El presidente no dedica ni una sola mención a la posible presencia de Batasuna en las elecciones.


20070423105623.jpgEsther L.Palomera

23-04-2007-La Razón

Madrid- Vuelve el talante. El Zapatero más «samaritano», el de la paz, el de «la otra mejilla», regresó ayer a la arena pública para introducirnos en la campaña que se avecina. Fue en Vistalegre, esa especie de talismán socialista que prologa las victorias electorales de la izquierda, donde el PSOE convocó con un doble objetivo: la celebración del tercer año de Gobierno y la llamada a la asistencia masiva el próximo 27-M.

Cerca de 25.000 personas se dieron cita en el madrileño coso taurino para ver la «corrida». Y, aunque no fueron seis los miuras, sino cuatro, la faena discurrió con jarana y alborozo. La apoteosis llegó, como siempre, cuando Felipe González pisó la plaza, cuando se fundió en un abrazo con Juan Carlos Rodríguez Ibarra y cuando se levantó para saludar al entregado público. La calurosa respuesta no tuvo parangón más que cuando la introductora del acto, la «showgirl» Rosa María Sardá, mencionó a la vicepresidenta primera. Teresa Fernández de la Vega no tiene competencia en el Gobierno, aunque allí estuvieran también sus «colegas» Rubalcaba, Moratinos, Sevilla, Clos, Caldera, Calvo o Bermejo.

Banderas republicanas, de Aragón, Andalucía, Cataluña…, y hasta de España -seis se contaron- ondeaban sin parar cuando el presidente del Gobierno hablaba de «diálogo, de buenas maneras». Y es que «talante» fue la palabra mágica, sin duda. Casi once millones de españoles se lo creyeron en 2004, y ahora Zapatero regresa por sus fueros, por más que Manuel Chaves dijera que «este partido nunca olvidará las ofensas de la derecha en los últimos años» y pronosticara que a los «incendiarios de la crispación se les ha acabado la gasolina». No, ése no fue el registro de Zapatero. El presidente prefirió dar las gracias a quienes «creyeron en nosotros y a quienes no creyeron las mentiras sobre nosotros».

«Aquí hay un estilo, una marca de la casa», dijo: «Responder y escuchar a los ciudadanos con humildad. Nos hemos esforzado por mantenerlo en el Gobierno, no hemos insultado nunca y hemos sabido aguantar los insultos». Luego, dio la receta que deben cocinar sus candidatos hasta el próximo 27 de mayo: «A cada insulto, una propuesta; a cada descalificación, una idea, y a cada exageración, una sonrisa».

Ayer tocaba eso, mañana será otro día. Hasta entonces, Zapatero pidió «tolerancia, buenas maneras, diálogo y talante» con un objetivo, que «nunca más una oposición vuelva a utilizar el terrorismo como arma política». Fue su única referencia, y no expresa, a ETA, al PP y a la oposición de los últimos tres años, aparte de la referencia al juicio del 11-M, que «demostrará que la verdad y la justicia siempre se imponen a la manipulación y la mentira». Tampoco dijo nada sobre el papel de Batasuna en los inminentes comicios.

Luego, todo siguió con llamadas a la «decencia y la tolerancia» porque «se sirve igual a tu país sabiendo ganar que sabiendo aceptar cuando no se gana». Y también con un relato optimista de los tres «años valiosos» para España que, a su juicio, ha representado su Gobierno. Valiosos para la economía, para los trabajadores, para los que cobran pensiones mínimas, para los que creen en la igualdad efectiva, para la democracia… Un discurso comprensible para alguien que, como el presidente, presume no sólo de haber ganado las elecciones hace tres años, sino también de haber ganado «tres años de progreso, libertad e igualdad para la Historia de España». Queda dicho. Esto y que les irá «muy mal» a quienes quieran usar el suelo para «recalificar y lucrarse del esfuerzo de los ciudadanos para pagar una vivienda». Y avisa: «Si hay alguno nuestro, será el primero que tendrá que responder ante los tribunales». Así es Zapatero en estado puro.