No podemos menos que recordar algo que debería resultar obvio: las amenazas contra la nación sencillamente no pueden permitirse. O dicho de otro modo: las consultas secesionistas catalanas no deberían haberse tolerado ni pueden tampoco continuar tolerándose en el futuro.


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Siguiendo la estela de la consulta «soberanista» celebrada en el municipio leridano de Arenys de Munt el pasado 13 de septiembre, un total de setecientos mil ciudadanos españoles distribuidos en 167 localidades acudían el pasado domingo a lo largo y ancho de Cataluña a las «urnas» dispuestas al efecto por la organización secesionista Plataforma por el Derecho a Decidir. Tal iniciativa, arropada como es de sobra conocido por algunos de los nombres más distinguidos de la llamada «sociedad civil catalana» (de otro modo: por felones como puedan serlo Juan Laporta, Sergio López o Quimi Portet), no parecen haber preocupado demasiado al gobierno de España con su presidente a la cabeza. Y es que, tal y como habría declarado el propio José Luis Rodríguez Zapatero, haciendo con ello gala de su acreditada «vista de lince», tales consultas «no van a ninguna parte» al carecer dichos referéndums de naturaleza jurídica vinculante. Según esto, la iniciativa de los secesionistas catalanes carecería por completo de cualquier recorrido al punto que, en modo alguno, deberían inquietar a nadie. Sencillamente se trataría de una estrategia inútil, abortada desde sus mismos inicios.

Pero, sin perjuicio del incombustible optimismo de nuestro presidente que pareciera dar por supuesto, en nombre de no se sabe qué tipo de oscuro armonismo, que las leyes españolas lo aguantan todo, desde DENAES estimamos que esto es precisamente lo que está por demostrar. Es efectivamente cierto que tales consultas, independientemente del resultado que puedan arrojar, no ponen en absoluto en peligro la unidad y la identidad de la nación española por razón de su carencia de fuerza vinculante, pero ello no obsta para que sin embargo, constituyan evidentemente una amenaza gravísima dirigida contra la misma línea de flotación de dicha unidad e identidad , a saber, la soberanía indivisa del pueblo español sobre la totalidad del territorio nacional. Una amenaza que incluso habría sido apalabrada de manera realmente muy nítida por los traidores que han convocado las consultas de referencia: «Esta votación es la primera de una serie que debe abrirnos camino para ejercer el derecho de autodeterminación. Estamos en el inicio de un proceso nacional que tiene que terminar cuando los ciudadanos podamos votar en un referéndum vinculante que nos permita decidir nuestro futuro».

Ahora bien, en estas condiciones la pregunta que desde DENAES comenzamos por formular es esta: si los objetivos secesionistas de la Plataforma catalana que habría organizado las consultas representan , tal y como damos por cierto, una amenaza muy nítida a la soberanía de España como nación política y no como conglomerado federal de estados soberanos, ¿no estará asimismo el «optimismo antropológico» (léase: el «panfilismo») de ZP transformando directamente dichas amenazas en verdaderos peligros para la nación mediante el expediente de no tomárselas suficientemente en serio bajo la coartada de su carácter no vinculante puesto que, al parecer, ellas «no irían a ninguna parte»?

Y si esto es así, no podemos menos que recordar algo que debería resultar obvio: las amenazas contra la nación sencillamente no pueden permitirse. O dicho de otro modo: las consultas secesionistas catalanas no deberían haberse tolerado ni pueden tampoco continuar tolerándose en el futuro.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA