Si el gobierno alemán ha sabido gestionar la crisis del coronavirus eso ha sido porque, entre otras cosas, tenía un plan de pandemia. E incluso en 2012 se llevó a cabo en el Reich un simulacro de pandemia que el Bundestag encargó al Instituto Robert Koch. Asimismo se elaboró un Informe sobre análisis de riesgo en la protección de la población 2012, y precisamente se simulaba la llegada de un virus asiático llamado Mobi SARS, cuyos síntomas son «fiebre, tos, náuseas y neumonía». Es decir, un virus con síntomas muy parecidos a los que deja el SARS-CoV-2.

Sin duda tal simulacro ha servido de adiestramiento y de preparación para esta pandemia real, aunque en su momento el simulacro parecía algo de ciencia ficción. Como dijo Lothar Wieler, el director del Instituto Robert Koch, «El informe fue recibido entonces de manera muy positiva y se consideró útil por la gran cantidad de medidas recomendadas».

El 2 de marzo de 2017 el conocimiento que se adquirió con el simulacro se incorporó al Plan Nacional de Pandemia. Sin embargo, la aplicación en 2020 del informe de 2012 también ha tenido sus críticos, como el virólogo Timo Ulrichs: «No se tomaron todas las precauciones que sugería el texto, no se almacenó tantas mascarillas y trajes protectores como pedía y no se han realizado ejercicios de protección civil».

¿Y en España se hizo algo parecido o estábamos todo el tiempo en la higuera ideológica de la Memoria Histórica y en el limbo geopolítico de la Alianza de las Civilizaciones? En una entrevista en El País el pasado 23 de abril el ministro astronauta Pedro Duque llegaría a decir que «no teníamos un plan de qué hacer en una pandemia». Lo cual es falso, pues ya en mayo de 2005 ni más ni menos que el gobierno de Zapatero elaboró un Plan nacional de preparación y respuesta ante una pandemia de gripe. Por entonces la titular de la cartera de Sanidad era Elena Salgado (que de 2009 a 2011 sería ministra de Economía y Hacienda). Por tanto no sólo de Memoria Histórica y Alianza de las Civilizaciones vivía el zapaterismo.

En el informe del plan, entre otras cosas, se decía: «La OMS considera que la situación que se inició en diciembre de 2003 en el sudeste asiático, causada por la circulación de la cepa de virus de gripe aviar H5N1, puede tener el potencial de iniciar una próxima pandemia».

El texto se actualizó en 2006 y durante los siguientes años se iría completando con anexos. En el anexo XIII se contemplan acciones estratégicas como «el establecimiento de medidas no farmacológicas para limitar la difusión de un nuevo subtipo de virus de la gripe, para el cual la población no tiene inmunidad y toda ella es susceptible». La puesta en marcha de estas medidas -prosigue- «tendrá como finalidad contener la difusión del virus en focos localizados y en último término retrasar todo lo posible la difusión del virus con el fin de ganar tiempo para activar los planes asistenciales previamente establecidos, preparar la distribución de los fármacos antivirales y producir una vacuna efectiva frente al virus pandémico detectado». Insiste además en que el «objetivo primario» es «reducir el número de personas infectadas», remarcando que «las medidas de distanciamiento social y las medidas de higiene personal sirven para reducir la probabilidad de contagio entre personas enfermas y sanas, y reducir el riesgo individual de infección, respectivamente».

Seis meses antes de que fuese expulsado de la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy aprobó las bases de un plan ante pandemias que el primer gobierno de Sánchez no desarrolló y el segundo menos todavía, porque estaba en otras cosas: en sacar a Franco del Valle de los Caídos, en la Emergencia Climática, en la ideología de género y en dialogar con los separatistas.

Dicho plan consistía en una acción frente a posibles epidemias y pandemias que se aprobó el 1 de diciembre de 2017 como Estrategia de Seguridad Nacional. En el documento se advierte del aumento de enfermedades emergentes en las últimas décadas, «todas ellas con un fuerte impacto a nivel nacional»: como el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), la gripe por virus A/H5N1 (Gripe aviar) o la pandemia de gripe por virus A/H1N1 (Gripe porcina); el poliovirus salvaje; y también el Ébola en África del Oeste y la infección por virus Zika. El proyecto se  basaba en las siguientes premisas: «Reducir la vulnerabilidad de la población a los riesgos infecciosos cuando es factible (por ejemplo, mediante la vacunación), la probabilidad de introducción de riesgos infecciosos (por ejemplo, mediante el control e inspección de mercancías en frontera), así como la probabilidad de transmisión interna de enfermedades (por ejemplo, mediante buenos programas de prevención y promoción de la salud o buenos sistemas de saneamiento) es fundamental para minimizar los riesgos y su posible impacto sobre la población». Pero eso no es suficiente para eliminar los riesgos: «Es necesario, además de reducir la vulnerabilidad de la población, desarrollar planes de preparación y respuesta ante amenazas y desafíos sanitarios, tanto genéricos como específicos, con una aproximación multisectorial que asegure una buena coordinación de todas las administraciones implicadas tanto a nivel nacional como internacional».

