Como era de prever, todos los grupos nacionalistas y, valga la redundancia, antiespañoles, se opusieron a la medida, sabedores de la importancia que ella tendría, y de las fatales consecuencias que para sus traidores propósitos tendría una acción orientada en tal sentido.
En la jornada parlamentaria de ayer, nuestros diputados dejaron entrever los verdaderos motivos que se ocultan bajo su a menudo errático proceder.
En los asientos del edificio sito en la madrileña Carrera de San Jerónimo, como es bien sabido, se acomoda un colectivo de profesionales de la política que, unidos por el común denominador de su condición de diputados españoles, se divide y fragmenta en diversos grupos a menudo unidos por la disciplina de partido o, como es el caso de una amplia variedad de partidos, por su odio a España. Bajo su cubierta, el Congreso, generoso, acoge a representantes de partidos cuya única finalidad es socavar los cimientos de la nación española, objetivo que, para sorpresa y escándalo de cualquier mente medianamente despejada, es financiado por la propia España.
Entre las herramientas de destrucción nacional, descuellan las diversas leyes educativas autonómicas que, desarrolladas en ese antiespañol sistema político, buscan la erradicación de la lengua española y el lavado de cerebros de los ahora púberes y pronto votantes, con el objetivo claro de la secesión.
Pues bien, es el caso que ayer, a instancias de la única representante del partido UpyD, Rosa Díez, el citado Congreso votaba a favor o en contra de una iniciativa en la que se pedía reformar la Constitución para devolver al Estado las competencias en materia de Educación. Una vez realizada la votación, la iniciativa sólo contó con un voto favorable, precisamente el de la propia Díez.
Como era de prever, todos los grupos nacionalistas y, valga la redundancia, antiespañoles, se opusieron a la medida, sabedores de la importancia que ella tendría, y de las fatales consecuencias que para sus traidores propósitos tendría una acción orientada en tal sentido.
En cuanto al partido confederal que aún responde al nombre de PSOE, la negativa era esperada, pues su proyecto, con su líder a la cabeza, pasa por mantener la tiranía lingüística allí donde ya está asentada, y ganar nuevos territorios para tan desleal medida. A ello hemos de sumar el hecho de que tal partido tiene «infiltrado» al PSC, partido independentista que a menudo marca la pauta, mediante groseros chantajes y amenazas, de las decisiones generales, hasta el punto de ser el responsable de la subida al poder socialista del propio Zapatero.
Por último queda el ambiguo PP. Enredado, como todos, en el cálculo electoral, y con la vista siempre puesta en el qué dirán los medios de comunicación, sus diputados no tuvieron ayer la gallardía de votar favorablemente a tan sensata medida, ofreciendo de este modo una nueva y triste muestra del sectarismo de esa pesada carga para España que responde al nombre «clase política».
Desde DENAES, no podemos sino reprobar la conducta de todos estos políticos, a la vez que felicitamos y animamos a la señora Díez, a que persevere, en la esperanza de que alguno de sus vecinos de escaño supere sus miedos y rompa la párvula disciplina de partido que atenaza a sus «señorías».
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA