguir de cara a otros futuribles acuerdos de mayor altura nacional…

Conviene en consecuencia pensar la línea que nuestra Fundación debe seguir tras esta doble convocatoria autonómica, en la que la tendencia que durante más de un año se estaba viviendo, la del denominado «cambio», se ha invertido para dejar paso a los partidos políticos tradicionales, incluyendo a las sectas separatistas como el PNV o EH Bildu, que recuperan posiciones de cara a continuar con su secular amenaza contra la Nación Española. Así, en este Observatorio se recogerán las sugerencias que tengan a bien plantear nuestros simpatizantes y amigos, abriéndose un debate sobre las posibles soluciones existentes para este momento tan comprometido en el que se encuentra la Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.