Sostiene que las elecciones de mayo son una oportunidad para «arremangarse» y sacar adelante al país.
C. Morodo
19-03-2007-La Razón
Madrid- Mariano Rajoy volvió una vez más ayer a potenciar su «alternativa» frente al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprovechando un acto de la precampaña para las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Esta vez se trataba de la presentación oficial de los candidatos a las capitales de provincia, cita en la que se concedió un protagonismo principal a los rostros de algunas de las «plazas» prioritarias, como es el caso de Alberto Ruiz-Gallardón, por Madrid, cuya gestión fue jaleada por el «número uno» como referente de lo que el PP debe ofrecer en toda España; Alberto Fernández, a la conquista en estos comicios de Barcelona; Alfonso Alonso, que se presenta a la reelección por Vitoria; y Juan Ignacio Zoido, la apuesta de Javier Arenas para arrebatar al PSOE la Alcaldía de Sevilla. Abrió el mitin Esperanza Aguirre, emblema de otra pieza fundamental en la carrera de Rajoy por llegar a La Moncloa, como lo es la Comunidad de Madrid.
El presidente del PP trabaja con la tesis de que las elecciones de mayo son una primera vuelta de las generales y ésa fue una de las ideas conductoras, de manera implícita, de su discurso. Ayer ni centró su argumentación en la crítica al PSOE ni colocó el «proceso» en el centro de su diana, aunque estuvieron presentes, sino que primó el mensaje positivo sobre el futuro para confirmar su intención de dirigir lo que presentó como una campaña para «contagiar el entusiasmo por España a todos los españoles».
La manifestación de Madrid por la excarcelación del etarra De Juana y la multitudinaria marcha que el sábado recorrió las calles de Pamplona han servido, entre otras cosas, para evidenciar la normalización de la bandera de España y de la reivindicación del patriotismo frente a la gestión de Zapatero, y Rajoy parece decidido a liderar, sin complejos, esa corriente de opinión.
Ideas claras
«Reivindico el entusiasmo por España. Quiero que nuestra nación, España, pueda andar por el siglo XXI segura, con las ideas claras, fuerte y unida en su pluralidad. Ayudadme a conseguirlo y empezad ahora. Hay que contagiar el entusiasmo por España a todos los españoles y hay que empezar a hacerlo desde los ayuntamientos y las comunidades», exhortó a sus candidatos para mayo.
De todos los compromisos ya conocidos de su «alternativa» -el sentido común, el interés por los problemas reales, la moderación o un programa de centro-, ayer el que más brilló fue el que afecta a la defensa de los intereses generales frente a «prejuicios ideológicos o cuestiones que a nadie le importan». «El 27 de mayo (día de las elecciones) es una oportunidad para trabajar, arremangarse y demostrar que se puede sacar adelante a este país. Debe ser un día de entusiasmo e ilusión, en el que se vote al PP para hacer un país serio y respetado. Ya hemos demostrado que sólo gobernamos pensando en nuestra nación y los intereses de las personas», afirmó.
Paradójicamente, la calle ha dejado de ser un sitio hostil para los populares y por eso la estrategia es devolverle a Zapatero su propia medicina. Frente a la España en positivo, a un programa optimista y sazonado con las dosis de utopía que acompañan a todo proceso electoral -«quiero alcaldes que quieran que la gente sea feliz»-, el jefe de la oposición dibujó un Gobierno «alejado de la gente y de los españoles, que hace oídos sordos a lo que le dice la calle».
«Lo que digan los españoles»
«No respeta a muchos españoles, no respeta el consenso alcanzado en el 78, no acepta que España es lo que digan los españoles y que al terrorismo hay que derrotarlo, no hay que pactar ni pagar ningún precio político», añadió Rajoy, antes de dejar una firme advertencia, al hilo de los mensajes desde distintos satélites socialistas hablando de un posible gesto de ETA-Batasuna que permitiese a la organización ilegal estar en las municipales. «El único comunicado con valor es el que anuncie que ETA se disuelve, porque la vida, la libertad y los derechos de las personas no son negociables y no hay ningún pago político que dar a cambio de ellos», concluyó, en una línea argumental coherente con su consideración de que la negociación es una amenaza. Además, adornó su oratoria con apelaciones a la importancia de los sentimientos, del «corazón», de las «cosas normales porque somos gente normal, con las preocupaciones normales». «Nos interesa el futuro y no el pasado y hay que ambicionarlo», proclamó.