No resulta nada curioso, sino que parece asumirse tristemente como normal que podemos «ser Francia» cuando nuestros vecinos sufren un atentado terrorista, pero no somos capaces de «ser España» cuando esa misma violencia terrorista nos ataca a nosotros mismos


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El pasado viernes una noticia abrió los telediarios de la noche: la muerte de un policía español que custodiaba la embajada española en Kabul, resultado de un tiroteo a cargo de terroristas islámicos; posteriormente, otro de los policías heridos fallecería y se convertirían en dos los caídos en el atentado: los policías Isidro Gabino San Martín y Jorge García Tudela.

De inmediato, los partidos políticos, inmersos en la campaña electoral cara a las elecciones de este próximo domingo 20 de Diciembre, interrumpieron sus actos de campaña para dar la triste noticia, y pese a que ninguno de los líderes políticos lo citó expresamente, una idea implícita, que llevaba tiempo flotando, recorrió el ambiente: se abriría la veda para utilizar políticamente el atentado terrorista, como se hiciera en el pasado con el 11 M en el contexto de las elecciones generales del año 2004, u otros crímenes similares en tiempos de campaña electoral, como el del militante socialista Isaías Carrasco en las siguientes elecciones generales, en el año 2008.

Sea como fuere, los medios de comunicación comenzaron a insistir muy pronto en las presuntas «contradicciones» del gobierno del Partido Popular, afirmando primero que no había víctimas españolas al ser un ataque a una vivienda cercana a la embajada, poco después teniendo que desdecirse pues las noticias que llegaban desde Afganistán eran las de un policía muerto, y ya más tarde teniendo que rectificar de nuevo, debido a que el tiroteo entre terroristas y agentes policiales resultó muy intenso y centrado en la legación diplomática española. Sin embargo, todas las informaciones que llegaban eran muy confusas y lo hacían de forma fragmentaria y casi en riguroso directo, por lo que era muy difícil de interpretar en el momento la situación real; no puede acusarse al gobierno ni al Presidente Mariano Rajoy, que hubo de suspender su mitin para informar hasta en dos ocasiones de lo que estaba sucediendo en ese mismo momento, de ocultar una información que desconocía, como parecieron insinuar con cierta mala fe los periodistas que narraron los hechos.

En cualquier caso, una situación que en principio debiera ser paradójica resultó asumida como algo normal: ninguno de los mismos periodistas que no hace mucho nos llamaron a solidarizarnos con Francia y difundieron ampliamente el lema «Somos Francia» (similar al de «Soy Charlie», en referencia al atentado terrorista islámico que sufrió la redacción del periódico francés Charlie Hebdo en el mes de Enero), no tuvieron el suficiente ingenio para fortalecer los lazos patrióticos y decir «Somos España» o algo parecido. No: cuando matan a alguien del resto del mundo tenemos que ser los más solidarios, pero eso de reforzar el orgullo patrio y la solidaridad nacional cuando matan a uno de los nuestros pareciera ser una cosa prohibida y estigmatizada (qué decir de la bandera de España), salvo que se trate de un partido de fútbol…

Y es que, para los cínicos periodistas, los policías muertos en acto de servicio defendiendo la embajada española en Kabul (cómo quisieran muchos rememorar las famosas manifestaciones del ¡No a la Guerra!, que tantos réditos políticos entregaron, especialmente un PSOE en horas ciertamente bajas), no son los muertos en las «misiones de paz» de un cínico gobierno socialista en la etapa de Zapatero, que retiró las tropas de Iraq, donde nunca llegaron a entrar en combate durante la conquista del país, pero mandó a la boca del lobo a más y más tropas en el propio Iraq y en Afganistán (cuyos cuerpos llegaban casi por la puerta falsa y eran enterrados sin los correspondientes honores). Si aún queda algo de patriotismo en la Nación Española, estos dos agentes muertos ejerciendo la labor a la que consagraron su existencia, deben ser considerados verdaderos héroes que defendieron a España y que, en consecuencia, han de recibir, como parece que sucederá, la Medalla de Oro del Mérito Policial a título póstumo.

Pero esto que aquí decimos, desafortunadamente, nunca será bien entendido en una Nación Española sumida en una profunda crisis y decadencia. Una nación que, a decir de Julián Marías (el discípulo que superó ampliamente a su maestro Ortega, al menos en sus análisis sobre España), es europea y nació así como tal, pero desbordó ampliamente ese ámbito para convertirse en lo que denomina como «supernación transeuropea», en tiempos del Imperio Español, con presencia en todo el mundo, especialmente en América. Característica que perdió cuando cayó el Imperio y se convirtió en una realidad ya meramente provinciana, anticipo de una suerte de aldeanismo y particularismo que derivó en la formación de sectas separatistas de toda laya y condición; tanto es así, que podemos considerar como resultado suyo el engendro del Estado de las Autonomías, donde los españoles, por decirlo con Antonio Machado, acabaron volcándose en sus «hechos diferenciales» regionales y pasaron a encarecer su carácter de extremeños, catalanes, vascos, &c. y a convertirse así en españoles incompletos, insuficientes. Tanto es así, que la mera mención a España pareciera sugerir, en las débiles mentes de quienes son siquiera incapaces de pronunciarla, la asociación con otras como oscurantismo, autoritarismo, &c. Con la Leyenda Negra en definitiva, la misma que pide en consecuencia la disolución de la Nación Española o su debilitamiento paulatino, todo con tal de contentar a quienes, como diría Marías, nunca se contentarán: los separatistas antiespañoles.

Así son las cosas y así vemos con tristeza que, en las campañas por reivindicar a los dos héroes caídos en acto de servicio en Kabul, los fallecidos son reducidos a su condición de agentes y se pasa por alto su condición de españoles. Se dirá incluso que, como se encontraban en acto de servicio, no puede compararse su muerte a la de los pacíficos ciudadanos que cayeron víctimas del fuego yihadista en la Sala Bataclán y otros lugares públicos de París. Sin embargo, asumiendo que el ataque fue directo contra la embajada española y no meramente accidental, como intentan sostener los medios de comunicación para hacer propaganda contra el gobierno popular, entonces lo que fue atacada es la propia Nación Española, cuya peculiaridad nacional queda sin embargo inmersa en el magma de los «infieles» o «cafres» para los yihadistas, quienes no distinguen entre franceses, españoles o norteamericanos cuando de atacar a quienes no comulgamos con la fe de Mahoma se trata…

Desde la Fundación Denaes, y en contra de la indiferencia reinante más allá de la mera confrontación política, queremos rendir homenaje a los dos policías muertos en Kabul, Isidro Gabino San Martín y Jorge García Tudela, y presentar nuestro más sentido pésame a sus familias. No sin dejar de lado que, al igual que ha sucedido con otras víctimas del terrorismo españolas, son una representación de una Nación Española herida por sus enemigos, en este caso no por parte de quienes pretenden fraccionarla y destruirla, como es el caso de la banda terrorista ETA, sino por parte de quienes quieren reconvertirla en musulmana y recuperar Al Andalus, el terrorismo yihadista. Ante todo, «Somos España».

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.