1) INTRODUCCIÓN
El presente trabajo quiere ser una exposición muy somera en torno a la tesis según la cual el humanismo armonista se define en la actualidad como la ideología propia del proceso de globalización y libre mercado, dando argumentos indirectamente a la creencia en el supuesto derecho de autodeterminación de los pueblos. En todo caso, nosotros nos vamos a centrar concretamente en el proceso soberanista catalán, como un proceso que estaría encontrando argumentos y un escenario ideológico convergente con sus tesis en el marco de la corriente cultural conocida como humanismo armonista, que a su vez estaría siendo alimentada por el actual libre mercado universal.
Para nuestra exposición nos ajustaremos en la medida de lo posible al siguiente esquema de trabajo:
1) Derecho de autodeterminación de los pueblos y proceso soberanista de Cataluña.
2) Globalización y humanismo armonista.
3) Trituración de los principios del humanismo armonista y la creencia en el derecho de autodeterminación de los pueblos.
2) DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS Y PROCESO SOBERANISTA DE CATALUÑA
Como es sabido, el derecho de autodeterminación de los pueblos es el supuesto derecho de un pueblo a decidir libremente su propia forma de gobierno, su desarrollo económico, social, y cultural, sin injerencias de pueblos o potencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad de todos los pueblos. La libre determinación está recogida en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El concepto de libre determinación tiene un carácter especialmente polémico derivado del hecho de que el términos «pueblos» es un término especialmente problemático. Por no mencionar que este derecho parece fundamentarse en una suerte de derecho natural exento o metafísico, anterior o previo a las determinaciones histórico-positivas de ese pueblo en relación con sus pueblos vecinos.
En cuanto al proceso soberanista de Cataluña, este proceso político se ha venido desarrollando en esta Comunidad Autónoma desde el año 2012 con el objetivo de lograr una supuesto derecho de autodeterminación y de independencia, y se prolonga hasta el día de hoy, basándose en el principio de que el pueblo de Cataluña es una nación soberana, con una historia, cultura y lengua propias, así como sobre la afirmación de que Cataluña no alcanzará su máxima plenitud cultural, social y económica mientras forme parte de España.
El independentismo catalán defiende la tesis de que Cataluña es una nación oprimida por España desde su ocupación por las tropas borbónicas en 1714, y la posterior supresión de las instituciones catalanas y la prohibición de su lengua mediante los Decretos de Nueva Planta promulgados por Felipe V.
Una parte de los partidarios de esta corriente política no sólo aspira a la independencia de Cataluña en sentido estricto, sino a la unión de lo que denominan Países Catalanes: la propia Cataluña; el Rosellón y la Cerdaña franceses (a los que denominan Cataluña Norte); la Franja Oriental de Aragón, a la que denominan Franja de Ponent y que consideran también parte de Cataluña; la Comunidad Valenciana; las Islas Baleares; la comarca murciana de El Carche y la ciudad sarda de Alguer, en Italia. Dichos territorios, excluyendo el Valle de Arán, una vez independizados formarían un estado confederado catalán en el que también se incluiría el Principado de Andorra.
Dos actos recientes que buscaban internacionalizar la causa catalana tuvieron lugar el 24 de enero y el 1 de febrero del presente año. El primero mediante una conferencia en la Sede del Parlamento Europeo en Bruselas, en la que el presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, el vicepresidente, Oriol Junqueras, y el titular de Exteriores, Raül Romeva, intentaron colocar a Cataluña y sus planes de celebrar un referéndum de independencia el próximo mes de septiembre de este año en la agenda europea. El segundo, en la recepción anual de la Generalidad al cuerpo consular acreditado en Barcelona, donde ante unos sesenta cónsules de países acreditados, el presidente de la Generalidad aseguró a los cónsules que convocará un referéndum de independencia en septiembre del presente año como muy tarde, con o sin el permiso del Estado.
Durante, y tras estos actos, la respuesta de los diferentes líderes europeos o países representados mediante sus cónsules en la susodicha reunión, fue más bien tibia cuando no nula, salvo quizá la del presidente de la Eurocámara Tajani, quien advirtió hace pocos días a Puigdemont que «ir contra la Constitución es ir contra la UE».
