El segundo mensaje de Navidad protagonizado por Felipe VI de Borbón y Grecia, además de caracterizarse por su habitual y calculada ambigüedad, parece querer mimetizarse con el «tiempo nuevo» que marca la política española, usando de las lenguas regionales y omitiendo los símbolos religiosos propios de la Monarquía Hispánica y de estas fechas tan señaladas


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Un nuevo mensaje de Navidad a cargo del Rey de España ha tenido lugar el pasado 24 de Diciembre, y como si fuera la bendición «urbi et orbi» (verdadero ejemplo de globalización, puesto que los católicos «piensan globalmente y actúan localmente») que el Papa ofrece cada 25 de Diciembre, donde la ambigüedad permite que cada uno interprete sus palabras tal como Dios le dé a entender, el discurso de Su Majestad el Rey suele estar salpicado de referencias indirectas, que suelen dejar a todos los partidos políticos de la Nación Española más o menos satisfechos, aunque con las lógicas reservas de quienes, dentro de las sectas antiespañolas con existencia legal, pretenden cuartear la soberanía nacional.

Así, la palabra más nombrada en el discurso regio fue sin duda «España», haciendo alusión de forma genérica al orgullo de ser españoles, a la importancia de dirigirnos todos unidos y en la misma dirección, sin fracturas, aunque sin hacer referencia a ningún hecho concreto de la morfología histórica de la Nación Española que permitiese una hermenéutica clara y distinta. Tal referencia ha sido interpretada por los partidos nacionales, PSOE y PP, como muestra de la defensa de la soberanía nacional frente a la ruptura separatista; por otro lado, las sectas separatistas donde parece encontrarse Podemos, el partido que dice enarbolar «los problemas de la gente», pero pone como condición innegociable para cualquier pacto la celebración de un referéndum separatista en Cataluña, mostraron su lógica indignación, pues se dieron por aludidos a la hora de referirse a la «ruptura».

Especialmente cínico se mostró el Presidente en funciones de la Generalidad catalana, Arturo Mas, quien aludió a que, en contra del mito de la voluntad general que enarbola como justificación para la independencia unilateral, hay muchos catalanes que no son separatistas y por lo tanto no se les puede meter a todos en el mismo saco. ¿Nueva muestra del oportunismo separatista o verdadera declaración de intenciones para enterrar definitivamente el proceso de independencia? No sólo el Rey de España usa de un lenguaje ambiguo…

Sin embargo, dejando aparte el contenido del discurso de Su Alteza Real, destacó en su puesta en escena su presencia en un gran salón del Palacio Real que ordenó construir su antepasado Felipe V de Borbón, donde se veían en segundo plano los ornamentos que en un plano cerrado, como el que solía utilizar su padre Juan Carlos I, eran mucho más vistosos. En este caso, entre tanta amplitud se perdió de vista el Belén navideño que lucía en la estancia, y que en unas fechas tan señaladas debiera de mostrarse en todo su esplendor. Sin embargo, Felipe VI prefirió que no saliese en escena, quizás amoldándose a las «celebraciones laicas» que ciudades de la importancia de Madrid o Barcelona parecen haber institucionalizado a través de los nuevos alcaldes de la formación Podemos; especialmente curiosa fue la celebración de un Solsticio de Invierno por parte de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cuyo fracaso ha sido tan rotundo como la dotación económica que recibió. Asimismo, el rey despidió su discurso felicitando la Navidad no sólo en español, sino en las otras tres lenguas vernáculas consideradas «cooficiales» por la Constitución Española de 1978: en eusquera, catalán y gallego.

Ya dijo Felipe VI durante su proclamación en junio del año 2014 que la suya era «una monarquía renovada para un tiempo nuevo», y ciertamente el nuevo Jefe del Estado ha consumido cerca de año y medio en saber adaptarse a ese «tiempo nuevo» que anunciaba un programa de debate televisivo que ha cambiado de canal pero no de grupo de comunicación: un «tiempo nuevo» que parece exigir mayor servilismo si cabe hacia las sectas separatistas, bien tolerando estoicamente las injurias hacia su figura de Jefe del Estado y por lo tanto hacia la Nación Española que representa, especialmente en las Finales de la Copa del Rey de Fútbol, bien utilizando de unas lenguas que ni siquiera sun usadas por los habitantes de las regiones de España donde son consideradas cooficiales (nadie escuchará más que español en Bilbao, La Coruña o Barcelona, y nunca semejantes hablas de laboratorio).

Todo ello rematado con la escenificación «laica» del Mensaje de Navidad de este año 2015, donde ni un solo símbolo cristiano apareció en la puesta en escena. Nos preguntamos si Su Alteza Real tendrá a bien modificar el árbol genealógico de la Casa Real Española, de la Monarquía Hispánica de la que Felipe VI es el último representante hasta esta fecha, que reivindica su origen nada menos que con el rey visigodo Recaredo, el primer monarca de la Península Ibérica que aceptó expresamente el cristianismo trinitario en el año 589…

No obstante, dentro de esta complicada hermenéutica que hay que realizar del mensaje navideño, no cabe duda que las referencias constantes a España, a su unidad y a la capacidad histórica de los españoles para salir de los profundos baches que hemos sufrido a lo largo de nuestra Historia, señalan hacia los proyectos de ruptura que parecen vislumbrarse en el horizonte con la irrupción de Podemos, así como a los complicados equilibrios para lograr una mayoría estable de cara a la legislatura que el propio Felipe VI tendrá que iniciar con el nuevo año 2016.

Desde la Fundación Denaes valoramos positivamente que Su Alteza Real apele a la unidad de todos los españoles, pero observamos también excesivo servilismo hacia muchos de esos mismos españoles, quienes pretenden la ruptura de la unidad y la identidad de nuestra Nación Española, en su discurso navideño. No esta de más recordar que Felipe VI no sólo es Jefe del Estado sino también el Jefe de las Fuerzas Armadas, y en este «tiempo nuevo» en que vivimos, sus manifestaciones en lo referente a la pervivencia de España en el tiempo, aun manteniéndose dentro del decoro y prudencia que corresponden a su rango y responsabilidad, han de ser más claras y contundentes de lo que acostumbran.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.