Cataluña y País Vasco aprovechan los deportes minoritarios y los resquicios legales para buscar el reconocimiento internacional de sus «selecciones nacionales».


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Madrid- Domingo, 8 de octubre, seis y media de la tarde. Los altavoces del Camp Nou atacan las primeras notas de «Els Segadors» y 50.000 gargantas enfervorecidas responden a la llamada. Las banderas esteladas se mezclan con las ikurriñas, los carteles de «euskal presoak» y ese «Catalonia is not Spain» que ya se ha convertido en un clásico de las grandes citas en el estadio blaugrana. Cataluña y Euskadi juegan un partido amistoso, de esos en los que lo de menos es el resultado. En realidad, hoy lo de menos es el partido. Lo de más, hacer que el pueblo reclame a voz en grito y pancarta la independencia de ambas «naciones», ya se ha conseguido.

El pasado domingo, el fútbol fue sólo la excusa para engrasar la correa del nacionalismo en dos comunidades que han convertido la reivindicación de sus «selecciones nacionales» en una pieza clave del puzzle independentista. De hecho, la del Camp Nou es sólo la penúltima batalla de una guerra que el País Vasco y Cataluña libran desde hace tiempo. Entrar en la fase de clasificación para una Eurocopa de fútbol sería algo así como traspasar la última frontera, pero mientras se hace camino, los responsables de la Generalitat y la Lendakaritza no le hacen ascos a ningún «deporte» en el que se pueda conseguir presencia internacional, bien aprovechando resquicio legal o gracias a la escasa entidad de disciplinas como el korf ball o el «pitch and putt».

En esta carrera en pos del reconocimiento deportivo, los catalanes le sacan varios cuerpos de ventaja al País Vasco. La Generalitat nunca deja pasar cualquier oportunidad para colocar el nombre de Cataluña en los titulares de la prensa deportiva. Esa oportunidad llegó en 2004, cuando la asamblea de la Federación Internacional de Patinaje (FIRS) otorgó el permiso a la Federación Catalana de Patinaje para participar en competiciones internacionales en pie de igualdad con el resto de selecciones. El hockey sobre patines catalán demostró su fortaleza en el Mundial B de la especialidad celebrado en octubre de ese año en Macao, donde se ganó una plaza para disputar el Mundial A… Y de paso la posibilidad real de enfrentarse a España en el torneo. La tormenta no tardó en estallar: la Federación Española recurrió la decisión de la Internacional, varios políticos catalanes montaron el numerito en el Congreso. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, la FIRS decidió rectificar. El rechazo no sentó bien al líder de ERC, Josep Lluis Carod Rovira, que llamó a todas las instituciones catalanas a boicotear la candidatura olímpica de Madrid 2012.

Había que devolver el golpe como fuera, y para conseguirlo la Generalitat se fijó en un deporte semidesconocido: el korfball. La disciplina, que guarda similitudes con el baloncesto, está reconocida por el Comité Olímpico Internacional. Dicho y hecho. En octubre de 2005, la Federación Internacional de Korfball (FIK) admitía como miembro de pleno derecho a la Federación Catalana (FCK). Por primera vez Cataluña contaba con un equipo reconocido por el COI y había que explotar políticamente la victoria.

La experiencia del korfball enseñó una valiosa lección a los dirigentes catalanes: «da igual que el deporte sea irrelevante; lo importante es la reivindicación». Así que en marzo de este año volvieron a repetir el esquema y Cataluña se convirtió en miembro fundador de la recién nacida Federación Internacional de «Pitch and Putt» (Fippa), una especie de golf en versión más reducida y económica.

Deportes de la «raza vasca»

Si Cataluña se ha especializado en abrazar todo tipo de disciplinas exóticas, en el País Vasco han optado justo por lo contrario: cuidar y promocionar los deportes propios de la «raza vasca». Esa apelación a lo autóctono es el banderín de enganche del «Plan Estratégico de Herri Kirolak (deportes de la tierra) 2006-2010» impulsado por la Consejería de Cultura para elevar el caché de las disciplinas vascas. El equipo del lendakari, al igual que la Generalitat, también está muy atento a la ausencia de federaciones nacionales españolas específicas para «colar» a las selecciones vascas en deportes tan minoritarios en España como la soka-tira -típico juego de los campamentos de verano- o el softbol, muy parecido al béisbol. Pero el descenso continuado de licencias federativas asociadas a los «deportes de la tierra» en las tres provincias vascas y Navarra ha hecho que Ibarretxe dedique un esfuerzo especial a cuidarlos. Los calendarios anuales de cada disciplina o la colaboración de la iniciativa privada son medidas para relanzar con fuerza la Olimpiada de Herri Kirolak. En estos «juegos», el atletismo, la natación o la gimnasia cederán el protagonismo a la recogida de mazorcas, el levantamiento de fardo o el arrastre de piedras.