En definitiva: puede que Eduardo Antonio Puelles fuese un servidor, desde luego ejemplar, de los vascos pero solamente en la medida en que estos mismos forman parte, y parte esencial, de la propia Nación Española a la que Puelles había entregado sus esfuerzos cotidianos. Y esta es también la razón por la que la ETA ha puesto una bomba lapa en los bajos de su coche: por español.


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«Eduardo Antonio Puelles, como todas las víctimas del terrorismo, era uno de los nuestros». Con estas palabras, pronunciadas en tono solemne, se refería el sábado el Presidente de la Comunidad Autónoma Vasca, Francisco Javier López al miembro de la Policía Nacional Española asesinado brutalmente por la banda separatista vasca ETA en Arrigorriaga. Desde luego, desde la Fundación DENAES no podemos sino comenzar por manifestar nuestra plena coinciencia con tales declaraciones. Y es que sin duda, empezaremos por convenir, no se trata sólo de que el policía Puelles era en efecto «uno de los nuestros», sino de que, además, si la ETA lo ha asesinado ha sido precisamente por ello; es decir, por serlo.

Ahora bien, sin perjuicio de que la actitud de López nos parezca sin comparación más decorosa que la que habían mantenido personajes de la calaña de Ibarreche ante trámites parecidos, hemos de añadir que la dificultad mayor a la hora de interpretar la declaración institucional, por sí misma harto ambigua, aparecerá ante el trámite de precisar los parámetros que la propia clasificación del «Lehendakari» estaría dando por presupuestos pero sin hacerlos explícitos. Y ello puesto que si lo que se quiere dar a entender con tal clasificación es sencillamente que Puelles era «uno de los nuestros», en el sentido de un miembro de la clase de los «demócratas» a la que, por hipótesis, se opondría la clase de los «violentos», entonces, simplemente se haría preciso denunciar tales declaraciones como meramente retóricas, vacías, abstractas.

Y es que en este sentido, el presidente Pachi López debería reflexionar sobre la circunstancia siguiente: ¿ no pertencen también a tal clase así definida («los demócratas») los miembros de partidos secesionistas como puedan serlo el PNV, Aralar o Eusko Alkartasuna a los que ETA ni ha asesinado ni parece previsible que asesine en el futuro?. Y a su vez, tales partidos democráticos (aunque no por ello más respetables políticamente que ETA-Batasuna, al menos desde la perspectiva de nuestra Fundación), ¿no constituirían sencillamente el tronco del cual la propia banda asesina ETA se habría escindido en su momento? No, no es a título de demócrata que la ETA ha decidido situar a Puelles en el centro de su macabra estrategia homicida.

Tampoco tendría ningún sentido suponer –como lo hace el propio López– que a Puelles lo han matado por ejercer la función que es propia de un «servidor de los vascos y de Euskadi». Proceder de este modo es olvidar que el concepto de Euskadi no es ni mucho menos inocente (pues es un neologismo producto de los delirios de un demente tan repugnante como pueda serlo Sabino Arana) y que desde luego Eduardo Antonio Puelles no ha sido asesinado por defenderla. Y si cabe en efecto concebir a Puelles como un servidor de los vascos, ello, sólo será en su condición de miembro de una policía no por nada rotulada «Nacional». En definitiva: puede que Eduardo Antonio Puelles fuese un servidor, desde luego ejemplar, de los vascos pero solamente en la medida en que estos mismos forman parte, y parte esencial, de la propia Nación Española a la que Puelles había entregado sus esfuerzos cotidianos.

Y esta es también la razón por la que la ETA ha puesto una bomba lapa en los bajos de su coche: por español.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA