Poco se ha tardado en comprobar el «efecto llamada» que tiene la política de cesión al chantaje para los enemigos de nuestra Nación.


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La tozuda realidad –Lenin dixit— con la que veníamos advirtiendo en nuestros últimos editoriales ha dado la cara esta semana con el secuestro de los tres cooperantes españoles en Mauritania; oficialmente, la República Islámica de Mauritania.
Poco se ha tardado en comprobar el «efecto llamada» que tiene la política de cesión al chantaje para los enemigos de nuestra Nación.

Y que conste que la cosa viene de atrás. Porque lo peor no es que España tenga enemigos –no hay Nación importante que no los tenga–, sino que, desde el panfilismo reinante, el Gobierno se dedique a negar sus amenazas, ya sea para diferir el peligro contenido en ellas, ya sea porque ni lo ve.

Y si es cierto que el 11-M marcó la deriva de cesión al chantaje del Islam –recuerden los gritos de «asesino» dirigidos contra Aznar por la Guerra de Irak–, en este caso del secuestro en Mauritania, y ya que estamos hablando últimamente de la sentencia sobre el famoso «Estatut», deberíamos dirigir la mirada a ese otro Estatuto aparentemente constitucional, el que nombra a Blas Infante nada menos que «Padre de la Patria Andaluza», como prueba de cierta complicidad con el islamismo. Y es que el iluminado notario, honrado de forma traidora por la presente democracia española, ya propuso en su momento algo que debe de sonarles muy bien a los terroristas de Al-Qaeda. Escuchemos sus palabras para no distorsionar la claridad con la que presentaba sus indeseables planes a comienzos de la Segunda República en una enntrevista publicada en El Sol a 11 de junio de 1931, en Intelectuales ante la Segunda República, ed. Almar:

Los liberalistas [entre los que se cuenta] vamos aún más lejos: a unir en un latido común por Andalucía a 300 millones de seres a quienes destruyó la cultura, la tiranía eclesiástica. […] Un “crack” de Europa, por ejemplo una nueva guerra, lo producirá automáticamente. Entonces el 1.200.000 andaluces que viven sus nostalgias de Tánger a Damasco, y los trescientos millones de hombres de Afro-Asia, que sueñan por nuestra cultura, intervendrían para destruir de una vez la influencia del Norte.

Es de notar que lo que no sabía el pedante notario es que el islamismo no se iba a quedar a las puertas de Sierra Morena, y que su andalucismo iba a ser desbordado por un proyecto que desde sus inicios ya incluía a toda la península ibérica; ese «latido» que, desgraciadamente, ya no es de 300 millones como en el año 31, sino de algo más de 1500 millones de «corazones».

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA