Otra historia más, porque esto es un no parar. No te da tiempo a aburrirte. Pero bueno, como aquí no pasa nada hagas lo que hagas… ¿no?

¿De qué hablamos? Del espionaje encubierto, adyacente al lavado de cerebro, que se comete en los colegios de Cataluña. Todo con muy buena imagen, eso sí, porque se realiza a través de una «ONG», Plataforma per la Llengua. Una ONG que por supuesto, cómo íbamos a pensar lo contrario, no estaría ligada a la Generalidad y sus planes y programas secesionistas. Y eso a pesar de haber recibido desde 2012 3,7 millones de euros de las arcas, y de recibir cuantiosas subvenciones anuales de otras administraciones públicas de la región como el Ayuntamiento de Barcelona para el fomento de actividades lúdicas en las que los niños jueguen en catalán y no en español. O de la Diputación de Barcelona, financiando planes de «normalización lingüística» para controlar que los comercios rotulen en catalán sus productos. Además, esta organización extiende sus tentáculos por la región valenciana y balear. Por eso el partido Ciudadanos ha anunciado que, además de elevar una queja al Congreso o el Parlamento Europeo, ha pedido a sus representantes en esas regiones conocer qué actividades realiza Plataforma per la Llengua.

Aunque este tipo de actividades no son nuevas, en los últimos días ha saltado la noticia dado que, aunque con mil vueltas y eufemismos, como siempre se hace desde el viscoso pannacionalismo -no usamos el concepto de totalitarismo ya que lo consideramos un concepto ontológica y gnoseológicamente inconsistente a pesar de su frecuente uso- se ha reconocido el espionaje en las escuelas catalanas. Plataforma per la Llengua reconoció el pasado día 18 haber visitado 50 colegios de la región para hacer «observaciones de incógnito» con el fin de «estudiar» el «comportamiento lingüístico» de los docentes y los alumnos.

Según informaron desde la propia ONG, algunos de sus miembros visitaron estos colegios con el fin de realizar una «actividad lúdica» en el patio «que no tenía nada que ver con la lengua». Pero en realidad se trataba de saber qué lengua usaban «espontáneamente»; desconociendo por supuesto que estaban siendo investigados o, podríamos ya decir, espiados. Tampoco conocían esos docentes y alumnos que esas personas que los observaban, cual naturalistas constatando el comportamiento de una colonia de hormigas, usarían los datos recabados en un informe en el que se refleja que, para desgracia el pannacionalismo, «el catalán sólo se habla en el 24% de los patios de escuelas e institutos catalanes» y que «el 27% de los profesores de Secundaria habla en castellano a los alumnos en el recreo». Lo que calificaron de una «situación anómala» ya que «no respeta la condición de lengua vehicular del catalán que marca Ley de Educación de Cataluña (LEC)». Es más, la propia ONG reconoció que «los centros educativos no fueron informados de toda la realidad de la actividad» y por desgracia tampoco «fue posible informar a nadie del propósito de la investigación para evitar el riesgo de la fiabilidad de los datos». Todo por mor del rigor científico, claro. Y esto sin entrar en las cuestiones metodológicas.

Además, puesto que es un estudio meramente científico -y la ciencia no delinque- totalmente al margen de cuestiones políticas, reconocieron haber informado a la Consejería de Educación catalana y ésta en ningún momento puso veto alguno ni reparos. Cómo se va a poner vetos a la ciencia, ¿no?

Sin embargo Josep Bargalló, el titular de la Conserjería, tras ser interrogado por el PP en la sesión de control del día 23 de este més, ha negado que se diera autorización a Plataforma per la Llengua para realizar el estudio -esto es, el científico ejercicio de espionaje-. También se ha negado a llamar espionaje a los hechos relatados, sólo se trató de una «observación de incógnito». Dada esta contradicción entre lo reconocido por la ONG y la Conserjería Daniel Serrano, el portavoz del PP en el Parlamento catalán acusó a Josep Bargalló de mentir y exigió su dimisión. Y es que, como es obvio, es imposible que esta agencia de espionaje encubierta e imposición lingüística manifiesta pudiera hacer tales «estudios» en 50 colegios sin el conocimiento y consentimiento de la Conserjería de Educación.

¿Qué tenemos entonces? Lo de siempre. Tenemos sencillamente lo de siempre y lo que tantas veces hemos denunciado y seguiremos denunciando en estas páginas. Un hecho represivo y persecutorio, cuando no ilegal, por parte del secesionismo oprimido por el malvado Estado español, y unas quejas en el parlamento, una exigencia de dimisión, unas cuantas noticias explicando el caso y poco más. Y es que quizá esta putrefacta democracia española, que no se derrumba pero hiede hasta lo insoportable, no pueda hacer más. Y quizá sea ese el mayor de nuestros problemas.