Desde que comenzó el proceso soberanista, los líderes de los diferentes partidos del arco parlamentario español se han ido posicionando, de suerte que sólo el PP y C’s de los grandes partidos apoyan sin fisuras y medias tintas el actual marco Constitucional, siendo el caso que el PSOE ha empezado recientemente a apoyar a raíz de este proceso una España Federal cuando no un Estado Plurinacional, mientras que Podemos, otro partido con importante representación parlamentaria, apoya un referéndum de independencia, con o sin consentimiento por parte del Estado de Derecho.
Lo que queremos preguntarnos en este punto es el motivo por el cual una posición como la secesión de una parte de un país cuya democracia es reconocida por todas las modernas democracias y todos los organismos internacionales, puede sin embargo encontrar esa tibieza y aún una comprensión tan importante de su relato por parte de otros líderes internacionales.
Nuestra propuesta es que el motivo de esa supuesta complicidad en el relato del secesionismo estaría derivando de la ideología del humanismo armonista que recubre como una cúpula nematológica a las modernas democracias y el proceso conocido como globalización, consistente en la creciente comunicación e interdependencia entre los mercados, sociedades y culturas de los distintos países del mundo.
3) GLOBALIZACIÓN Y HUMANISMO ARMONISTA
La fuente de este humanismo armonista que parece querer borrar las fronteras políticas, no sería otra sino el mismo pluralismo de mercado de las actuales democracias contemporáneas.
Afirma Gustavo Bueno, en Telebasura y Democracia: «La dialéctica de la génesis permanente de la sociedad democrática no tiene lugar, según esto, en el plano jurídico del plebiscito cotidiano (del que habla Renan) sino en el plano antropológico-histórico de la conformación renovada de cada elector como consumidor responsable, es decir, como individuo personal capaz de elegir (con libertad para elegir), como consumidor, los bienes que, cada vez con mayor abundancia, le ofrece la sociedad de mercado». Pero al mismo tiempo, en efecto, una sociedad de mercado universal que, según el mismo autor estaría permanentemente desbordando a las actuales sociedades políticas desde el momento en que «implica una política universal, en la cual los límites de las sociedades políticas y de mercado habrían de borrarse: este proceso ideal es el que hoy conocemos como globalización», cuya nematología más característica, añadimos nosotros, creemos que es precisamente el humanismo armonista, y entre cuyas tesis y principios destacan el fundamentalismo democrático así como los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Desde este punto de vista la elección de líderes con un marcado carácter económico-proteccionista y antieuropeo, pero también procesos como el Brexit del Reino Unido podrían ser englobados taxonómicamente como estrategias de repliegue ante la creciente globalización.
En efecto, el libre mercado universal estaría impulsando la misma idea de Libertad, en tanto estaría configurando a los individuos como electores de bienes donde los mismos representantes de los poderes del pueblo (legislativo, ejecutivo y judicial) se comportan como bienes susceptibles de ser elegidos por el cuerpo electoral, en un sentido que, como hemos dicho, desborda continuamente las fronteras de la propia sociedad política democrática.
La igualdad por su lado estaría siendo impulsada desde este mismo mercado libre en la medida en que nadie tiene más derecho que nadie en el momento de elegir y adquirir un determinado bien de esa sociedad.
La fraternidad, solidaridad y tolerancia como ideas también cardinales de la globalización, estarían igualmente siendo alimentadas a la vez que alimentando internamente el actual pluralismo de mercado, en la medida en que el mismo mercado de electores para su mismo mantenimiento exige que los diferentes consumidores toleren, sean solidarios, respeten lo que otros han elegido, o entre todos han elegido, en condiciones de igualdad y libertad, lo que deja sin argumentos a la violencia y a la guerra contra un sistema supuestamente democrático elegido y validado por los propios ciudadanos, donde la fraternidad y la solidaridad dicen relación de respeto con personas libres e iguales a mí.
4) TRITURACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DEL HUMANISMO ARMONISTA Y LA CREENCIA EN EL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
En efecto, el humanismo armonista se asienta, como en su fundamento propio, en el postulado del Hombre, o de la Humanidad, o del Género humano, como realidad que hay que considerar como ya dada desde el principio de la historia; un Hombre, unos Hombres, por naturaleza y esencia libres, iguales unos a otros, y hermano cada uno de ellos del resto de los hombres.
