Tras el ultraje a la Nación Española y a su Jefe del Estado en la Final de Copa del Rey, la presencia en Francia del Rey de España junto a la reina consorte, Letizia Ortiz, que recientemente prohibió los homenajes a la bandera en el Palacio de la Zarzuela, reabre el debate sobre el papel de la Monarquía en el actual contexto de la Nación Española


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Después de sufrir la bochornosa pitada la pasada semana en el contexto de la Final de la Copa del Rey, Su Alteza Real Felipe VI, Rey de España, ha disfrutado durante esta semana de un gran homenaje en su visita a la vecina Francia, donde se ha honrado tanto a la Jefatura del Estado como a su Himno y su bandera, una forma de desagraviar de alguna manera el agravio constante que sufren estos símbolos, sorprendentemente, dentro de las fronteras de nuestra Nación.

Junto a Felipe VI, apareció siempre Letizia Ortiz, Reina consorte de España, que sin embargo no destaca por ser muy cuidadosa en la honra de nuestra enseña nacional. De hecho, a finales del pasado año 2014, la reina fue noticia por haber prohibido el homenaje a la bandera que los militares presentes en el Palacio de la Zarzuela realizaban regularmente. Al parecer, tal ceremonia le resultaba molesta (no le gustaba el toque de corneta que la acompañaba), y pasando por encima de lo que pudiera pensar el Jefe del Estado, ordenó suprimirla. Este menosprecio a los símbolos patrios no es nuevo, puesto que Letizia Ortiz Rocasolano mostró antes de ser reina consorte un reiterado desprecio a las ceremonias de homenaje a dichos símbolos, acudiendo a los mismos con una vestimenta tan impropia como los pantalones vaqueros o las zapatillas deportivas, siempre acompañada de su marido.

Es destacable que, durante el breve período que transcurrió desde que se hiciera público el noviazgo que el entonces Príncipe de Asturias mantenía con la periodista ovetense, hasta su matrimonio en Mayo de 2004, todos los periodistas destacaron al unísono que la Monarquía Española se renovase aceptando a una persona que no era de la nobleza (ni pertenecía a ninguna Casa Real europea, ni mucho menos era una «Grande de España») y, al igual que estaba sucediendo con otras monarquías europeas, que aceptaban los matrimonios de sus herederos y herederas con plebeyos, la Monarquía Española se homologaba a la tan manida Europa. Renovación básicamente estúpida la que presentaban estos periodistas, puesto que Letizia no superaba la condición de consorte de SAR el Príncipe de Asturias, esto es, una vulgar plebeya que a lo sumo habría sido integrada dentro de su nueva familia política.

Incluso parece que el respeto impoluto que se mantenía sobre la Corona en nuestro país, hubiera saltado por los aires con todo tipo de actos en contra de la misma a raíz del matrimonio del Príncipe de Asturias con la periodista, una forma de rebajar el prestigio que mantenía la institución. Después del famoso «Hablando se entiende la gente» con el que Juan Carlos I de Borbón se refirió al presidente del parlamento catalán en 2003, casi como reconociendo que por muchos separatistas que hubiera en Cataluña a Su Majestad le bastaba con que le reconocieran como Rey de España al visitarle de esta guisa, las injurias de los sediciosos se reiteraron en el tiempo: quema de retratos del Rey, ultrajes constantes al Himno Nacional Español y la figura del Jefe del Estado, etc. Todo en el contexto de la decadencia y crisis de la institución, aparentemente frenada con el relevo producido hace un año de Juan Carlos I por su hijo Felipe VI.

Y decimos aparentemente porque la novedad de un nuevo ocupante de la Jefatura del Estado no ha servido para remontar de manera significativa la popularidad entre los españoles; más aún, la forma tan servil y amoral con que el Rey de España, con un estoicismo totalmente inapropiado, aguantó la pitada contra el Himno Nacional Español el pasado sábado, ofrece una imagen de docilidad que recuerda a la de su padre durante muchos años, especialmente los últimos: muchos españoles tienen la impresión que la figura del Rey no sirve para la función fundamental que le otorga la Constitución, esto es, la de moderar el funcionamiento normal de las instituciones del Estado cuando éstas son corrompidas y usadas de manera indigna por politicastros tales como los miembros de las sectas antiespañolas, léase en la actualidad a Arturo Más, Oriol Junqueras y otros, que utilizan de su condición de dirigentes autonómicos para promover actos sediciosos constantes como la prohibición del uso de la lengua española en la escuela pública, las injurias y ultrajes a la Nación Española y la negativa a obedecer cualquier tipo de mandato o sentencia judicial que proviene de las instituciones españolas.

Desde la Fundación Denaes alertamos de la decadencia que ha sufrido durante muchos años la institución monárquica, especialmente de la mano de la actual reina consorte, Letizia Ortiz, que ha tomado decisiones saltando por encima de la autoridad del propio Rey como el retirar homenajes a la bandera y símbolos nacionales, todo ello tolerado sorprendentemente por el Jefe del Estado. No olvidamos que la figura del Rey de España simboliza la unidad y permanencia de la Nación Española en el tiempo, pero por eso mismo conminamos a Felipe VI de Borbón a ejercer la labor constitucional que le corresponde, sin ningún tipo de miramiento o temor, si es que aún podemos depositar algún tipo de confianza en la Corona.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.