Alguna semejanza cabe imaginar entre los alemanes actuales y las generaciones venideras de españoles, en caso de que nuestro país pueda recuperarse de la profunda crisis que atraviesa…

Ayer, en el sexagésimo aniversario de la creación del estado de Israel, la canciller Merkel, de visita oficial en el país hebreo, ha dicho que el Holocausto llena de vergüenza al pueblo alemán. Y si bien es cierto que a ella le honran sus palabras, las peticiones de perdón que los políticos realizan en el presente por sucesos históricos ya imborrables no dejan de ser actos gratuitos. Por decirlo de alguna manera, porque lo hecho, hecho está. Es verdad que Merkel no ha pedido perdón, sino que ha dicho que su historia reciente es una vergüenza para los alemanes. Y dice bien. Lo que ocurre es que dado el carácter trascendental de aquellos acontecimientos, la vergüenza habrá de acompañar a la nación alemana para siempre.
Traemos esto a colación porque, a pesar de la inconmensurabilidad del “crimen” que se perpetró en Alemania y sus distintas circunstancias respecto a la España actual, alguna semejanza cabe imaginar entre los alemanes actuales y las generaciones venideras de españoles, en caso de que nuestro país pueda recuperarse de la profunda crisis que atraviesa. Y es, a saber, que también sufrirán vergüenza por todos los hechos a los que nosotros estamos asistiendo sin que parezcan tener remedio, y algunos, por cierto, similares a los que produjeron las famosas leyes de la ciudadanía nazi.
Es la vergüenza, digamos “retroactiva”, por ejemplo, que estos días nos ha producido la noticia de que el Gobierno ha concluido, a través de un Informe de la Abogacía del Estado, que es ilegal que las calles y plazas de nuestro país lleven el nombre de asesinos etarras. Pues gracias a la reclamación de la familia del militar Jesús Velasco, asesinado en 1980 por un etarra a quien el ayuntamiento de Hernani dos años después consideró ciudadano ejemplar para dar nombre a un parque, se ha hecho público que desde los inicios de la democracia española esto es la moneda corriente en muchos municipios del País Vasco y Navarra. Afortunadamente, alguna esperanza despierta el que la Justicia española se haya pronunciado a favor de lo que es una mínima regla de decencia moral que llevaba tantos años vulnerada.
Desde la Fundación para la Defensa de la Nación Española, sabiendo lo mucho que aún nos queda por rectificar, celebramos esta sentencia y esperamos que todos los ayuntamientos responsables de tal ignominia restablezcan el honor debido tanto a los asesinados y sus familiares como a la sociedad española en su conjunto.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA