La firmeza exhibida por María San Gil en sus últimas decisiones revela hasta qué punto tiene el Partido Popular una difícil papeleta si pretende, desde la dirección, imponer las tesis del “cambio”; tesis que Lasalle, como cabeza visible de un sector del partido, ha defendido en público y en la ponencia de la que se ha excluido la propia San Gil. Un “cambio”, que ya barruntábamos como posible y que consiste en aceptar la idea de España como una superestructura, como un conglomerado confederal de naciones soberanas (unas más que otras) en donde la Nación Española, sencillamente, desaparece. Un cambio que comienza a mostrar sus perversas consecuencias cuando el PP, tras el último atentado etarra, se pliega al argumentario del PSOE en lugar de recordar que la ETA ha vuelto a matar, entre otras razones, porque el gobierno de Zapatero les permitió rearmarse y legitimarse institucionalmente en una legislatura perdida en “procesos de paz” y sus consiguientes diálogos y excarcelaciones.
Durante el último año de mandato de Aznar, una ETA moribunda, con sus vías de financiación asfixiadas, con su épica juvenil, la kale borroka, reducida a la mínima expresión, expulsada de las instituciones, aislada en Europa, con su brazo político en la lista de las organizaciones terroristas, era incapaz de asesinar, estaba más cerca de su final que nunca. ¿Y ahora? La ETA vuelve a matar y el PP ofrece su colaboración al gobierno que posibilitó su rearme. Bien está en nombre de la ética. Porque un acto repugnante como el cometido por la ETA en Legutiano genera, de modo inmediato, una conmoción expresada en sentimientos de indignación, asco, ira, etc. por los terroristas, acompañados de tristeza y empatía por las víctimas. Para cualquier individuo, que no sufra una espectacular falta de sindéresis, que no sea una “persona cero”, actos de esta calaña le resultan inadmisibles.
¿Pero se puede, sin más, establecer esta “conciencia ética”, esta nivelación en la respuesta psicológica, como razón suficiente para unir a las fuerzas políticas en contra del terrorismo?
Desde la Fundación DENAES no lo estimamos posible. Porque los principios éticos no pueden aislarse, en un acto terrorista, de las razones políticas. Ahora que María San Gil es aplaudida -muy justamente- por ser una referencia moral y ética para todos los españoles, por su defensa de la dignidad y de la vida de las personas, tenemos que recordar que para nosotros es aún más: un referente político por su defensa de España, por su inequívoca decisión de poner a su Nación por encima de los intereses del partido con la misma determinación y arrojo con la que pone en peligro su existencia para defender la libertad de los españoles.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA