Sólo en la Nación Española se tolera que un diputado con asiento en el congreso haga trizas la Constitución que juro cumplir al tomar posesión de su cargo, o que un político afirme, con ligereza imperdonable y una interpretación gratuita de sus símbolos, que España es una unión federal
Es un tópico que determinadas cosas sólo pueden pasar en España. El «España es diferente», tantas veces evocado bajo el complejo de inferioridad de quienes han interiorizado la Leyenda Negra que, como decía Juderías, deforma nuestra Historia hasta alejarnos de los pueblos civilizados, tiene sin embargo una lectura justificada en un hecho político incuestionable: a día de hoy, no sólo una serie de sectas antiespañolas, bajo el nombre de «partidos nacionalistas», tienen su asiento en las instituciones democráticas, sino que además disponen de total impunidad para humillar y ultrajar a esa Nación Española que les concede existencia legal, voz y voto.
Así fue que el pasado miércoles, el diputado de Amaiur (marca blanca de la banda terrorista ETA) porNavarra, Sabino Cuadra, no tuvo ningún reparo en romper, durante su intervención en la tribuna del Congreso de los Diputados, un ejemplar de la Constitución Española de 1978. Para sorpresa general, la provocación de semejante energúmeno separatista, no provocó la más mínima respuesta de parte del presidente de la Cámara, el popular Jesús Posada, quien se puso de perfil como las autoridades presentes en la pasada Final de la Copa del Rey en el momento en que fue ultrajado el Himno Nacional Español.
Para más inri, el diputado separatista no tuvo el menor empacho en subir a la tribuna del hemiciclo, en claro gesto de provocación, vestido con una camiseta en la que figuraba una una gran bandera independentista catalana (la famosa estelada), paso previo al momento cumbre de su discurso: el citado ultraje a la Constitución Española, puesto que esas hojas arrancadas incluyen al parecer artículos que no comparte, como el Artículo 2, donde se reconoce «la indisoluble unidad de España». «La solución es que esto y esto desaparezca», proclamó a voz en grito mientras efectuaba su ultraje, apostillando que «El Gobierno es como la madrastra de Blancanieves, que tiene miedo a mirarse en el espejo del derecho a decidir». La pregunta que uno se hace es para qué comparece semejante impresentable en el parlamento de una nación que tanto odia y a la que dice no pertenecer…
Como es lógico, los murmullos de protesta de numerosos diputados de diversos grupos parlamentarios, se dejaron escuchar, dando paso a la indignación mayoritaria de la Cámara. Tal ha sido el caso de la portavoz de UPyD, Rosa Díez, que calificó de «indignante» el espectáculo de Cuadra y la pasividad de Posada; en la misma línea apuntó su compañero de grupo Carlos Martínez Gorriarán. También en el Partido Popular se dejaron escuchar voces de protesta contra Posada, como la de la diputada gallega Ana Vázquez: «El diputado de Amaiur exhibe una estelada, rompe una constitución delante de las narices del presidente del Congreso ¿y no pasa nada?», se preguntaba su compañera de partido, pidiendo otros diputados populares que se tomen medidas para frenar esos ultrajes.
Pero si en el Congreso de los Diputados de nuestra Nación abundan estos gestos, en Cataluña, donde las elecciones autonómicas del 27 S son consideradas «plebiscitarias» por unas sectas separatistas que forman una «candidatura unitaria» de «Juntos por el Sí [a la secesión]», el candidato de un partido presuntamente nacional, Miguel Iceta, del PSC (en realidad, un partido asociado al PSOE), se ha permitido frivolizar de una manera intolerable en un mitin con la propia Nación Española. No sólo se repitió el espectáculo demagógico de poner de fondo de pantalla gigante la bandera de España, como hiciera Pedro Sánchez al comenzar el verano. En este caso, transitando desde la señera catalana a la rojigualda, Miguel Iceta pidió que la imagen se focalizase en el escudo de la bandera, afirmando que los «cinco reinos» que aparecen en él (Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada), en imitación de la famosa teoría de historiadores como Menéndez Pidal sobre el origen medieval de España, eran la prueba inequívoca de que la Nación Española es una estructura federal y que hemos de mantenernos «unidos». Al menos, ese fue el juicio que el hermeneuta Iceta realizó sobre nuestros símbolos.
Semejante frivolidad no alcanza lógicamente los niveles del energúmeno de Sabino Cuadra, pero no deja de ser una forma más de poner en cuestión la propia unidad de España: al fin y al cabo, suponer que la Nación Española es un resultado de una voluntad de varias partes de permanecer unidos, implica que esa voluntad puede dejar de ser firme en cualquier momento y una de las partes abandonar al resto. Y ello bien pudiera ser en el caso de la Nación Española existente en la Edad Media, un proyecto común que aglutinaba a los reinos peninsulares frente al Islam, y que suponía su unión solidaria; pero esta unión solidaria, como es bien sabido, no siempre mantuvo la misma intensidad, pues no sólo Portugal en el siglo XII se declaró vasallo del Papa para no ser dependiente del reino de Castilla y León, el más poderoso durante este período en el territorio peninsular: también la Corona de Aragón dejó de lado por momentos esa unión para declararse reino vasallo del Sumo Pontífice, aunque en otros demostró esa solidaridad, como cuando Jaime I el Conquistador ayudó a Alfonso X el Sabio para dominar la taifa de Murcia, justificando la ayuda «para salvar a España».
Pero lo cierto es que Miguel Iceta debiera mantener los pies en el suelo y dejarse de interpretaciones gratuitas y partidistas de nuestra historia: ni estamos en la Edad Media, ni puede darse marcha atrás a la unión de reinos simbolizada en el matrimonio de los Reyes Católicos en 1469, que dieron lugar a un estado unitario y centralizado (para nada federal), de donde acabó emanando en 1812, con la caída del Antiguo Régimen, la Nación Española de ciudadanos iguales ante la ley, la Nación política moderna. Son precisamente los intentos de los separatismos en España los que amenazan esa unidad indisoluble reconocida en la Constitución de 1978, y plantear un proyecto federal para contentarles o «buscarles encaje» sólo servirá para dar alas a los sediciosos. En dos palabras: Miguel Iceta y el PSOE en general, con sus proyectos federales no buscan otra cosa que contentar a los Sabino Cuadra que parasitan España.
Desde la Fundación Denaes constatamos el poco respeto que a la Nación Española le demuestran sus políticos, ya no los sediciosos que forman las sectas antiespañolas con asiento en nuestras instituciones, sino quienes debieran hacer valer una ley que es ultrajada una y otra vez sin que las autoridades pertinentes hagan nada por evitarlo. Al contrario: parecen más preocupados de buscar la manera de no violentar a los sediciosos, incluso proyectando gratuitamente nuevos «marcos de convivencia» que poco a poco les vayan abriendo el camino a su soñada independencia. Solamente un cambio radical de dinámica en este sentido ayudaría a frenar la constante amenaza que esos separatismos constituyen para España.
Fundación para la defensa de la Nación española