Cataluña y Ceuta, dos puntos calientes.
08-10-2007-La Razón
Madrid- El problema del terrorismo islamista es reciente. A España llegó el 11 de marzo de 2004. Pero las Fuerzas de Seguridad se enfrentan ahora no sólo al problema de un posible ataque por parte de otros grupos de fanáticos, sino a algo más complicado y difícil de detectar: la captación de nuevos «luchadores».
«Es cierto que es un problema ante el que no hay que bajar la guardia, pero lo que no hay que hacer es alarmar». Son palabras de Mohamed El Afifi, portavoz del Centro Cultural Islámico de Madrid, conocido como la Mezquita de la M-30. El Afifi reconoce que «existe gente malvada que quiere y hace cosas al margen de la ley», pero considera que son minoría.
Las Fuerzas de Seguridad tienen puesto el ojo en estas grandes mezquitas, motivo por el que apenas se registran captaciones en estos lugares. Tal y como asegura El Afifi, «si nos enteramos de que algo así ocurre aquí, seríamos los primeros interesados en denunciarlo, ya que nos da mala imagen a nosotros». Para evitar este control policial, muchos tratan de captar jóvenes radicales en centros de oración clandestinos, casas privadas y, cada vez más, en las cárceles. Las prisiones, según expertos consultados, son un auténtico nido de yihadistas en potencia.
Musulmanes en prisión
En los centros penitenciarios españoles hay cerca de 66.000 presos, de los cuales unos 21.000 son extranjeros y, de éstos, 7.000 musulmanes. Pero no todos los nacidos en países musulmanes están condenados por terrorismo. De hecho, sólo 170 permanecen en prisión por este motivo. Y eso es una ventaja para los captores. Las penas de los yihadistas en potencia no suelen ser muy largas y los reclutadores les hacen su estancia más cómoda, ofreciéndoles dinero, drogas, armas…,y, principalmente, haciéndoles creer que el resto de presos están en su contra para formar un grupo fuerte y organizado.
Según un informe realizado en 2006 y que fue entregado a los subdirectores de las cárceles españolas, el 50 por ciento de los presos musulmanes que están en prisión o está vinculado al islamismo radical o está en camino de serlo, lo que significaría que, según los datos que manejan los sindicatos de prisiones, más de 3.000 podrían estar relacionados con los yihadistas y la denominada guerra santa. Sin embargo, Javier Jordán, experto en terrorismo islámico y profesor de la Universidad de Granada, asegura que es casi imposible cuantificar este problema y que, en todo caso, se puede hablar de aproximaciones, nunca de datos reales.
En cuanto a cómo se reclutan futuros radicales, la organización se encuentra muy jerarquizada y organizada. Aquí, tal y como explica Jordán, no se da un proceso como tal para llegar al reclutamiento, sino que influyen numerosos factores y cada una de las situaciones es distinta. Así, tampoco se puede definir un perfil del futuro radical. Sí que es verdad que la mayoría es de clase obrera y su edad oscila entre los 25 y los 30 años, pero cualquiera puede ser yihadista en potencia. Eso sí, tiene que haber una cierta radicalización previa para convertirse. Es muy difícil clasificarlos y separarlos, puesto que la mayoría trata de «occidentalizarse» y pasar lo más desapercibido posible.
Desde el economato
En las cárceles, según fuentes del sindicato Acaip, la captación la suelen realizar ciudadanos magrebíes o argelinos que controlan la mayoría de puestos importantes dentro de las prisiones -como el economato o la lavandería- y desde donde pueden mantener sin controles conversaciones con gran cantidad de presos.
Ahora los expertos estudian otros factores que puedan influir en la captación, como el entorno. Cada vez se dan más casos en los que la principal razón para «transformarse» es la amistad o el círculo familiar. Son los amigos o parientes quienes comienzan a «enseñar» qué o quién es el bueno y el malo. Antes, a los españoles se les veía como eso, españoles, pero de un tiempo a esta parte algunos presos islamistas han cambiado esa visión y les ven como «cristianos», lo que indica que parten de un componente religioso para separarse del resto de ciudadanos.
En las cárceles se suelen formar grupos -de no más de cinco personas- entre los que se establece una comunicación muy personal. Los grupos están muy relacionados entre ellos y siguen las instrucciones del iman, elegido por los propios reos. Pero es muy difícil controlar sus reuniones y conversaciones, entre otras cosas por el problema del idioma. Se puede revisar las llamadas y la correspondencia, pero en sus charlas privadas es muy difícil saber qué están planeando, ya que los traductores no se encuentran en las prisiones. Para tratar de acabar con este problema, la directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, ordenó aumentar las medidas para frenar el islamismo radical en las cárceles.
Los sindicatos denuncian que los centros en los que más se observa una radicalización de los presos son Alhama (Murcia), Topas (Salamanca), Acebuche (Almería), Botafuegos (Algeciras) y Alhaurín de la Torre (Málaga). En estas últimas se han registrado numerosos episodios violentos por parte de los reclusos musulmanes. Un ejemplo es la cárcel de Alhaurín, donde los sindicatos han denunciado en numerosas ocasiones la existencia de una estructura organizada que buscaba atraer a los presos islamistas con fines terroristas. La preocupación crece tras los hallazgos en numerosos centros de grabaciones y panfletos en árabe -algunos atribuibles a Al Qaida- incitando a la guerra santa y a luchar contra Occidente.
Son captados, instruidos, entrenados y financiados desde España. Después, su destino será Argelia, Marruecos o Irak. Pero las cárceles no son el único lugar donde se reclutan futuros radicales. Los gimnasios, los locutorios o algunos bares propios como las teterías también son importantes lugares de reunión y captación. En todos éstos también es muy difícil llevar a cabo un control, por el idioma y, sobre todo, porque en estos sitios no realizan las reuniones en público, suelen ser en zonas privadas lejos de los oídos ajenos. Y, además de estos lugares, parece que hay una cierta preferencia por comunidades como Cataluña o Madrid y ciudades como Ceuta o Melilla. En la primera, la región gerundense de Salt ha sido en los últimos años una de las más problemáticas por el gran número de detenidos relacionados con la financiación y reclutamiento de yihadistas. Incluso expertos en terrorismo sitúan esta comunidad como uno de los centros de yihadistas más importantes. «Mérito» éste que otros otorgan a la barriada Príncipe Alfonso de Ceuta que, por su situación geográfica, la convierten en uno de los entornos sociales más favorables para estos fines delictivos.