Las políticas de inmersión lingüística implantadas por los separatistas en diversos lugares de España son llevadas a otras regiones adyacentes, fantaseadas como partes de delirantes naciones o imperios de antaño que deben ser recuperados previa separación de la Nación Española


Hace ya unos diez años, se produjo en Madrid un peculiar acto en el que la entonces Presidenta de la Comunidad Autónoma, Esperanza Aguirre, ejerció de anfitriona del Presidente de la Generalidad de Cataluña, Pascual Maragall. En dicho acto la presidenta madrileña afirmó, usando el catalán como si estuviera agasajando a algún mandatario extranjero, que la lengua catalana era hablada por más de diez millones de personas. Presidía el acto un peculiar mapa, donde aparecía toda la franja mediterránea española distinguida del resto de nuestra Nación (con sus topónimos ancestralmente españoles convenientemente catalanizados) bajo la referencia de los denominados «Países Catalanes».

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Semejante hecho es sin duda una buena muestra de cómo la clase política producto de la Constitución de 1978 ha tolerado en nombre del consenso la amenaza separatista, esta vez mostrada ya no como el mero desgajamiento de una comunidad autónoma, que ya de por sí constituye un robo a los españoles, sino aumentando el expolio mediante la apropiación de más y más territorio, esta vez bajo la fantasía delirante de unos «Países Catalanes» calcados del territorio que ocupó la antigua Corona de Aragón, ahora rebautizada como «Confederación Catalano-Aragonesa». Así se reinventa la Historia para hacer figurar en ella a una Cataluña independiente, cuya lengua se habría presuntamente extendido por numerosos lugares de la Nación Española y otras posesiones del Mediterráneo.

En nombre de estas delirantes ideas, el separatismo catalán financia la inmersión lingüística en autonomías como Valencia o las Islas Baleares, tanto mediante profesores mercenarios dedicados a adoctrinar en todas las asignaturas en el delirio separatista y siempre en catalán, como mediante la difusión del separatismo a través de los canales televisivos autonómicos, promoviendo la televisión autonómica catalana, la TV3, como a través del desaparecido Canal 9, la Televisión Pública Valenciana hoy felizmente clausurada por el presidente valenciano, Alberto Fabra.

También esta vocación imperialista alcanza al separatismo vasco, pues desde la idea de una fantástica Euskal Herria impone el artificioso eusquera no sólo en las Vascongadas, sino también en Navarra o incluso La Rioja a través de la difusión de la televisión autonómica vasca, la ETB. Este imperialismo separatista ligado a lenguas regionales es tan provinciano y obtuso que, en lugar de extender su lengua como instrumento de comunicación, lo único que logrará es desgajar del frondoso tronco de la lengua española, que cuenta ya con más de cuatrocientos millones de hispanohablantes en todo el mundo, a unas pequeñas ramas de Cataluña, el País Vasco, Valencia o Baleares, encerradas en los estrechos marcos de unas lenguas vernáculas de interés únicamente para filólogos ociosos.

De hecho, tal es la ridiculez de estas lenguas vernáculas que lo que hoy se denomina como eusquera no es más que una lengua de laboratorio inventada a mediados del siglo XX, al igual que lo que hoy se conoce como catalán es otro invento surgido del laboratorio de Pompeu Fabra hace unos cien años, alejado del lemosín que hasta el siglo XIX usaban los catalanes, el mismo que cita Carlos Aribau en su Oda a la patria de 1832. Lemosín por otro lado intrascendente, pues en Barcelona se hablaba español con fluidez desde el siglo XIII, y ya desde tiempos de Fernando de Antequera, el Trastámara que ocupó el trono aragonés tras el Compromiso de Caspe en 1412, se hablaba español de manera oficial incluso en los territorios mediterráneos fuera de la Nación Española pertenecientes a la Corona de Aragón. Lo mismo se aplica para los vascos y el eusquera tradicional, tan alejado del actual habla de laboratorio.

Desde la Fundación Denaes hemos de denunciar no sólo las políticas de inmersión lingüística llevadas a cabo por los separatistas en Cataluña y el País Vasco (así como en otros lugares de España donde no gobiernan partidos separatistas sino otros presuntamente nacionales como el PP, que ha impuesto políticas análogas en autonomías como Galicia o la Comunidad Valenciana), sino también el intento de traspasar esas competencias autonómicas para incorporar en sus proyectos de expolio a la Nación Española cada vez más territorios, con el objeto de desguazar y debilitar cada vez más la unidad e identidad de España.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.