La diferencia entre si el atentado del 11-M fue yihadista o etarra, desde la perspectiva de la defensa de la Nación española, es secundaria. La investigación policial debe dictaminarlo, y esclarecer los hechos es su obligación, pero, en cualquier caso, se trata de que España pueda ser atacada. Por enemigos internos o externos, pero a quienes, por unas razones u otras, interesa que España no exista.
En paralelo a nuestro editorial del lunes, Casimiro García Abadillo señalaba el mismo día desde El Mundo, en un artículo titulado «Una verdad inconveniente», el ejemplo de «verdad incómoda» que la Fundación para la Defensa de la Nación Española supone para algunos medios, concretamente El País y Público, por romperles el monopolio que desearían ejercer sobre la «democracia», a propósito del ataque que dichos periódicos no dudaron en lanzar contra el magistrado del Supremo, Adolfo Prego, precisamente por ser Patrono de Honor de nuestra Fundación.
Pues bien, no es casualidad que tanto la «verdad» de nuestra Fundación, como la «verdad» del 11-M que el libro Titadyn acaba de publicar, y de cuya presentación trataba el vicepresidente del citado periódico, autor también de su prólogo, puedan ponerse en correspondencia. Esta última consiste, básicamente, en el informe químico elaborado por Antonio Iglesias según el cual el explosivo que estalló en los trenes del 11-M no fue el que dice la sentencia. Es así una verdad negativa, tan importante o más como la positiva, puesto que una negación, «el explosivo no fue Goma 2 ECO», cierra un camino equivocado que parece guardar una especial relevancia para la interpretación política del atentado.
La verdad de DENAES es, en cierto modo, también negativa. Es la negación de una negación previa; la de la Leyenda Negra contra España, la del panfilismo que afirma que «España no se rompe», la de quienes creen que se puede admitir como partido político a una banda terrorista…
A estas dos «verdades incómodas» de la España del presente les une su defensa de las personas que han sufrido los atentados, las fallecidas y sus familiares, no por lo que ellas provocan de compasión en quienes nos hemos «librado» del asesinato terrorista, sino en la medida en que su resistencia a olvidar lo ocurrido nos recuerda a los demás que no son víctimas accidentales, sino políticas, españoles en ambos casos que representan partes formales de la Nación, verdadero objeto del ataque. Por tanto, que todos los españoles soportamos la amenaza que el terrorismo nos lanza.
La diferencia entre si el atentado del 11-M fue yihadista o etarra, desde la perspectiva de la defensa de la Nación española, es secundaria. La investigación policial debe dictaminarlo, y esclarecer los hechos es su obligación, pero, en cualquier caso, se trata de que España pueda ser atacada. Por enemigos internos o externos, pero a quienes, por unas razones u otras, interesa que España no exista. Y el verdadero problema al que nos enfrentamos, desde DENAES, igual que desde la investigación extraoficial del 11-M, es que tanto en un caso como en otro, hay españoles que no quieren saber, que prefieren negar la amenaza antes de enfrentarse a ella. A ellos es a quienes, principalmente, se dirigen nuestros esfuerzos.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA