Declaraciones como las del presidente en Estambul revelan bien a las claras que quien las pronuncia está atacando así, directa y conscientemente, la misma esencia y unidad de la Nación española. Algo que coincide, por otra parte, con el fin último de las continuas cesiones a la casta separatista por parte del gobierno de Zapatero


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El pasado lunes y en Estambul tuvo lugar el enésimo respaldo oficial a la pervertida, perversa historia de España fomentada por cierta izquierda —no toda— antinacional que pudre nuestra piel de toro. Y el marchamo ha venido nada menos que de nuestro presidente del Gobierno; pronto él, cómo no, a defender sin reservas la entrada de Turquía en la Unión Europea como ejemplar baza para la consecución final de ese espejismo aliciano llamado Alianza de Civilizaciones.

Pues bien, presentó Zapatero a España como un país “orgulloso de la influencia del islam” en su historia abogando, oh paradoja, por una profundización del anfitrión en las reformas sociales directamente proporcional —suponemos— a su islamización bienhechora.

El fenómeno, bien es cierto, no ha sido ni es exclusivo de nuestro país y así tenemos a ese mendaz de Roger Garaudy y demás convertidos islamistas en Europa alineados junto a Blas Infante, Juan Goytisolo o el mismo Zapatero. Pero una nación como España —pensamos desde la Fundación DENAES— cuya Leyenda Negra tan sólo es equiparable en magnitud y perjuicio a la que sufren los Estados Unidos; donde llevamos décadas inmersos en un proceso de descentralización y vergonzosa manipulación educativa para beneficio de la autonomía de turno; donde la mentira se impone ya desde la más tierna infancia en laboratorios ideológicos o centros escolares de adoctrinamiento; y, sobre todo, cuya unidad e identidad han sido forjadas precisamente durante siglos de Reconquista frente al islam bajo el signo de la Santa Cruz, declaraciones como las del presidente son aún más sangrantes que en el resto del continente y revelan bien a las claras que quien las pronuncia está atacando así, directa y conscientemente, la misma esencia y unidad de la Nación española. Algo que coincide, por otra parte, con el fin último de las continuas cesiones a la casta separatista por parte del gobierno de Zapatero.

La Fundación DENAES, en guardia permanente frente a todo aquello que atente contra la verdad historica y por tanto contra la misma esencia de la Nación española, no se cansará en este sentido de desmontar mitos tan perniciosos como el de la supuesta convivencia armónica de las “tres culturas” durante la Edad Media, limitada según recientes y acreditados estudios (H. Salvador Martínez) a reducidas élites culturales y políticas del siglo XIII; el del legado lingüístico andalusí, tan exiguo como magnificado, puesto en solfa por el eminente filólogo Francisco Rodríguez Adrados; o las dudosas bondades “democráticas” de la sharia practicada en Al-Ándalus, que Claudio Sánchez Albornoz dedicó toda su vida a desenmascarar junto a la falsa teoría de la herencia arábigo-genética de los andaluces.

Antes que fingir alianzas infantiles basadas en falsas bondades absolutas, antes de basarse en éstas para apoyar el ingreso de Turquía en la UE, Zapatero debería saber que fue precisamente en la gloriosa jornada de Lepanto (1571), venciendo al turco, donde España culminó su vocación europea de libertad e imperio. Así al menos lo vio Cervantes, uno de esos “cerebros domeñadores de injusticias y crímenes” que llamó el poeta Verhaeren a los héroes de Europa, cuando “allí, con rabia y con mortal despecho, / el otomano orgullo vio su brío / hollado y reducido a pobre estrecho”.

Y es que, pese a quien pese, Reconquista y Lepanto han sido, son y serán motivo de orgullo para los españoles.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA