La formación política Izquierda Unida de Navarra, a través de un comunicado a la prensa y en redes sociales, informó de un asalto a la sede que dicho partido tiene en la localidad de Estella. Al parecer, la pasada nochevieja, unos asaltantes causaron daños materiales leves en el local, sustrajeron material informático, dejaron varias amenazas impresas en sus paredes, así como una pistola simulada, acciones que sin duda merecen ser reprobadas.

En concreto, fueron dos las pintadas que denuncia la formación de extrema izquierda en su comunicado a las que califica “de carácter fascista”, y que son por este orden “Viva España” y “Rojos a la cuneta”. Llaman la atención los eslóganes elegidos por los asaltantes, tan en línea con el imaginario colectivo atribuido a la extrema derecha, a la que señalan como autor del agravio en su propio comunicado, volviendo cómo no, a las dos Españas que tanto gusta evocar a la izquierda después de más de ochenta años, si bien, la foto más compartida en redes sociales, y que parece ser, ha generado mayor inquietud entre los correligionarios de la formación, es la pintada en la que se vitorea a nuestra patria, España.

Tras el asalto, la formación política convocó en Estella el día 3 de enero a las “gentes de izquierda” para repudiar el ataque, siendo las consignas elegidas para la ocasión “¡Sin antifascismo no hay democracia”, “No pasarán” y “Contra el fascismo!”.

El propio vicepresidente segundo del Gobierno de Navarra, José Mari Ayerdi, cuota de Geroa Bai en el gobierno foral, no sólo se ha sumado a la condena, también ha señalado a los culpables facilitando el trabajo a la policía foral, manifestando que «más que un acto vandálico al uso, se trata de un ataque de carácter político intolerable por parte de la ultraderecha a la diversidad, la pluralidad y el marco de convivencia de Navarra». Al carro también se han subido, sin peros ni matices, para no caer en el tan desagradable señalamiento, Unión del Pueblo Navarro, el Partido Popular de Navarra, Ciudadanos Navarra, Podemos y las sucursales forales de sindicatos de clase como Comisiones Obreras y UGT, entre otros.

Vemos como el contenido del apelativo fascista, lejos de su significado histórico que a nadie ya interesa, está adquiriendo una gran envergadura, y en términos generales se ha redefinido y ya encarna la quinta esencia del mal, y todo lo que la progresía entusiasta de la ideología democrática decida que es fascista. Es la vuelta a la caverna. Así pues, te pueden llamar fascista por portar una pulsera con la rojigualda, por comer carne, por recelar de los fundamentalistas ecologistas, por no transigir con la nefasta ideología de género, por tener un diésel o por no utilizar el infame lenguaje inclusivo.

Y en particular, dicho término, en la comunidad foral y sus aledaños, representa para algunos grupúsculos, todo lo que lleve un barniz nacional, y pueda significar a ese ente opresor que es el Estado, al que aborrecen, y, por el contrario, se abrazan a la doctrina identitaria, rancia, excluyente y supremacista aranista que sólo pretende diluir la región en su ensoñación independentista.

En su aspiración por construir una realidad ficticia, se afanan en eliminar cualquier signo que recuerde que esto es España, así lo hicieron con las banderas en los edificios municipales hasta que llegaron las sanciones de la Ley de Símbolos, lo hicieron con la señalización bilingüe de la toponimia oficial, se ha materializado en la retirada de las competencias de Tráfico de la Guardia Civil, en virtud de pactos entre el Gobierno de Sánchez y los socialistas navarros (con el apoyo de EH BILDU), también con el traspaso de la competencia de la sanidad penitenciaria a la Comunidad Foral, o con el fracasado ‘modelo D’ de educación en euskera, en el que se han invertido cuantiosos recursos para favorecer esta opción educativa, con un canal infantil en euskera, se hace continuamente reescribiendo la historia o con las impostadas tradiciones culturales que difícilmente encuentran arraigo, a pesar de las subvenciones que se destinan a ello.

Persisten en su fantasía independentista tan alejada de la realidad social, en la que tan solo un 11% de la población habla euskera, sin embargo, el Gobierno de Navarra prevé destinar a tal fin más de veintidós millones de euros durante el periodo 2022 a 2024, según se recoge en el Plan Estratégico del Euskera, considerándolo un “elemento clave de cohesión social y de convivencia”, cuando la realidad es que la imposición del idioma sólo genera ruptura, rechazo y supone malgastar recursos públicos en políticas sectarias que no tienen otro objetivo que la euskaldunización de la región a través de la normalización lingüística, ya que el proyecto no encuentra otros contenidos más sólidos en los que instituirse.

Y en este entramado, es manifiesta la falta de escrúpulos del gobierno de navarra, que trabaja con esfuerzo y tesón en la consecución de estos objetivos, y lo deja en una situación humillante, habiendo mutado a una servil marioneta bajo la tutela de Urkullu, efectivo administrador de la comunidad al dictado de los intereses de las élites peneuvistas.

Por todo ello, no es de extrañar que la subversiva expresión “Viva España” sea calificada de fascista y a pocos extrañe, ya que se está trabajando activamente para implantar una falsa conciencia de la realidad y un sentimiento negativo hacia nuestra verdadera identidad, nuestra historia y lengua, nuestros símbolos y nuestra cultura y tradiciones.

 

Sara Baigorri