El pasado 29 de septiembre, con motivo de la celebración del día del partido (Alderdi Eguna), el presidente del Partido Nacionalista Vasco, Andoni Ortuzar, pronunciaba en la lengua del Imperio unas palabras llenas de elegancia, sutileza y precisión, propias de un eminente orador avanzado y consumado; algo a lo que los políticos de la piel del toro de la sacrosanta democracia del 78 ya nos tienen bien acostumbrados.

            Ortuzar llamó a «cerrar filas» en pos del autogobierno contra quienes quieren mantener al País Vasco en «el redil español». El líder de la formación separatista pidió a los ciudadanos que no «dimitan» de la política aunque sientan «hastío» por la situación del bloqueo que nos ha llevado a unas nuevas elecciones. Él mismo confiesa que se siente «cabreado, harto y hastiado». ¿Un separatista cabreado, harto y hastiado porque no se forme gobierno en España? Sea como fuere, el peneuvista bienhablado sentenciaba que «el cabreo vasco exige voto vasco»; o, más en rigor, «el cabreo aberchale debe convertirse en voto aberchale». El voto separatista es carne de sentimientos y no de eutáxicos razonamientos. Hete aquí un canto al irracionalismo inherente al separatismo: mucha cursilería y poca argumentación objetiva; permanente ramplonería y excesiva vulgaridad; amén de huelga de lógica y raquítica rigurosidad.

            Ortuzar, en un arrebato místico de profunda sinceridad, aseguró a sus militantes que no quería convertir el día del partido «en un mitin electoral». Pero dicha celebración ni por un segundo dejó de ser un acto de campaña. Durante la ceremonia envió «un abrazo emocionado» a Cataluña -es decir, a los separatistas catalanes- y en concreto a esos sujetos que se hallan «injustamente encarcelados en Lledoners». Todo un gesto de solidaridad al más puro estilo traicionero peneuvista, valga la redundancia; es decir, solidaridad contra España.

            Ortuzar, en un titánico esfuerzo de originalidad prácticamente inédito en nuestros oscuros y confusos tiempos de incertidumbre permanente, recurrió al líder no elegido democráticamente Francisco Franco al recordar que éste llegó a presumir de «no meterse en política»; y eso -asegura el caudillo aberchale- es lo que quieren algunos para que todo el poder quede «en sus manos». A su vez, el convencido aranista contempla que «el espectáculo que a veces se proyecta desde Madrid se lo pone fácil a los de la antipolítica»; y añadía que los dirigentes españoles «tienen menos diálogo que una película porno».

            El gran retórico Andoni matizaba que «donde no hay política hay dictadura y populismo». Dos términos que en nuestro presente se usan con mucha alegría aplicándose en referencia a casi cualquier material; del mismo modo que todo fenómeno meteorológico o atmosférico que se salga de lo rutinario es «explicado» mediante la ideología del cambio climático, es decir, con menos argumentos que el guión de un film pornográfico.

            El buen separatista advertía a su entregada audiencia que «toca apretar los dientes otra vez», porque «vamos a tener un otoño caliente y una primavera movidita». No dijo nada de qué harán durante el invierno. Mucho frío para hacer la «revolución».

            Frente a una posible recentralización de competencias por el Estado, a nuestro juicio bastante improbable, dada la dejadez que desde décadas se practica en Moncloa, Ortuzar llamó a «poner pie en pared contra quienes quieren volver al pasado, contra quienes por envidia quieren quitarnos lo que es nuestro». Aunque ha de saber su señoría que el País Vasco es tan de los vacos como de los demás españoles, porque en eso consiste la nación política: en una sociedad de ciudadanos libres que puedan moverse sin inconvenientes por todo el territorio e iguales en deberes y derechos. Los ciudadanos españoles que viven en el País Vasco no deberían tener más privilegios que los demás, por mucho Rh negativo que lleven en la sangre. Aunque Ortuzar se niega a que esto sea así y, recordando la reciente sentencia del Tribunal Supremo contra el sistema vasco de becas educativas que presentó el gobierno del PP en 2016, llegaría a decir: «Nos quieren iguales, pero para empeorar. Esa es la idea que tienen algunos de su gran España». Sin embargo, al parecer, Sánchez se ha comprometido a ceder más competencias estatales al gobierno del País Vasco en el próximo año. Siempre estamos ante los gestos de grandísima generosidad que se complementan con la complicidad moclovita, como pasa también con los catalanes sediciosos. «Y mientras venga a pedir dinero y más dinero», que decía Negrín.

            El Ortu-Zar de todas las Euskal Herrias quiere poner a lo que considera su nación «a la cabeza de Europa». Esa es la idea que tienen algunos de su gran Europa, la Europa sublime de los pueblos racialmente superiores. Porque es con Europa y no con la harapienta España «con quien nos tenemos que comparar». Por eso no se sienten españoles «ni por el forro», porque «¡Euskadi es la leche!» (o la letxe); y España, suponemos, el hedor y el sabor a leche cortada. Y ni que decir tiene que «Euskadi es diferente»: sólo hay que ver al mismo sujeto-corpóreo-viviente Andoni Ortuzar y comprobar que estamos ante una nación compuesta por una raza de seres superiores y no de mugrientos seres inferiores.

            Durante la celebración del día del partido más reaccionario de la gran nación española, Ortuzar y el presidente de la comunidad vasca, Iñigo Urkullu, subrayaron la importancia del Estatuto vasco para que, desde tal plataforma, se pueda alcanzar más autogobierno con un nuevo estatuto, desafiando al próximo gobierno de España con más privilegios para los separatistas. Estas palabras son pronunciadas teniendo a la vista el 40 aniversario del Estatuto de Gernika que se celebrará el próximo 25 de octubre. Urkullu reivindicó a aquellas figuras que tuvieron «la visión política de recuperar los derechos históricos». ¿Quiénes son ahora los extravagantes vesánicos que «quieren volver al pasado»? Que a finales del siglo XX y aún a estas alturas del siglo XXI se hable de «derechos históricos» cabe dentro de la normalidad si nos estamos refiriendo al partido más rancio de España y de parte del extranjero. Pero que semejante exigencia esté en la boca de los líderes de las sedicentes izquierdas eso clama el cielo, el infierno y el purgatorio. 

            Mucho más elegante, e incluso amable en demasía, estuvo Ortuzar con Mariano Rajoy cuando éste se despidió de la presidencia tras la moción de censura. Así lo expresaba en Twitter el 5 de junio de 2018: «Veo a @marianorajoy emocionado anunciando su retirada. Más allá de la política y sus vaivenes, de nuestros acuerdos y discrepancias, valoro en él a la persona y su talante, que conmigo ha sido siempre impecable. Le deseo lo mejor en su nueva vida, en la que espero reencontrarnos». No importa que el PNV, tras aprobar unos presupuestos muy favorables para el País Vasco, apuñalase a Rajoy y votase a favor de Sánchez en la moción de censura. La traición es parte consustancial del PNV, así como también suele ser habitual la sonrisa del gánster que le dirige al sujeto que está apunto de acribillar. Pero, eso sí, no es personal, son sólo negocios. ¡Y qué lucrativo es para algunos espabilados, a costa de los atolondrados, el negocio del separatismo! ¡Más que el de la mafia!

            Tal vez por eso, aunque sean españoles, y como vascos -al decir de Unamuno- «doblemente españoles», no se sientan como tales «ni por el forro»; aunque por ello -por usar palabras del gran filósofo Benito Espinosa- sean españoles enfermos «doblemente miserables», por el forro y por el revés.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.