Rajoy negará su apoyo a Zapatero para hablar con ETA porque no ha abandonado las armas


20060522140218.jpgRajoy negará su apoyo a Zapatero para hablar con ETA porque no ha abandonado las armas

(PD/Agencias).- La decisión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hecha pública ayer en Bilbao, de iniciar en junio «el proceso del diálogo para ver el fin de la violencia con la banda ETA», previa «comunicación» al Congreso, no contará con el aval del PP.

La tesis del PP es sencilla: está persuadido de que en ningún caso se dan las condiciones mínimas necesarias para que un Gobierno democrático negocie con terroristas. La primera condición era que ETA se rindiese y abandonase las armas y no se ha producido.

La prueba, para el PP, la ofrecieron dos miembros de ETA en la entrevista en Gara el pasado fin de semana, en la que reeditaron sus clásicas exigencias: autodeterminación, territorialidad, reagrupamiento de presos…

Explica Manuel Marín en ABC que a estos elementos a los que se añaden la exigencia permanente -y hasta ansiosa- de Batasuna de ser «relegalizada» y los diversos amagos o actos de `kale borroka´, sean cuales sean su grado y consecuencias. El PP, escarmentado con ETA, cree que se ha tendido una trampa a Zapatero.

De hecho, la entrevista en Gara, que causó desazón en el Gobierno, llevó al PP a concluir que en ningún momento ETA se ha planteado una rendición. Por tanto, la decisión de Zapatero de dar ya por verificado el alto el fuego y su creencia de que se dan las condiciones para un diálogo formal con ETA es más que prematura a juicio del PP. Su dirección lamenta que Zapatero, en lugar de ralentizar el proceso, lo impulse con un imprudente «salto al vacío».

En su habitual columna de ABC, Ignacio Camacho apunta que el presidente del Gobierno está «bailando con vampiros», «al son que le marcan los terroristas»:

«(Zapatero) tiene derecho a negociar, claro que lo tiene, pero esto no es ni lo prometido (en las declaraciones públicas), ni lo aprobado (en el Parlamento), ni lo pactado (en el Pacto Antiterrorista). Lo prometido era ir despacio y con cautela; lo aprobado consistía en esperar el abandono definitivo de las armas, y lo pactado se basaba en no pagar un precio político por la paz. Nada de eso queda en el anuncio de Zapatero: precipita la negociación, se conforma con un alto el fuego y da a entender que se producirá un diálogo político con los portavoces de los terroristas.

Estas urgencias suponen el incumplimiento de una palabra pública, cuyas condiciones han sido progresivamente rebajadas hasta el límite de la claudicación. El Gobierno se comprometió a no dar un solo paso antes de la entrega de las armas por parte de la ETA y el cese absoluto de la violencia callejera. Luego suavizó este compromiso para sustituir la constatación fehaciente y previa de la rendición por una más ambigua expresión de la «voluntad definitiva» de abandono. Más tarde ha hecho la vista gorda ante los brotes de extorsión postal y de `kale borroka´, ha dado por buena una sumarísima verificación de la tregua, ha ordenado a los fiscales un bochornoso ablandamiento de sus exigencias punitivas, ha mirado para otro sitio ante las reclamaciones por escrito de la cúpula terrorista y, finalmente, ante la exigencia envalentonada de Otegui, ha terminado anunciando el comienzo inmediato del diálogo de tú a tú con los encapuchados y sus adláteres.

Incluso aunque el presidente disponga de la certeza moral de que ETA va realmente a abandonar la violencia, la impresión que reflejan sus movimientos es la de que está bailando al son que le marcan los terroristas, que es como bailar con vampiros: sólo se refleja él en los espejos de la pista. Que no se extrañe, pues, de que le falten aplausos y compañía en ese vals siniestro».

Fuentes próximas al líder del PP, Mariano Rajoy, recuerdan que cuando Zapatero recabó su apoyo para dar los primeros pasos del proceso de paz, sólo se mostró favorable a conceder un tiempo al presidente del Gobierno para sondear y comprobar si ETA estaba dispuesta a abandonar las armas como condición previa a cualquier diálogo posterior. Dado que tras esa exploración no hay tal abandono de las armas, Rajoy se siente «liberado» de cualquier compromiso con Zapatero.

Para el PP, llegado este momento decisivo -es el momento en el que Zapatero, según el calendario que él se había marcado, tenía que optar por dar pasos en una u otra dirección-, cualquier otra cosa que no suponga una ruptura del proceso de paz, o al menos un reforzamiento del Gobierno frente a lo que los populares consideran una imagen de cesión ante ETA, es un error. Y el PP no quiere participar de él.

Huída hacia delante

Ayer, su secretario general, Ángel Acebes, arguyó que:

«Ningún Gobierno puede sentarse a negociar con quien mantiene la amenaza de volver a matar (…) Nuestro apoyo al Gobierno -continuó- se circunscribe al objetivo de la disolución de la banda terrorista y la entrega de las armas. No tendrá el presidente nuestro apoyo para ninguna otra cosa (…) Se está ante un chantaje a 44 millones de españoles».

El PP sospecha que en el punto más arriesgado del proceso hasta este momento -de «extrema gravedad (y) delicado», según Batasuna-, Zapatero se ha decantado por una huida hacia delante.

Incluso, hay voces autorizadas entre los socialistas que admiten que ante la tesitura de avanzar o retroceder, Zapatero se ha arriesgado a dar un paso al frente:

«Para evitar que la situación se pudra»

en el convencimiento de que si España desea el final de ETA, hace falta valentía. Esta expresión de un miembro del Gobierno -el riesgo de que el proceso «se pudra»- viene a refrendar la percepción de que la entrevista a dos etarras en Gara había caído como un jarro de agua fría en el Ejecutivo y la sospecha, a los dos meses del «alto el fuego», de que podía entrarse en una fase de estancamiento.

El PP está convencido de que el deseo de Zapatero es reanimar unas expectativas un tanto alicaídas y de que en su estrategia de exteriorizar que «todo va razonablemente bien» quiere tener a Rajoy a su lado. Pero el líder del PP no va a estar por la labor y además se queja ante miembros de su entorno de la escasa información que recibe del presidente del Gobierno: ni siquiera -según denunciaron ayer a ABC personas próximas a Rajoy- sabía que Zapatero iba a proponer una reforma constitucional para el reconocimiento de las víctimas el terrorismo en el preámbulo de la Carta Magna.

No quiere aparentar complicidad

Es más: Rajoy está molesto porque Zapatero haya hecho público su anuncio en Baracaldo a sabiendas de la oposición del PP a dar su aval para iniciar el «diálogo» hasta que ETA entregue las armas. Así se lo había hecho saber el PP a Moncloa antes del viaje de Zapatero a Bilbao y, pese a ello, el jefe del Ejecutivo continuó adelante.

Con este panorama, en el PP hay cada vez más resistencia a dejarse arrastrar por Moncloa hacia una falsa apariencia de «complicidad» Zapatero-Rajoy y se preguntan de qué servirá convocar el Pacto Antiterrorista antes de la cita de Zapatero en el Congreso si el Gobierno ya deja claro que seguirá adelante, cuente o no con el PP. Rajoy está decidido a plantear todos estos argumentos en el debate sobre el Estado de la Nación, el próximo día 30.

De todos modos, Zapatero persiste en su idea de pactar con Rajoy la fecha en la que acudirá al Congreso de los Diputados a pedir su aval. Todavía no están cerrados ni el día ni el formato, pero previsiblemente será en la semana posterior al debate sobre la Nación y no habrá votación.