¿De qué me sirve saber que el dramaturgo Alfonso Sastre es poco menos que un etarra más, si nadie reflexiona acerca del dictamen del tribunal que permitió que Iniciativa Internacionalista se presentara a las últimas Elecciones Europeas?
FERNANDO IWASAKI Martes, 23-06-09
Como soy de los que quieren estar bien informado, estoy suscrito a dos periódicos, leo un tercer diario en el trabajo, escucho tres emisoras diferentes entre las 6:30 y las 9:00 de la mañana, y todos los días leo dos confidenciales digitales. Digamos que invierto unas cuatro horas diarias en acopiar información, aunque admito que el tiempo que dedico a la radio lo comparto con otras actividades. Sin embargo, no siento que todos esos datos colmen la necesidad de conocimiento suficiente y necesario como para formarse una opinión cabal.
Uno tiene la sensación de que el consumo masivo de información engorda pero no alimenta y quita el hambre en lugar de nutrir. ¿De qué me sirve saber que el dramaturgo Alfonso Sastre es poco menos que un etarra más, si nadie reflexiona acerca del dictamen del tribunal que permitió que Iniciativa Internacionalista se presentara a las últimas Elecciones Europeas? Hacerlo supondría explicar que PSOE y PP eligieron a esos magistrados según sus conveniencias, y quizás una de ellas era consentir que el partido de Alfonso Sastre se presentara a las europeas para dividir el voto nacionalista. De hecho, Iniciativa Internacionalista (léase ETA y Herri Batasuna) recibió más atención mediática que otros partidos que sí consiguieron al menos un europarlamentario.
Lo mismo sucede con los casos que actualmente comprometen al PP, donde los trajes de Camps, los negocios del tesorero Bárcenas o la trama Gürtel, simplemente se compensan o equilibran con las vergüenzas del PSOE: la caja negra del CNI, las subvenciones andaluzas de Matsa o los presuntos negocios de la familia Chaves. ¿De qué sirve que se publiquen faxes, facturas o contratos? ¿Se consigue algo transcribiendo conversaciones de teléfonos pinchados? En realidad, a lo largo de los días acumulamos un volumen enorme de información infecta, que luego no sirve para nada porque los medios de comunicación sólo se limitan a parafrasear la manida frase del marido pillado «in fraganti» por su mujer, para convertirla en el titular que corresponda: «X asegura que esto no es lo que estamos pensando», donde X vale tanto para Zapatero como Rajoy, el PSOE o el PP (¿cuál es la diferencia?).
Me haría ilusión que la misma unanimidad que existe para decir que Alfonso Sastre es un etarra, se diera también para llamar ladrón al ladrón, inepto al inepto y corrupto al corrupto, pero sé que tal cosa es imposible porque ni siquiera hay consenso mediático acerca de la naturaleza del acto que acabó con la vida de Carrero Blanco. ¿Fue un atentado terrorista o una hazaña revolucionaria? Columnistas y tertulianos tampoco se ponen de acuerdo al respecto.
Y mientras tanto, la crisis continúa destruyendo puestos de trabajo, engordando la deuda pública, liquidando fondos bancarios y multiplicando la presión fiscal. Leo en los confidenciales que Hacienda no dispone de dinero para las devoluciones de la declaración de la renta, que varios ayuntamientos ya no son capaces de pagar sus nóminas y que una generación de españoles nunca en su vida conseguirá trabajo. Lo paranormal es que toda esta apocalíptica información convive con los anuncios de «brotes verdes», el supuesto fin de la crisis y el comienzo de la recuperación económica.
Según el Génesis, la confusión de lenguas abortó la construcción de la Torre de Babel. Sin embargo, nuestro Babel informativo abortaría cualquier posibilidad de construir algo, pues cada medio de prensa habla de un país que no se parece en nada al de otro periódico, otra emisora u otro confidencial.