El secesionismo sabe, y lo sabe desde hace mucho tiempo, que esto es una carrera de fondo. Si no hubiera sido por la bravuconada del casi impune, aunque está por terminar (siendo impune), golpe de Estado cometido a raíz del 1 de octubre de 2017 no se sabría tan bien hasta dónde llega su fuerza. Y, como ya hemos dicho aquí en otras ocasiones, esa fuerza llega hasta donde se deja llegar. Tan sencillo. Ya lo hemos visto. Pero el secesionismo sigue pasito a pasito con sus planes, intentando reponerse. Aumentando el delirio colectivo día a día. Por ello sabe que su principal baza es el tiempo, o sea, la fuerza de la demografía. De los niños.

A pesar de los años, de las décadas transcurridas, del adoctrinamiento masivo a machamartillo y de los millones y millones de pesetas y de euros gastados en la famosa y milagrosa «inmersión lingüística», se encuentran hoy con los datos reseñados arriba. Se encuentran con que a día de hoy sólo el 30% de la población catalana tiene como lengua materna el catalán -y en una situación normal eso no sería ningún problema para nadie-. Se encuentran con que si la fuerza demográfica es su mejor carta, también es su principal barrera. A pesar de la historia ficción, de la segregación lingüística y de los lacitos amarillos, la realidad histórica, lingüística y demográfica de España está ahí. Por eso a día de hoy el Estado ha podido hacer tan sólo gestos, por eso hasta hoy con unos juicios, unas quejas y peticiones de dimisión se ha podido «conllevar» el asunto. Pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo se podrá seguir así? Y lo peor, ¿habrá marcha atrás? ¿La hay ahora?

Todos los catalanes que no hayan caído en esta distopía secesionista, que no son pocos, ¿hasta cuándo van a tener que soportar que espíen y persigan a sus hijos? Es más, ¿por qué los catalanes tienen -tenemos- que soportar una y otra vez estas aberraciones morales, políticas y legales? ¿Por qué el resto de los españoles tienen que soportarlo -porque Cataluña es tan suya como de los catalanes y también les incumbe, como pasa con cualquier otra región-? ¿Por respeto, por pluralidad, por una rancia cuestión de derechos históricos? ¿Pero qué es esto? ¿Alguien lo entiende? ¿Son nuestros políticos tan ciegos e ineptos que no ven que esto constituye una irracionalidad política completa, que la eutaxia del Estado se descompone, o son unos cínicos irresponsables? ¿Creen que España no tiene fin y lo puede soportar todo? ¿Por qué hay que seguir permitiendo que determinadas regiones tengan privilegios políticos y económicos sólo por ser tal o cual región y enarbolar la falsa bandera de un victimismo secular? Repetimos, ¿por qué? ¿Por España? ¿Qué es España entonces si permite y hasta fomenta tales comportamientos y padecimientos en sus hijos? ¿Para qué nos sirve la democracia si sólo nos lleva a la desunión y a la desigualdad cada vez más profunda? Es parte de la labor y responsabilidad de todo ciudadano conocer su patria y defenderla -también en eso consiste una nación política-, pero se complica mucho si el propio Estado, si tu Estado, te abandona. Como pasa en Cataluña y en otras regiones en las que los ciudadanos que ofrecen resistencia al latrocinio secesionista se ven dejados de la mano del Estado o tan sólo obtiene tímidos y ocasionales apoyos -y estas cosas las decimos siempre pensando en el presente pero también en el pasado, ETA mediante-. Por eso muchos, cuando ya no pueden más, acaban emigrando -que no migrando, como se ha puesto de moda decir entre los papanatas que no son capaces de distinguir entre zoología y antropología- a otras regiones del país o incluso fuera de España. ¿Es esa la opción, resistir hasta el hastío y después huir? Si es esa la solución de poco nos vale. Si es esa la solución de poco nos vale el Estado, de poco nos vale la democracia, de poco nos vale España.

Como nos sucede a menudo tenemos más preguntas que respuestas; pero no es poco, al menos que no quede sin hacer, meter el dedo en la llaga. Al menos que no quede sin denunciar e informar -ya se encargarán los poderes informativos y educativos de aborregar y distraer-, al menos que haya una mínima resistencia. Una mínima lucha.

Al menos que se sepa. Por nuestra parte: o César o nada.

Emmanuel Martínez Alcocer