Galicia fue la cuna del ascenso electoral del PP antes de llegar a La Moncloa a partir del triunfo de Manuel Fraga en 1989, y el partido de Mariano Rajoy quiere que la Xunta sea también su Covadonga política para emprender la reconquista del poder en España.
MAGIS IGLESIAS| COLPISA. MADRID
El ascenso de Núñez Feijóo a la presidencia de la Xunta fortalece a Ruiz-Gallardón
El triunfo eclipsa por unas horas las crisis de la corrupción y el espionaje
Los populares quieren que el triunfo en Galicia se convierta en el primer paso para la reconquista de La Moncloa
Los críticos aplazan sus exigencias hasta las elecciones europeas
Galicia fue la cuna del ascenso electoral del PP antes de llegar a La Moncloa a partir del triunfo de Manuel Fraga en 1989, y el partido de Mariano Rajoy quiere que la Xunta sea también su Covadonga política para emprender la reconquista del poder en España. En la primera jornada tras al cierre de las urnas, el líder de los populares saboreó una inesperada luna de miel con su partido que eclipsó, al menos por unas horas, las crisis que les afectan. Los críticos envainaron sus cuchillos hasta las elecciones europeas de junio, se apuntaron al éxito del candidato Alberto Núñez Feijóo y decidieron que el triunfo es una oportunidad para que Rajoy cambie. Al presidente del partido opositor le aguardan nuevas pruebas que superar donde tendrá que demostrar que puede sembrar ilusión en sus filas y también en su electorado.
Una de las primeras ‘marianistas’, la portavoz en el Congreso Soraya Sáenz de Santamaría, agitó la bandera de los resultados en la tierra de su jefe de filas para poner en valor la política de su partido y proclamar que las elecciones del domingo suponen «el principio del cambio que España necesita y que ya ha empezado por Galicia». La dirección popular cree que la recuperación del poder en una de las comunidades históricas y la posibilidad de influir en otra es el primer paso hacia la alternancia en La Moncloa y el final del túnel de dos legislaturas en la oposición. Creen así que Rajoy podrá afrontar con mayor comodidad las elecciones de junio y eclipsará al candidato Jaime Mayor Oreja.
El primer efecto del satisfactorio resultado electoral en Galicia ha sido el aplazamiento de las hostilidades internas porque, aunque los críticos se mantienen escépticos con el liderazgo de Rajoy o su línea política, deben esperar a una nueva convocatoria electoral para poner de manifiesto su disconformidad. Consultados los distintos sectores alejados del oficialismo popular, no había ayer nadie que no celebrara el primer y rotundo triunfo electoral de su partido.
Halagos de Aguirre
Uno de los valores en alza con este resultado, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, fue el más rápido en sacar conclusiones y apuntó que las votaciones de los gallegos y su respaldo a la candidatura de Núñez Feijóo dejan «sin argumentos» a las «voces críticas» que, a su juicio, alimentan los socialistas desde fuera del PP.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cambió sus discrepancias de otros tiempos por los halagos al líder. «Sin ninguna duda, estos resultados fortalecen a todo el PP y al primero de todos al presidente, Mariano Rajoy», fueron sus primeras declaraciones tras la noche electoral, que no compartió con la dirección de su partido porque se encontraba fuera de la capital. Para Aguirre, las elecciones del domingo marcan «el agotamiento evidente de las posiciones nacionalistas y el fortalecimiento indiscutible de las constitucionalistas». Y en este sentido apuntó que «está muy claro» que el perdedor de estos comicios ha sido el vicesecretario general del PSOE, José Blanco. «Por enésima vez se demuestra» que «no es la abstención, sino la participación», lo que favorece al PP en las urnas.
El ex presidente de la Xunta, Manuel Fraga, fue el más contundente y afirmó que «sólo un perfecto imbécil puede ahora decir que Rajoy no es el líder ideal en este momento».
Pero en el seno del primer partido de la oposición los sectores críticos mantienen sus recelos tanto sobre la capacidad de liderazgo de Rajoy como del acierto de su discurso político. En principio, creen que el presidente del partido dispone ahora de una nueva oportunidad para demostrar que es capaz de ganar elecciones y reforzar su poder tanto interna como externamente. Los descontentos cifran en cien días el margen de maniobra de su jefe de filas hasta que las elecciones europeas confirmen o desmientan el diagnóstico del domingo. «Todos estamos contentos, pero los problemas de este partido no se solucionan con una victoria en 24 horas», era ayer el primer análisis de un parlamentario escéptico.
El sector más conservador, partidario de posiciones radicales y contrario a la línea de moderación adoptada por la dirección nacional en esta legislatura, sigue con las espadas en alto y recuerda que el retroceso del candidato popular en en el País Vasco, Antonio Basagoiti, es fruto de ese giro estratégico. Por su parte, los que aspiran a un cambio mayor y quieren avanzar hacia opciones más «progresistas» siguen recelando de las habilidades de su jefe de filas. «Hay que darle un voto de confianza y ojalá lo aproveche, pero lo veo muy difícil porque se van a abrir muchos debates antes de las elecciones europeas», apuntó un firme partidario de utilizar el éxito del domingo para dar paso a un discurso más atrevido.
Un ‘nuevo’ PP
Los más jóvenes del PP, que coinciden con la forma de hacer política de Ruiz-Gallardón, creen que el alcalde de Madrid se ha visto catapultado con el resultado obtenido por su amigo Alberto Núñez Feijóo, a quien atribuyen todo el mérito del excelente resultado cosechado en las elecciones gallegas. «El próximo presidente de la Xunta se va a consagrar como el máximo exponente de un nuevo PP y pondrá de manifiesto las carencias de Rajoy», apuntó uno de los primeros simpatizantes del presidente de los populares gallegos. «Ruiz-Gallardón será un socio potente de Alberto y con los dos cambiará el equilibrio de poderes dentro del partido», añadió la misma fuente.
El resultado electoral calma a los sectores críticos, pero no los anula porque seguirán muy pendientes de cómo va a resolver Rajoy los conflictos que le aguardan por la trama de corrupción que investiga la Audiencia Nacional; por la crisis de los espías y los resultados de la comisión de investigación en la Asamblea de Madrid; la administración del discurso de Mayor Oreja en las elecciones europeas y su papel en los comicios de junio; las relaciones con el presidente del Gobierno y la articulación de un proyecto convincente para afrontar la crisis económica.