El principal objetivo político de tales proyectos «normalizadores» es precisamente «incomunicar» no ya tanto a unos vascos con otros -es decir, a unos ciudadanos españoles con otros- sino a los «vascos» con respecto al resto de la Nación mediante el expediente de «barrer» la lengua nacional de esa comunidad autónoma.


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Durante el próximo curso escolar entrará en vigor el flamante «currículum vasco» puesto a punto por la Consejería de Educación de esta comunidad autónoma. El plan, envuelto como no podía ser menos por la ideología psicopedagógica logsiana que tanta mella ha hecho en el sistema educativo de la Nación, «propone» entre otras lindezas pedagógicas parecidas la entera desaparición del llamado «modelo A» de las aulas de la ESO llevando de esta manera a término el establecimiento definitivo del «vascuence unificado» como lengua «vehicular» -así se dice- para la enseñanza secundaria en estas tres provincias españolas. Esta «normalización lingüística», para decirlo con la jerga orwelliana característica del secesionismo vasco, facilitará, se supone, la implantación del «bilingüismo» en la «sociedad vasca», de donde las autoridades educativas del gabinete de Ibarreche estarían reconociendo, al menos incoadamente, que este tal «bilingüismo» que se aspira a facilitar no pasa de momento de ser una ficción meramente intencional, puesto que si se tratase de un bilingüismo efectivo no habría, para empezar, necesidad alguna de implantarlo.

Ahora bien, si esto es así, y si de hecho no hay «bilingüismo» alguno que quepa reivindicar, entonces, nos preguntamos: ¿cuál puede ser la razón que aconseja a los ideólogos de la «normalización lingüística» profundizar en el lecho de Procusto en el que desde hace ya muchos años consisten las «políticas lingüísticas» del PNV y sus aliados? Descartando que estas políticas puedan responder en modo alguno a una voluntad de «proteger» el vascuence («protección» que por otro lado resultaría ella misma muy discutible, salvo, claro está, que consideremos a los vascoparlantes a título de «reliquia» a conservar por sus interés para etnólogos o lingüistas) puesto que de hecho el éuskaro batúa, ese «esperanto de laboratorio» como decía Unamuno, representa la principal amenaza que pesa sobre la supervivencia de los variados dialectos del vascuence tradicional, y descontando también, por motivos obvios, que tales estrategias traten, como se dice en ocasiones, de posibilitar la comunicación entre los diferentes sectores de la «sociedad vasca» (puesto que allí todos pueden de hecho comunicarse en la lengua que es común a los vascos, a saber: el español), sólo quedará admitir que el principal objetivo político de tales proyectos «normalizadores» es precisamente el contrario: «incomunicar» no ya tanto a unos vascos con otros -es decir, a unos ciudadanos españoles con otros- sino a los «vascos» (a los «ciudadanos vascos» como se dice en tantas ocasiones acaso sin detectar la petición de principio que este sintagma constituye) con respecto al resto de la Nación mediante el expediente de «barrer» la lengua nacional de esa comunidad autónoma.

Desde la Fundación Denaes para la Defensa de la Nación Española, y ante semejantes proyectos «educativos», nos gustaría llamar a los ciudadanos españoles que viven en el País Vasco a ser patriotas, es decir, en este contexto: a hablar en español.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA