El Tribunal Constitucional parece decidido a hacer las cosas de modo que el estatuto de Cataluña pueda pasar el trámite sin cambiar una coma. El estatuto no pasará el examen en bloque, sino por partes.


Mientras Zapatero decide si respeta la voluntad de los navarros y deja gobernar a la fuerza más votada –de lejos, UPN-, o si, por el contrario, humilla a los socialistas de Navarra y ordena pactar con los anexionistas del nacionalismo vasco, aparece en el horizonte un nuevo conflicto: el Tribunal Constitucional parece decidido a hacer las cosas de modo que el estatuto de Cataluña pueda pasar el trámite sin cambiar una coma. El estatuto no pasará el examen en bloque, sino por partes. Al mismo tiempo, un magistrado recusado por sus evidentes conexiones con el nacionalismo catalán ha sido “absuelto” y sólo será apartado de una de las votaciones. Así la mayoría progubernamental se garantiza la hegemonía en la mayoría de los recursos planteados. No estamos lejos del refrán: “Quien hace la ley, hace la trampa”. Lo que el Tribunal Constitucional debería preguntarse es qué crédito merece una institución capaz de hacer semejantes enjuagues.