Ahora aparece en escena una empresa pública italiana verosímilmente traída de la mano por el Gobierno español.


Lo que está pasando en torno a Endesa y sus “opas” es lamentable. Primero se tramó desde el poder la entrega de la eléctrica española a un grupo empresarial catalán, operación que no tendría nada de particular si no se hubiera manifestado desde el principio su carácter de maniobra política. Primero se nos vendió como una apuesta por los “campeones nacionales”. Después, contradictoriamente, como “medio Estatuto de Cataluña”. Luego vino la oferta de una empresa alemana y, más tarde, una nueva maniobra improcedente del Gobierno español, con la consiguiente bronca de la Comisión Europea. Ahora aparece en escena una empresa pública italiana verosímilmente traída de la mano por el Gobierno español.

Una cuestión de principio: en ningún lado está escrito que el mercado deba emanciparse del interés nacional. Ahora bien, en la economía de nuestro tiempo ese interés no puede entenderse como “nacionalización” del capital ni como control político de un Gobierno, sino que se rige por otros conceptos: puestos de trabajo españoles, servicio eficaz y justo a los consumidores españoles y al tejido productivo nacional, etc. Son esas cosas las que deberían preocupar a nuestro Gobierno, y no imponer su voluntad de poder.