Transcripción del discurso pronunciado por Santiago Abascal, presidente de la Fundación para la defensa de la Nación española, el sábado 17 de Mayo de 2008, en la plaza de la República Dominicana de Madrid, durante la inauguración del Monumento a las Víctimas del Terrorismo


2008-05-17_at_11-40-33-2.jpg

Queridos Compatriotas:

Nos congregamos hoy para levantar un monumento con el que obsequiar a las víctimas del terrorismo. Para honrar su memoria, proclamar su dignidad y demandar justicia.

En estas dolorosas circunstancias, tras el asesinato de un servidor de la Justicia y de España, resulta imprescindible señalar que este regalo proviene de la Nación Española y quiere expresar el inmenso dolor que los españoles sentimos por las víctimas del fanatismo separatista y el profundo rechazo por sus verdugos.

Pero aunque estos sentimientos y este monumento conmemorativo sean expresión de nuestra deuda, de nuestra necesaria identificación con quienes han resultado asesinados cumpliendo con su obligación, nuestra iniciativa no se reduce ni se justifica sólo en su dimensión ética.

Porque aunque los métodos terroristas causen tanta repulsión hacia los asesinos como piedad por las víctimas, no solo condenamos los métodos, los caminos, los medios; sino que no perdemos de vista los fines y objetivos que persiguen los terroristas con sus acciones criminales. No olvidamos que los asesinos quieren romper la Nación Española, diluir los vínculos históricos que nos unen, y acabar -por la vía del terror- con la igualdad y la libertad de los ciudadanos de España.

Por eso no sólo manifestamos nuestra repugnancia por quienes persiguen la secesión por medios violentos. También es este un momento adecuado para señalar que no defenderemos jamás acercamiento, ni entendimiento alguno con quienes, afirmando discrepar de los medios, persiguen idénticos fines políticos que los terroristas.

Por este motivo hemos procurado señalar, en la placa conmemorativa, que quienes perpetraron estos actos criminales no son unos simples locos que deliran y asesinan arbitrariamente: son enemigos de España, y en su nombre han caído todos a quienes hoy rendimos nuestro homenaje. Todas las víctimas -no de una violencia irracional, sino de una violencia calculada, precisa y orientada a acabar con España- son héroes, mártires de la Nación Española. Por España han muerto y sólo cuando la ideología que anima a sus verdugos esté derrotada podremos decir que su memoria ha sido salvaguardada.

No vamos, pues, a diluir nuestra responsabilidad con las víctimas del terror secesionista por la vía de confundir a éste con la violencia en abstracto.

No caeremos en la falacia de ignorar los fines concretos de los terroristas camuflando sus intenciones políticas, o clamando por una paz abstracta basada en la mentira.

No nos interesa una paz fundada en la claudicación ante la ideología de los verdugos, o que esconda sus pretensiones políticas separatistas y totalitarias.

No nos interesa una “unidad de los demócratas” que necesite encubrir los verdaderos fines de los terroristas para albergar en su seno a quienes recogen las nueces avanzando, democráticamente dicen, por el camino a la secesión.

En España, en nuestra historia inmediata, se ha intentado pactar con una banda terrorista. Mintiendo a la nación, rompiendo todos los pactos, no se ha dudado en contraer compromisos políticos con los asesinos. Dentro de esa negociación, que llamaron “proceso de paz”, se nos quiso convencer de que los criminales no lo eran. En una vergonzosa manipulación de la realidad, poniendo cabeza abajo cualquier concepto elemental del bien y de la justicia, se intentó poner en la calle a un asesino, a un siniestro personaje que, además, nunca había dado la menor muestra de arrepentimiento y, más aún, desde la cárcel seguía estimulando a los criminales.

La excarcelación del etarra De Juana Chaos fue una bofetada a las víctimas del terrorismo, y a todos los españoles. La indignación popular obligó a quienes sacaron a la calle al criminal a volver sobre sus pasos. Pero lo que no supieron hacer, porque no quisieron, fue reparar el daño moral infligido a la dignidad de las víctimas.

Para compensar, humildemente, ese daño moral, la Fundación para la Defensa de la Nación Española convocó a los ciudadanos: elevemos un monumento a las víctimas. Hoy ese proyecto, gracias a la generosidad de los ciudadanos españoles, se ha hecho realidad. Es el monumento que tenemos ante nosotros.

Para la Fundación para la Defensa de la Nación Española es crucial, esencial, subrayar el significado de las víctimas del terrorismo. Ellos son la prueba viva -repito: viva- de la voluntad de la Nación Española de seguir siendo libre.

A ellos, a las víctimas, los han matado porque representaban a España y a la libertad de los españoles. No han sido accidentes; no han sido la consecuencia de un penoso azar. Si se las ha asesinado, si se las ha mutilado, si se las ha golpeado, es porque el criminal creía, sabía, que así asesinaba, mutilaba y golpeaba a España.

Incluso aunque estas víctimas no lo quisieran, el hecho es que son víctimas por España; son las bajas de esa guerra sucia y cruel que el terrorismo separatista ha declarado a la Nación Española y a sus libertades.

Por eso la Nación Española está en la obligación moral de honrarlas, de reconocer su sacrificio. Todos debemos estar con las víctimas. Nadie debe ponerlas nunca en la almoneda de una negociación. Nadie debe nunca considerarlas un estorbo en su camino. Quien así lo hiciere, estaría traicionando la libertad y la dignidad de los españoles.

Desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española, estamos dispuestos a combatir no sólo contra el terrorista que pone la bomba o empuña la pistola….

…El combate de la nación española, que es el combate por la libertad, ha de dirigirse también contra quienes alimentan la ideología del odio, aunque se envuelvan en la palabra “moderados” o “democráticos”.

Quiero acabar estas palabras con el recuerdo a la última víctima del terrorismo etarra, un guardia civil, padre de familia y español de Melilla al que arrancaron la vida los asesinos que atentaron contra una casa cuartel en la que había cinco niños dentro.

Para construir el fantasma de euskalerría, los asesinos no se paran en barras.

Queremos recordar a Juan Manuel Piñuel recuperando las certeras palabras que la voz desconocida de un español consciente pronunció en Vitoria mientras el féretro con sus restos mortales, cubierto por la bandera que dio sentido a su vida y razón de su muerte, pasaba a su lado:

“Juan Manuel, has muerto por ser español en una tierra en la que ser español cuesta la vida. Gracias por tu sacrificio. Otros recogeremos la antorcha”

Que este monumento sirva para expresar simbólicamente que somos muchos los españoles que estamos dispuestos a pagar la deuda que hemos contraído con las víctimas del terrorismo, dispuestos a defender la causa por la que ellos cayeron, firmes en la determinación de vivir en una Nación de hombres libres y no de vasallos serviles.

No sólo ofrecemos este monumento como signo de admiración y recuerdo del heroísmo de los hijos de España. También queremos representar en él nuestra voluntad de no cambiar justicia y libertad por ese miserable bienestar de esclavos al que algunos llaman paz.

Porque la única paz que anhelamos es la que sigue de nuestra victoria sobre el terrorismo separatista.

¡¡¡Viva España!!!

más información…

2008-05-17_at_11-38-11.jpg