También se advierte de la peligrosidad que supone la globalización positiva para la propagación de virus: «Este incremento se ha de relacionar con la prevalencia de las conocidas como acciones híbridas. Se trata de acciones combinadas que pueden incluir, junto al uso de métodos militares tradicionales, ciberataques, operaciones de manipulación de la información, o elementos de presión económica, que se han manifestado especialmente en procesos electorales. La finalidad última que se persigue es la desestabilización, el fomento de movimientos subversivos y la polarización de la opinión pública». Y se tenía en cuenta que «España, un país que recibe más de 75 millones de turistas al año, con puertos y aeropuertos que se cuentan entre los de mayor tráfico del mundo, un clima que favorece cada vez más la extensión de vectores de enfermedades, con una población envejecida y una situación geopolítica polarizada, no está exenta de amenazas y desafíos asociadas a enfermedades infecciosas tanto naturales como intencionadas».

En octubre de 2018 Iván Redondo, la mano derecha de Pedro Sánchez que inclina la cabeza ante Torra, compareció en la comisión mixta del ramo de las Cortes Generales donde presentó a los grupos parlamentarios el documento del gobierno de Rajoy. Redondo no sólo defendió los puntos de información sino que además hizo mención al plan anti-pandemias, y llegaría a decir que «el informe de 2017 pone de relieve el incremento de las enfermedades emergentes y la importancia de la detección precoz de los eventos que pueden suscitar crisis de salud pública, junto a la necesaria comunicación adecuada de la información».  Pero el gobierno de Sánchez no llegaría a desarrollarlo y se centró en su inútil y perniciosa agenda ideológica, lejos de llevar a cabo ninguna «detección precoz» de lo terrible que se venía encima.  

Y a finales de 2018, lo que quiere decir con Sánchez en Moncloa, el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), conocido como un think tank del Ministerio de Defensa, alertó de los posibles brotes virales en «megaurbes», y elaboró un informe de 168 páginas titulado Panoramas de tendencias geopolíticas: Horizonte 2040. El informe tiene muy en cuenta los riesgos a corto y medio plazo de pandemias: «La superpoblación insostenible de las megaurbes, como consecuencia de estos desplazamientos incontro­lados de personas afectadas por los efectos del cambio climático, crea­rá situaciones de anegamiento y congestión. Esto generará situacio­nes de conflicto, crimen organizado y pandemias en el corto y medio plazo». Y advierte que la salud «será uno de los graves desafíos del siglo XXI» a causa de la «proliferación de epidemias y pandemias».

¿Es que ninguno de los 22 ministros del gabinete estuvieron al tanto de los informes de 2005, 2017 y 2018? Al parecer Salvador Illa, el que más interesado debería estar, no estaba al tanto de tales informes, como tampoco lo sabía Pedro el Astronauta confesándolo ingenuamente en El País (y sobre Pedro el Doctor e Iglesias el Turrión para qué decir nada). Si hubiesen estado más atentos, al menos la primera semana de marzo, se habrían podido adoptar «medidas de distanciamiento en la comunidad», como dejaba bien claro el plan de 2005 en el anexo de 2007. Pero, lejos de afrontar el problema con prudencia, le echaron más leña al fuego al alentar a las masas a acudir a una manifestación ideológica (es decir, que no sirve para nada sino para entontecer aún más al pueblo), en la que se llegó a gritar de manera hipócrita «¡que no se besa!»; o en la que se decía con mucha alegría pero con supina ingenuidad  y cretinismo extremo que «el machismo mata más que el coronavirus». Y también podrían haber leído siquiera el plan y tener en cuenta la «restricción de viajes a áreas afectadas» y no cerrar los vuelos procedentes desde Italia hasta una fecha tan tardía como el 10 de marzo (responsabilidad que también correspondía a las autoridades italianas). Aunque para hacer algo tan obvio no hace falta leer nada.

    Daniel López. Doctor en Filosofía