240px-Hispanic_America__orthographic_projection_.svg.png

En el reciente día de la Fiesta Nacional, se ha vuelto a repetir una vez más el rosario de impúdicos actos de exhibicionismo de aquellos que, carentes de proyecto y discurso políticos, tratan de tapar sus vergüenzas con la hoja de parra de demostraciones gratuitas de su afán de provocación. Que si la bandera de no se sabe que movimientos indígenas, que si la apertura de oficinas municipales en flagrante incumplimiento de resoluciones judiciales, que si no hubo descubrimiento sino otra cosa, que si la crueldad o el genocidio…

Como este extremo ya lo hemos tratado editorialmente hace escasas fechas, no merece la pena detenerse en estas reacciones inmaduras que sólo muestran la ausencia de conocimiento de la realidad de quienes una y otra vez inciden en las mismas. Sólo cabe acudir al recurso de la agudeza que gastaba un sabio como fuera el gramático y Académico de la Española Emilio Alarcos, quien, a inicios de los años ochenta del siglo pasado, trataba con su inigualable ironía de la conmemoración del final de las Guerras Cántabras (año 19 AC) fingiendo solemne disgusto porque, decía, nadie saliese públicamente a condenar el enorme escándalo –ironizaba- que significaba el genocidio practicado por los romanos en Hispania, que con su prepotencia arrasaron con nuestros dioses, lenguas y religiones, amén de la plata, el oro, el estaño o el aceite, e imponiéndonos su lengua, sus acueductos o sus templos y teatros. Todo ello, claro está, por la fuerza y sin consultar nuestra opinión.

Al menos de momento, no merece la pena insistir en la ironía. Pero sí poner de manifiesto otro pequeño detalle con importancia -con mucha importancia- manifestado en el hecho de que, tanto desde el ámbito privado como (y esto es lo más sorprendente) desde el público, se insiste y reitera machaconamente en referirse a “Latinoamérica” o a los “latinos” en lugar de “Hispanoamérica” o los “hispanos”, cuando algunos están aludiendo, ya sea a los países del otro lado del Atlántico que se emanciparon de España hace unos doscientos años tras haber formado parte de la misma durante más de tres siglos, ya a sus ciudadanos.

Antes se dijo que este comportamiento era tanto más sorprendente cuando proviene del ámbito público español, y es que con harta frecuencia leemos u oímos como ¡hasta el propio Ministro de Asuntos Exteriores, D. Miguel Ángel Moratinos! insiste en utilizar esas denominaciones, olvidando que el organigrama de su Departamento está repleto de órganos que llevan exclusivamente la denominación de “iberoamericano”.

En ocasiones el comportamiento llega a ser surrealista, como cuando un periodista de Radio 5 Todo Noticias, de RNE, entrevista durante unos diez minutos al Alcalde de una ciudad del Estado de Florida y una y otra vez el entrevistador utiliza las expresiones “latinos” o “Maiami”, mientras que el entrevistado, de origen cubano, una y otra vez insiste en utilizar las de “hispanos” y “Miami”, pero el periodista (¿por ignorancia?, ¿por falta de profesionalidad?, o ¿por qué otra razón?) persevera sin enterarse de la diferencia entre los términos empleados.

El despropósito llega al extremo de que con harta frecuencia, cuando los distintos medios de comunicación se refieren a declaraciones, actuaciones u órganos del Ministerio de Asuntos Exteriores, no sabemos de dónde sacan la denominación de “latinoamericano” y no el de “iberoamericano”, que es el oficial, sin que nadie se lo haga ver desde dicho Departamento ministerial. No es de extrañar, por tanto, que los medios de comunicación privados utilicen casi de forma exclusiva las expresiones del mencionado periodista.

Fundación para la Defensa de la Nación española