Si López asume la causa del constitucionalismo, por primera vez todos los presidentes autonómicos serán de partidos de ámbito nacional o regionalistas sin aspiraciones de secesión


Dos operarios «tunean» una lona publicitaria del PNV dando las gracias a los votantes | EFE

Dos operarios «tunean» una lona publicitaria del PNV dando las gracias a los votantes | EFE

ÁNGEL COLLADO | MADRID Martes, 03-03-09

El nacionalismo gobernante ha entrado en recesión después de casi tres décadas de hegemonía absoluta en Cataluña y el País Vasco y cuatro años de experimento en Galicia de la mano del BNG y a medias con los socialistas. Si el candidato del PSC Patxi López acaba de asumir -o le dejan- la causa del constitucionalismo en el País Vasco y envía a la oposición a Juan José Ibarretxe, por primera vez en la historia de la democracia ningún presidente autonómico será nacionalista ni tendrá en su programa máximo la ruptura de España para crear un Estado propio, confederado o no.

Jordi Pujol mantuvo a Convergencia y Unión en el poder autonómico durante 23 años –entre 1980 y 2003–, con mayorías absolutas o en minoría, pero los nacionalistas catalanes fueron desalojados de la Generalitat por el acuerdo de Pasqual Maragall con ERC y la federación local de IU de hace ya seis años. Y el mismo gobierno tripartito sigue al frente del ejecutivo autonómico, ahora con José Montilla, del sector «charnego» del socialismo catalán.

En las últimas elecciones autonómicas catalanas, celebradas en 2005, las opciones nacionalistas se quedaron en el 45 por ciento de los votos: CiU con el 31 por ciento y ERC con el 14 por ciento. Los demás partidos –PSC, PP, Ciudadanos y la sucursal de IU– sumaron el 50 por ciento.
Ese desgaste electoral del nacionalismo catalán ha llegado ahora al vasco. Sólo el PNV ha mantenido su apoyo; los grupos minoritarios nacionalistas como EA se han hundido y en el caso de Aralar sólo recoge parte del electorado de Batasuna. Los constitucionalistas vascos suman por primera vez más votos y escaños que los «soberanistas».

Los electores gallegos también han dado muestras de ese proceso de declive del nacionalismo. La decisión de Touriño de incluir en su gobierno y en su política propuestas del Bloque Nacionalista Gallego, incluidas las medidas de marginación del castellano en la educación, le ha pasado factura en las urnas. Galicia no es Cataluña ni a los socialistas gallegos se les conocía complejo alguno ante el nacionalismo como a sus colegas del PSC, pero las consejerías clave de la Xunta quedaron bajo control del BNG pese a su exiguo 18 por ciento de voto popular. Después de la movilización en contra del gobierno medio nacionalista gallego, el Bloque se ha quedado aún con menos votos: el 16 por ciento.

Entre Montilla y Otegi

El dilema de los socialistas en el País Vasco, además de atreverse a dejar al PNV en la oposición, consistirá en qué política seguir: el modelo catalán que ha llevado al PSC a ser más nacionalista que CiU en el orden interno como en la educación y la marginación oficial del castellano –en parte obligado por la dependencia de ERC–, o decantarse claramente por un cambio que lleve la normalidad democrática y constitucional al gobierno vasco por mucho que pueda indignar al PNV.

La actual dirección del PSE, con López a la cabeza, asume la línea anti-PP del zapaterismo y su posibilismo en las relaciones con los nacionalistas llegó en la pasada legislatura hasta el brazo político de ETA. De muestra quedó la foto de su entrevista con Otegi y compañía. Ahora necesita al PP para gobernar. Si se atreve a relevar a Ibarretxe, el gobernante autonómico más parecido a un nacionalista que quede en España será el regionalista canario Paulino Rivero.