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Más de 300 años después de que se conquistara el Peñón, defendido por unos 80 soldados, las tensiones con Inglaterra no han cesado: asedios feroces en el siglo XIX, Franco planteando su soberanía en la ONU en 1963, el «Tireless» en 2000
Unos 80 soldados y 300 milicianos sin formación militar por parte de las fuerzas defensoras borbónicas, contra los 12.000 hombres y 1.500 cañones que formaban las tropas invasoras anglo-holandesas. Esa fue la desigual batalla que acabó con la soberanía española de Gibraltar en agosto de 1704, dando lugar al comienzo de una serie de tensiones entre España e Inglaterra, que aún hoy, más de tres siglos después, sigue siendo, como describe el historiador y escritor Federico Sánchez Aguilar, la «herida abierta» de España.
El último episodio lo hemos vivido esta semana, después de que el Gobierno español le transmitiera su «disgusto y malestar» al embajador británico por la visita que el Príncipe Eduardo de Inglaterra tiene previsto realizar al Peñón, así como por la ruptura de las negociaciones de los pescadores españoles con las autoridades gibraltareñas y la cancelación del viaje de la Reina a Londres.
En la última década quedan también en la retina de los españoles fricciones importantes como la producida en 2000, cuando el submarino nuclear «Tireless» permaneció en el puerto de Gibraltar casi un año para que fuera reparado. O en 2009, cuando el ministro Miguel Ángel Moratinos aseguró en Gibraltar que la reclamación de la soberanía del Peñón por parte de España era «irrenunciable». Y en octubre de 2010, cuando el primer ministro gibraltareño, Peter Caruana, suspendió las reuniones previstas sobre cooperación policial con Madrid y Londres, a causa de la incursión de una patrulla de la Benemérita en aguas del Peñón. O cuando el Príncipe de Asturias hizo un llamamiento durante una cena oficial ante el Príncipe de Gales, en abril del año pasado, «para que nuestras autoridades avancen en la solución del contencioso histórico bilateral que aún sigue pendiente».
Gibraltar, inglés «para siempre»
Cientos de enfrentamientos por un enclave estratégico de 6,8 kilómetros cuadrados y 31.000 habitantes que tienen su origen, 300 años atrás, con el Tratado de Utrech (1713), cuando Felipe V, tras la Guerra de Sucesión Española, cedió oficialmente a Inglaterra «la plena y entera propiedad» de Gibraltar, «para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno».
Desde entonces, España ha intentado recuperarlo sin éxito, sin importar si nos encontrábamos en una república, una dictadura o bajo un gobierno del PSOE o del PP. En el siglo XVIII, diferentes regímenes sometieron al Peñón a terribles asedios con este propósito. En el más importante de ellos, entre 1779 y 1783, murieron más de 5.000 españoles, por tan sólo 1.900 soldados británicos.
El éxito parecía una quimera, mientras en Gibraltar se iba estableciendo población de origen genovés, portugués, norteafricano, judío o maltés, hasta que, finalmente, en 1830 recibía el estatus de «colonia británica».
Gibraltar, la gran causa de Franco
El siglo XX no fue muy diferente, sobre todo después de que en 1909 las autoridades británicas levantaran la barrera fronteriza –a la que se conocería después como «la verja»– o que en la Segunda Guerra Mundial construyeran su aeropuerto, no reconocido como británico por España.
La política de Franco con respecto al Peñón se fue endureciendo hasta el punto de hacerla una de sus grandes causas. A principios de la década de los 60, planteó la situación de su soberanía ante el comité de descolonización de la ONU: «Desde hace más de 200 años –podía leerse en ABC en 1966– el pueblo español siente en su entraña la espina del Peñón y sabe que no existe otra base para la negociación que la irrenunciable soberanía de España».
Seis meses después el Caudillo cerraba la frontera con aquel pedazo de tierra «entrañablemente española», dejando sin trabajo a más de 6.000 españoles que vieron como se levantaba ante ellos un «pequeño muro de Berlín». Y la Asamblea General respondía con las resoluciones 2231 y 2353, por las que se instaba al inicio de conversaciones entre España y Reino Unido para poner fin a la situación «colonial» de Gibraltar, pero salvaguardando los intereses de sus habitantes.
El Gobierno de Gran Bretaña no tardó en responder, organizando, el 10 de septiembre de 1967, un referéndum para que los propios gibraltareños decidieran su futuro. «Está claro que Inglaterra trata por todos los medios de mantenerse en Gibraltar», titulaba ABC; «el 95,8% del voto demuestra que seguimos siendo británicos», aseguraba el «Gibraltar Chronicle» tras conocer los resultados. La relaciones no podían estar más tensas.
«Gibraltar, más cerca»
Fue en 1969 cuando el Gobierno inglés cambió el estatus de Gibraltar, que dejó de ser «colonia» para convertirse en «Territorio Británico de Ultramar». Junto a este cambio, Inglaterra le transfirió los asuntos internos al gobierno local, lo fue de nuevo interpretado por Franco como una gran ofensa, un nuevo desplante a España que, según creía, contravenía lo establecido en el Tratado de Utrecht.
Fue a causa de desto por lo que el gobierno español suprimió todas las comunicaciones terrestres con el Peñón. «Se permiten excepcionalmente las comunicaciones telefónicas entre Gibraltar y el resto de España con motivo de las fiestas navideñas», informaba este periódico, describiendo una situación del todo atípica.
El aislamiento continuó durante varios años, hasta que en 1983 se vuelve a abrir la frontera a los peatones y, en 1985, se produce la apertura total.
Aunque ABC narró aquel histórico acontecimiento bajo el título de «Gibraltar, más cerca que nunca», lo cierto es que, desde entonces, no han dejado de sucederse nuevos episodios conflictivos entre británicos y españoles. «El Gobierno español ha abierto de par en par la verja de Gibraltar, sin que Gran Bretaña parezca dispuesta a ofrecer nada a cambio», declaraba ABC en 1985. Más de un cuarto de siglo después, nada parece haber cambiado.