Pese a que los autodenominados «intelectuales» han menospreciado a estas organizaciones como la AVT o la Iglesia católica en cuanto ajenas a la política, lo cierto es que la rebelión cívica ha sido el motor que ha hecho moverse la Historia de España.


20070501222348-dos-de-mayo.jpg

En la actualidad, la sociedad española vive bajo un gigantesco grado de
desidia, consumismo y adormecimiento con el botellón, las drogas duras y blandas y la música degenerada (primera causa de la decadencia de una nación según Platón). Pareciera que antes de desaparecer víctima de un proceso de balcanización, como Yugoslavia, nos sucediera lo que a los sibaritas, quienes complacidos en su bienestar y prosperidad despreciaron las amenazas exteriores y fueron conquistados por terceros, ya sea Francia, Alemania o la incipiente amenaza islamista en nuestro caso.

Sin embargo, en esta última legislatura una corriente de distintas
asociaciones no partidarias, como la AVT o la Iglesia católica, han
reaccionado en medio de la desidia generalizada. Su activismo responde al menosprecio que ha sufrido el Partido Popular, representante de media España según las urnas pero convertido en un partido marginal en el Parlamento en nombre del «consenso». Traducido a un lenguaje más simple, el «consenso» es lo que une al PSOE con minúsculas formaciones nacionalistas, con quienes pacta a espaldas de sus electores estatutos de autonomía secesionistas y corruptas cesiones de presupuestos.

Pese a que los autodenominados «intelectuales» han menospreciado a estas organizaciones -capaces de convocar cifras de manifestantes cercanas al millón- como ajenas a la política, lo cierto es que la rebelión cívica ha sido el motor que ha hecho moverse la Historia de España. La lucha contra el Islam en la Edad Media no la realizaron los nobles, sino el pueblo llano que iba ocupando las tierras conquistadas y podía elegir sus propios fueros y libertades, siempre frente a la nobleza feudal. Ese mismo pueblo se elevaba a títulos de baja nobleza o hidalguía en virtud de su destreza en el combate. Bernardo del Carpio, de quien hablamos no hace mucho, protagonizó la rebelión del pueblo ovetense contra los pactos de Alfonso II el Casto con Carlomagno, que culminaron en la victoria de Roncesvalles contra los francos. La rebelión del Cid Campeador es de sobra conocida por todos y huelga citarla aquí.

Ya en tiempos modernos, fue el mismo pueblo llano que expulsó a los
musulmanes el que se rebeló contra Carlos V en la forma de los Comuneros, que pese a sucumbir lograron su objetivo: que la Corona permitiese la gran aventura americana. Ya en América, ese pueblo llano aliado a los indígenas tiranizados por aztecas e incas, realizó la conquista del Nuevo Mundo. Ningún ejército opresor y superior técnicamente se organizó para conquistar el Nuevo Mundo y masacrar a los indígenas, pese a lo que afirman impresentables demagogos en ambas orillas del Atlántico, al estilo de Eduardo Galeano. Cuando los españoles languidecían casi como ahora, y en pleno vacío de poder por el secuestro de la monarquía, en 1808 se echaron a la calle para expulsar a los franceses, rebelión cívica que conduciría a la Constitución de 1812, la primera que tuvo la nación española.

No sería descabellado pensar que la última rebelión cívica de nuestra
Historia, lanzada contra los caciques separatistas y autonomistas de
nuestra corrupta partitocracia, culminase en una reforma constitucional
pactada por PSOE y PP que expulsase el cáncer nacionalista y refundase,
una vez más en su Historia, a España.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA