Dionisio Aranzadi (exrector de la Universidad de Deusto), ordenó la destrucción de esa obra sin comunicarlo ni al autor ni a las instituciones culturales responsables.


20061213141922.jpg13-12-2006-Bastaya.org

Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930) comenzó su carrera artística pintando grandes murales o, mejor dicho, proyectando obras sobre grandes superficies que pocas veces tuvo ocasión de llevar a la práctica. El interés por el muralismo como medio expresivo derivaba de su convicción de que el arte debía cumplir una misión pública de representación simbólica y concienciación social que podían desempeñar de manera óptima las grandes superficies murales, al estilo de las pintadas en los años treinta por Aurelio Arteta y, sobre todo, los grandes muralistas mexicanos: Orozco, Siqueiros, Rivera y Tamayo.

En 1951, Jorge Oteiza apoyó su candidatura para que el entonces muy joven artista, que se había formado en Madrid con Vázquez Díaz, pintara un gran mural en el nuevo santuario de Aránzazu, pero los franciscanos ignoraron la oferta, aunque conservaron muchos años el gran boceto preparatorio realizado por el artista. En cambio, un jesuita de Bilbao, el padre Pardo, recién acabado el servicio militar –durante el que estuvo largo tiempo arrestado por apoyar a Oteiza durante la prohibición de las obras de éste en Aránzazu, y por declarse ateo- le ofreció la posibilidad de llevar a la práctica sus ideas en las grandes superficies de un salón de actos propiedad de los llamados “luises” de Bilbao, un grupo muy conocido y dedicado a la propaganda católica entre la juventud obrera. Los temas eran de tipo religioso, pero también social. Según explica Ibarrola: «Acababa de leer el ‘Canto general’, de Neruda, y yo quise hacer mi pequeño cántico referido a Euskadi»

El pasado día 8 se supo que otro jesuita, Dionisio Aranzadi (exrector de la Universidad de Deusto), ordenó la destrucción de esa obra sin comunicarlo ni al autor ni a las instituciones culturales responsables de la conservación del patrimonio. Tanto los responsables de la Diputación de Vizcaya como del Ayuntamiento de Bilbao han desmentido tajantemente la afirmación de Aranzadi de que había requerido un informe público sobre el estado de conservación de los murales, que según el jesuita estaban muy mal conservados. Lo cierto es que el hecho de que la obra no estuviera catalogada oficialmente ha facilitado la pasividad de las instituciones, y finalmente la destrucción de la obra.

El artista ha desmentido el deterioro de su trabajo, así como que la Compañía de Jesús le comunicara nada respecto al la decisión de destruir el mural, como los portavoces de la misma han aducido. La destrucción del gran mural, que ocupaba las paredes y el techo abovedado, ha sido perpetrada en el curso de la renovación de la sala para convertirla en la llamada “Arrupe Etxea”. Sin embargo, según la vigente Ley de Propiedad Intelectual, destruir una obra de arte sin requerir la autorización del artista, que conserva la propiedad intelectual mientras viva, es un acto ilegal, además de, obviamente, una muestra de barbarie. Esta vez, y a diferencia de lo sucedido en ocasiones anteriores, algunos artistas vascos han protestado por lo sucedido y manifestado su apoyo a Ibarrola.

Barbarie agravada si la orden de destrucción la da en Bilbao un jesuita y ésta afecta a Agustín Ibarrola, que ha padecido la persecución y numerosas agresiones contra sus obras por su significación política. Durante el franquismo sumó varios años de cárcel en tres detenciones y condenas, acusado de militar en el PCE, en la transición un grupo de ultraderechistas destruyó completamente su caserío de Gametxo, con las obras que contenía, y recientemente su obra en el pinar de Oma, una de las más conocidas y visitadas por miles de admiradores, ha sido gravemente atacada en varias ocasiones por ETA. Además, el artista ha soportado constantes agravios de las instituciones culturales de la administración vasca. Así, hace unos años, la dirección de puertos del Gobierno Vasco decidió retirar y arrojar a un vertedero una docena de esculturas de hormigón de Ibarrola emplazadas, a modo de logotipo, en la bocana de los puertos pesqueros de Vizcaya.

Agustín Ibarrola es uno de los artistas españoles que más ha evolucionado en los últimos años. De sus comienzos como muralista, formalista o neoconstructivista (en Equipo 57) y “realista social” (en Estampa Popular), ha pasado a desarrollar un trabajo de gran personalidad y magnitud en el campo de las intervenciones en el paisaje (Oma, Allariz, Llanes, Borttrop) y las instalaciones.

En contraste con las invitaciones que ha recibido en el resto de España y otros países para realizar intervenciones en el paisaje –las últimas, en la escollera del puerto asturiano de Llanes, y en la ciudad alemana de Bottrop, en el Ruhr-, las instituciones vascas ignoran sistemáticamente la obra y el papel histórico de Ibarrola en la gestación del arte de vanguardia en el País Vasco. Es este ambiente de boicoteo y ninguneo sistemático, unido a una ignorancia enciclopédica, el que explica la prepotencia con la que ha actuado la Compañía de Jesús -que, por el contrario, ha prestado el santuario de Loyola para las reuniones de PNV, PSE y Batasuna, preparatorias de la Mesa de Partidos.

La obra destruida de modo irremediable, de la que sólo quedan algunas fotografías parciales en blanco y negro, era una de las escasas muestras del trabajo mural desarrollado por Agustín Ibarrola en aquellos años, antes del cambio radical que imprimió a su investigación plástica su integración en Equipo 57, uno de los colectivos españoles de vanguardia racionalista que más éxito tuvieron en Europa entre 1957 y 1961, elogiado por Max Bill, Mortensen, Le Parc y otros conocidos representantes del arte concreto y cinético. En la España franquista, el Equipo 57 fue ignorado y silenciado debido al carácter netamente antifranquista de sus componentes (Juan Cuenca, Agustín Ibarrola, Pepe Duarte, Angel Serrano y Angel Duarte) y a las actividades militantes de Agustín Ibarrola, que en la actualidad es miembro activo de Iniciativa Ciudadana ¡Basta Ya!

Agustín Ibarrola ha declinado conceder entrevistas sobre este asunto, optando por un expresivo silencio. En declaraciones recogidas por El Correo, manifestó que «es otra más que hay que anotar en mi contra, pues no han tenido ni la delicadeza de consultarme; y no quiero decir más».