La manipulada fiesta del 11 de Septiembre que hoy se celebra en Cataluña, la famosa Diada, constituye el preludio a unas elecciones autonómicas «plebiscitarias» que volverán a escenificar el chantaje de los separatistas catalanes
Fue un 11 de Septiembre de 1714 cuando Rafael Casanova proclamó en Barcelona «la independencia y libertad de toda España», justo cuando el partido del Archiduque Carlos de Austria, por el que luchaba el propio Casanova en la Guerra de Sucesión al trono español, va a ser derrotado por el del Borbón Felipe de Anjou, después Felipe V de España. Esa misma efeméride que este 11 de Septiembre de 2015, en el inicio de una campaña electoral catalana que culminará el 27 de Septiembre en unos comicios «plebiscitarios», se interpreta como la derrota de una nacion catalana independiente, que habría sido derrotado por el centralismo español, el que habitualmente se caracteriza como «cárcel de pueblos».
Festejar la efeméride de una derrota pareciera algo sorprendente, pero lo cierto es que no es tan raro en esta Europa históricamente convulsa: recordemos que en 1989, cuando los lazos de la República de Yugoslavia comenzaban a resquebrajarse como resultado del tambaleamiento del Muro de Berlín y la Unión Soviética, Slobodan Milosevic apareció en Kosovo para afirmar ante los serbios allí residentes que no se repetiría la derrota de seiscientos años atrás, en 1389, en el mismo Valle de los Cuervos en el que el Reino de Serbia desapareció ante el avance del turco. Quedaba así asentada en el imaginario colectivo la idea de una Serbia que remontaba sus orígenes a aquel estado medieval, antesala de las políticas de limpieza étnica que tanto estremecerían al mundo.
Los separatistas catalanes no se quedan atrás en sus delirios de supremacía racial, por mucho que ahora se camuflen bajo la forma de lucha por la Cultura (Kulturkampf), de ensalzamiento de su ridícula lengua vernácula catalana, lengua de laboratorio acuñada por Pompeu Fabra hace un siglo escaso para pasar por encima del tradicional lemosín que se hablaba en esa región española. Estos sediciosos, que se consideran poco menos que arios, superiores a unos «españoles mesetarios» a quienes emparentan con judíos y árabes, celebraron el pasado año los tres siglos de la derrota de Casanova como si fuera la de una ficticia nación llamada Cataluña, oprimida por esos mismos seres inferiores mesetarios sobre los que aspiran a imperar, chantajeándoles con la disgregación para conseguir privilegios de autogobierno, financiación, &c. La manipulación histórica más burda que quepa imaginarse se enmascara bajo el nombre de la Diada, que si hubiera que identificarla con alguna figura institucional española, sin duda su molde ideal sería el del género literario del esperpento.
Esperpento que esta ocasión, por primera vez en la historia, coincide con el inicio de las citadas elecciones plebiscitarias, y que pese a ser un acto claramente político y partidista, ha sido tolerado por la Junta Electoral correspondiente, tanto su celebración como su retransmisión por la televisión pública del separatismo, TV3. Tal es la tolerancia de las instituciones españolas hacia todo este proceso durante décadas, que ha envalentonado a los sediciosos en su huida hacia delante, con constantes chantajes para lograr más y más prebendas, el apaño definitivo que les permita decir, como en el año 2006 con el Estatuto que les reconoció como nación, que no chantajearán al menos durante unos años de tregua…
Como es lógico, toda la responsabilidad recae sobre el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a quien constantemente se le conmina a que aplique el Artículo 155 de la Constitución Española de 1978 para suspender la autonomía catalana, y más tarde proclamar el estado de excepción que daría con los huesos de Mas, Junqueras y otros caracterizados sediciosos en la cárcel. Pero, como bien sabemos, la apelación al Artículo 155 es como la apelación al lobo por parte del pastor de ovejas en el famoso cuento infantil, una mera quimera que nadie se cree que tendrá lugar nunca, máxime sabiendo que en más de treinta años de régimen democrático, jamás se han hecho valer ni la ley ni las sentencias emanadas de los tribunales españoles que obligaban a respetar algo tan elemental como la enseñanza de la lengua común de España, el español, frente a la política de inmersión e imposición lingüística de la Generalidad del ridículo y minoritario idioma catalán, ni niguna otra sentencia de ningún alto tribunal español de clase alguna. Ni el PSOE ni el Jefe del Estado consentirán que se cambie una coma al Estado de las Autonomías actual, salvo para caminar hacia una senda «federal» que reconozca «la singularidad catalana», mientras ese engendro resultante bien respetase una cierta unidad que aún se pudiera llamar España o bien permitiese al actual inquilino de la Jefatura del Estado mantener sobre su cabeza la Corona…
En esta situación, la maniobrabilidad del Gobierno de España se reduce a lo que Gustavo Bueno denominó como estrategia de la «Fábula de la zorra» del Conde Lucanor: ir minando poco a poco, de manera subrepticia, la fuerza de los partidos separatistas, bien facilitando la fuga de empresas de Cataluña, bien usando de la corrupción del famoso «tres por ciento» que ha aparecido abruptamente en la campaña electoral con el registro de las sedes e instituciones adscritas a Convergencia, para desacreditar y dividir al separatismo (al parecer fue un miembro de ERC quien dio el paso definitivo para la denuncia). Estrategia cuyos efectos aún están por valorar, una vez culminado este nuevo capítulo del «proceso».
Desde la Fundación Denaes consideramos la manipulada y esperpéntica fiesta de la Diada que hoy numerosos sediciosos, moldeados desde la escuela por un delirio infame de superioridad sobre el resto de españoles, celebrarán portando las ridículas banderas esteladas, como un preludio: el preludio de un nuevo intento de chantaje sobre la Nación Española y el Gobierno de España para conseguir más privilegios (en este caso un futurible pacto fiscal, como bien ha insinuado el ministro Margallo), pero no como el plebiscito definitivo que les otorgaría la legitimidad «democrática» para proclamar la independencia. Una presumible independencia que no por haber sido anunciada de este modo democrático sería legítima, y que conduciría a un callejón sin salida a los sediciosos: ¿a quién chantajearían para conseguir más privilegios, una vez fuera de la Nación Española, convertidos en una nación flotante dentro de la biocenosis europea?
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.