Con todo la dificultad principal estriba en la demostración de que ese «Hombre», absoluto y exento, sea, por sí, una realidad originaria dotada de un designio propio y, por tanto, una realidad a la que se le pueda atribuir la condición de fuente de todos los valores humanos que este humanismo ha venido proclamando, como son los valores del progreso, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, el laicismo o el cosmopolitismo.
Sin embargo, ese Hombre originario, ese Género humano primigenio no ha existido jamás como una unidad comunitaria. En efecto, el Hombre, como unidad práctica originaria, no ha existido nunca jamás, sino que precisamente ha comenzado a existir diversificado en una pluralidad de corrientes o partes (clanes, tribus, pueblos, naciones étnicas) diversas entre sí, a veces ignorándose mutuamente, otras veces en evolución paralela y las más en conflicto irreductible.
La idea de Hombre como unidad práctica unitaria no existió ni pudo existir en el principio. Lo que existió en el principio fueron bandas, pueblos, naciones étnicas, círculos culturales, que, sin perjuicio de sus préstamos mutuos, ni siquiera podían alcanzar una idea de Hombre como un todo capaz de integrar a las demás partes, precisamente porque cada una de estas partes tenía, por así decir, su propio «modelo de hombre», y por ello confundían en su terminología las denominaciones de «hombre» con las de su propia tribu.
Sólo cuando las sociedades políticas se hayan desarrollado hasta alcanzar el nivel que Aristóteles tomó como criterio para definir al hombre como animal político —y no meramente social, como las abejas o las hormigas o los primates, sino como animal que vive en ciudades- estado— podría comenzar a dibujarse desde cada parte una idea de hombre total capaz de cubrir a las demás partes. Ahora bien, esta idea totalizada de hombre no es el resultado de un mero y supuesto proceso mental mediante el cual el Género humano hubiera tomado «conciencia de sí mismo». Tiene que ver con el proceso a través del cual cada parte (en realidad algunas partes) del Género taxonómico humano pretende mantener, defender e imponer a todas las demás el propio «modelo de hombre» que su historia ha ido forjando y con el cual se identifica. El nombre político de este proceso histórico es el de «Imperio».
Afirma Gustavo Bueno en «Los peligros del humanismo de la izquierda híbrida como ideología política del presente»:
«Solamente desde esta plataforma política la idea de Hombre propia del humanismo, en general, comenzará a dibujarse, pero no como idea abstracta y absoluta (salvo en la apariencia) sino como confrontación de la propia idea o modelo de hombre con otros modelos diferentes de los que trata de defenderse y a los que procura incorporar, reducir o aniquilar…
»El humanismo no surge de un supuesto Hombre genérico originario sino de los hombres especificados históricamente y determinados como griegos o romanos, como cristianos o musulmanes, como germanos o como hispanos.
»Las Naciones políticas, la economía política, los Estados siguen siendo hoy las unidades reales que actúan como fundamentos de las infraestructuras de la globalización. Y, cuando una sociedad política pretende quitar importancia a su condición de tal, fingiendo estar hablando en nombre de la Humanidad, es porque o bien está tratando (si es una gran Potencia) de disimular proyectos de hegemonía, o bien porque está aceptando, sin advertirlo demasiado, un proceso de subordinación y aun de disolución de su realidad, no ya en la Humanidad, sino en el seno de otras sociedades políticas más potentes».
Pero en la medida en que esto es así, no habrá que concederle sentido alguno a la afirmación según la cual el hombre posee derecho alguno por naturaleza. Los derechos los adquieren los hombres en tanto forman parte de sociedades políticas capaces de formular, instituir y hacer cumplir los derechos y deberes que esa comunidad política establezca. Del mismo modo el derecho internacional, lejos de basarse igualmente en ninguna esencia de lo humano connatural al hombre, no podrá sino basarse para su efectivo cumplimiento en la disposición de las respectivos naciones políticas a aceptar el cumplimiento de esas resoluciones judiciales internacionales.