Los partidos secesionistas tampoco tuvieron palabras más halagüeñas hacia Zapatero. A ellos les podrá interesar sacar a flote a la Nación española en la medida en que esas supuestas naciones que dicen sus siglas representar, pueden sufrir, mientras permanezcan unidas, los efectos de la crisis. Pero su interés ha de ser puesto en cuarentena. Las suyas sí son las intervenciones de los cómplices objetivos con esta España a la deriva.
Las crónicas del día de ayer vuelven a poner de manifiesto que el «caso Zapatero» está ya diagnosticado.
Sin un plan económico con el que enfrentarse a la que se considera mayor crisis de la democracia española, para lo que sirvió la esperada Sesión de Control en el Congreso de los Diputados fue para constatar de nuevo que no hay ninguna medida solvente con la que el Gobierno pueda acallar las críticas a su inoperancia.
Con su habitual abuso sentimentalista, el Presidente volvió a querer suscitar compasión hacia su propia persona por el mero hecho de decir «comprender» a las personas que se encuentran en el paro.
Pero el pueblo ya ha empezado a sufrir las consecuencias de la política basada en la bondad personal de su Presidente, bondad con la que encubre la male fe que le permite librarse de la responsabilidad de gobernar.
Otra vez habló del momento en el que se espera la luz al final del tunel; invariable en su retórica, no supo resistirse a los vaticinios de consolación, e incluso su sonrisa permanente fue objeto, también otra vez, de las palabras de Rajoy: ¿de qué se ríe, Sr. Presidente?
En definitiva, el ejemplo genuino del Pensamiento Alicia se personó ante los diputados españoles con la insolencia de aquel que viene a pronunciarse sobre el futuro, la esperanza, el mundo irreal desde el que nadie sabe cómo se pueden medir las distancias que le separan de este mundo real del paro, que era de lo que había que hablar.
Rajoy, no obstante, sí tomó distancias respecto del «país de las maravillas» en el que habita Zapatero, y fue contundente en su postura: no seremos cómplices de una política ruinosa. También Rosa Díez zarandeó al sonriente: o convoca un pacto de Estado o convoca elecciones.
Pero el otro ángulo exige adoptar el análisis del resto de partidos de la oposición, que tampoco tuvieron palabras más halagüeñas hacia Zapatero. A ellos les podrá interesar sacar a flote a la Nación española en la medida en que las partes que la conforman, esas supuestas naciones que dicen sus siglas representar, pueden sufrir, mientras permanezcan unidas, los efectos de la crisis. Pero su interés ha de ser puesto en cuarentena. Las suyas sí son las intervenciones de los cómplices objetivos con esta España a la deriva.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA