Los españoles en Cataluña, como los alemanes de Arzallus en Mallorca


20060305102542.jpgLos españoles en Cataluña, como los alemanes de Arzallus en Mallorca

20 de febrero de 2006. Indignante, ofensiva y repulsiva resulta la entrevista –descarnada y descarada- concedida por Artur Mas, el trapicheador de La Moncloa y confidente del presidente de la nación, al diario El Mundo. Sin pestañear, sin avergonzarse, sin titubear –sabiendo lo que decía-, ha afirmado que quien quiera estudiar en español en Cataluña, lo pague, que se rasque el bolsillo, que se olvide del sistema educativo público.

Pero ha ido aún más allá en sus ejemplos inadmisibles, en sus comparaciones de lunático, al decir que los que quieran estudiar en español «vayan a un colegio privado en castellano para quien lo quiera pagar, exactamente igual que se montó uno de japonés en su momento. Que lo haga el Instituto Cervantes o que lo haga quien quiera. Como no serán más de 20 al año no pasa nada».

Lo que ha dicho el personaje no es grave. Es gravísimo. Lo afirmado por este madelman de la política catalana –con tono pausado- es una gravísima ofensa. Mas no es un lunático cualquiera. Con este sujeto ha pactado el presidente del Gobierno de la nación el futuro Estatuto de Cataluña, que no es sino la puerta por la que muchos españoles dejarán de serlo.

Porque Mas es un peligroso separatista que no titubeará –como no lo ha hecho en la entrevista de El Mundo- a la hora de romper amarras con España para dirigir el timón del nuevo barco pirata catalán en el que los que quieran hablar español o se sientan españoles serán enviados a galeras.

Que nadie diga que no estaba avisado. Que nadie objete que ha sido engañado por los nacionalistas. El separatista Mas ha sido inequívoco y sincero. Como lo fue Arzallus en su día, al decir aquello de que los españoles serían tratados en el País Vasco como los alemanes en Mallorca. El domingo Mas –emulando al anterior- ha dicho que los españoles serán tratados en Cataluña como los japoneses.

La entrevista de Mas en El Mundo es de lectura obligada para todos los catalanes. Y, sobre todo, es un documento a archivar como oro en paño por todos los políticos y periodistas de este país, de España. Con gente como ésta nos estamos jugando los cuartos. Tomemos buena nota de lo dicho por Mas porque, ante este nacionalismo, no hay matices ni discursos complejos y alambicados que valgan. Con este nacionalismo, -el «moderado»-, el que representa Mas, no hay nada que pactar y nada que negociar. Sus planteamientos, además de fanáticos y excluyentes, son absolutamente ilegales y subversivos. Hay que decir –y garantizar- a esa mayoría hastiada de españoles que sólo cabe la derrota de semejantes postulados.

Cierto es que si Mas fuera sólo un político catalán no habría problema ninguno. No habría motivo para la preocupación. Sería uno más de ésos que defienden postulados propios de los que llevan camisa de fuerza. El problema es que Mas dirige el partido que ha gobernado veinte años en Cataluña y que, hoy, condiciona al partido que gobierna España.
En cualquier caso, bienvenida sea la sinceridad. Ya sabemos a quién nos enfrentamos.