Durante siglos y siglos, todos los españoles de cualquier parte han vivido, trabajado, creado, combatido y rezado (y también sufrido) como españoles.


Acaba de aparecer un libro que debería ser de lectura obligatoria para muchos cientos de miles de españoles: La nación falsificada (Ediciones Encuentro), de Jesús Lainz, que es una amena compilación de hechos y semblanzas históricos donde se demuestra, sin ningún género de duda, la españolidad integral de tantos vascos y catalanes (entre otros) que forjaron la Historia de España.

Esta es la verdad: durante siglos y siglos, los catalanes, los vascos, los castellanos, los gallegos o los andaluces no han llevado una vida sojuzgada y oprimida, dolientes testigos de la sumisión de sus respectivas naciones. Durante siglos y siglos, todos los españoles de cualquier parte han vivido, trabajado, creado, combatido y rezado (y también sufrido) como españoles. Ni a Iradier se le hubiera ocurrido explorar Guinea para mayor gloria de la nación vasca, ni Barceló limpió de piratas el Mediterráneo para favorecer al comercio catalán, por espigar dos ejemplos de entre los muchos que Lainz aporta. Iradier, Barceló o tantos otros fueron españoles y muy españoles. La alucinación de unas naciones irredentas es una invención de finales del XIX que ha ido imponiéndose contra cualquier evidencia histórica, contra la realidad misma; los separatismos que hoy padecemos son una simple falsificación.

Frente a esta nación falsificada, es hora de reivindicar a la nación tan impunemente crucificada: España.