Debemos prepararnos, a pesar de estar ya bien curtidos, para una nueva ofensa del secesionismo catalán. Y es que se aproxima la fecha del último atentado islamista cometido en España, el perpetrado en Las Ramblas de Barcelona y en Cambrils el 17 de agosto de 2017. No ahorraremos los detalles sobre tan fatídico hecho ya que el lector los conocerá de sobra, al menos la versión oficial. Lo que nos interesa destacar es otra versión, la versión nacionalcatalana. Y es que viene preparándose desde hace muchos meses, como ha podido verse en algunas declaraciones, en redes sociales y en medios minoritarios.

Ya en 2018 la conmemoración y el homenaje a las víctimas fue aprovechado por el secesionismo para hacer su propaganda y para despreciar y abuchear al jefe del Estado, actos por los que no fueron pocas las voces críticas. Pero el secesionismo es impermeable a cualquier crítica, porque cuando se está del lado de la verdad histórica y la beatitud moral y política cualquier crítica lo único que hace es señalar la maldad del contrario. Qué sabrán esos fascistas.

Pero para este 2019 se ha preparado una ofensiva todavía mayor, aunque no es nueva, como decimos. Llevándonos al reino de la conspiranoia -tan típico del secesionismo- se ha pasado a acusar al CNI, a España, de la masacre. ¿Cómo explicar toda esa turbia información relacionada con el imán de Ripoll, los avisos de la CIA, la ligereza en la investigación de los Mozos ante las explosiones de Alcanar tiempo antes, la ausencia de medidas de seguridad en la ciudad y finalmente del atentado? Muy fácil, era todo una trama del malvado Estado español, CNI mediante. El asesino Estado español, mediante un atentado de falsa bandera, se habría encargado de atacar a la capital catalana echando la culpa de todo a esa otra minoría oprimida, los musulmanes.

Pero la cosa no queda en unas declaraciones o en difundir repugnantes bulos por las redes, se ha ido más allá. Se ha pedido, por parte de ERC y JxCat, al Congreso de los Diputados que se investigue esta supuesta trama. Además, la Generalidad ordenó a sus «embajadores» que difundieran esta supuesta nueva «línea de investigación» por los países de las víctimas extranjeras del atentado. Por otra parte, al parecer el presidente Torra tiene pensado recibir personalmente a los familiares de las víctimas extranjeras de los atentados el día 17 y tener una conversación con ellos, sin representantes del Estado presentes -de los cuales este año sólo Teresa Cunillera, la Delegada del Gobierno, acudirá al minuto de silencio convocado por el Ayuntamiento de Barcelona-. A saber qué se dirá en esas conversaciones, podemos suponer que algo no muy favorable a España. Ese día, además de las privadas conversaciones y el minuto de silencio no habrá discursos, pero se pretende homenajear a las víctimas con El Cant dels Ocells. A su vez, Torra -que, recordemos, no pasa por su mejor momento y quiere ganar puntos con todo esto– podría poner broche a las infamantes conmemoraciones haciendo una visita al que era entonces consejero del Interior, Joaquín Forn, en la prisión de Lledoners.

Así pues, sucedidas las cosas expuestas y las que están por suceder, desde nuestras páginas no podíamos dejar de hacernos eco y denunciar esta nueva treta secesionista. Un secesionismo que se esconde en «actos simbólicos» y declaraciones como si esos actos simbólicos o declaraciones no fueran nada. Los actos simbólicos son múltiples, como múltiples son los tipos de símbolos que se pueden utilizar en los actos. Hay símbolos religiosos, símbolos políticos, símbolos deportivos, símbolos científicos, símbolos económicos, médicos, sexuales, morales, lingüísticos, etcétera, etcétera. Pero que sea simbólico o involucre símbolos no le quita realidad ni importancia al acto. Antes al contrario, en muchas ocasiones le da mayor trascendencia e importancia y lo enmarca en unas ceremonias u otras, en unos contextos culturales u otros, permitiendo entender qué se está haciendo y por qué. Una misa, una jura de bandera o una declaración de guerra ¿no son también actos simbólicos de gran importancia? Y es que los símbolos son figuras antropológicas, institucionales, presentes en una inmensa cantidad de actos que realizamos y que, precisamente por su simbolismo, les dan sentido y operatividad. ¿Acaso exhibir una esvástica nazi o la bandera multicolor representante de los homosexuales no es también un acto simbólico que puede estar penado o no por la ley, mejor visto o peor visto? ¿Pero desde qué metafísica nihilista se está justificando toda esta barbaridad?

Desde nuestra postura, siempre de defensa de España pero sin idealismos, consideramos que los actos realizados y los que se preparan para el día 17 en Barcelona constituyen una verdadera infamia contra España y un uso bochornoso y repugnante de los atentados ocurridos en 2017. Además de una humillación, por su utilización, para las víctimas de los mismos. Quizá no sean actos ilegales, y aunque lo fueran tanto daría, pero sí política y moralmente rechazables y reprobables. Y es que una acusación como la que se está haciendo por parte del secesionismo nacionalcatalán también compromete a la moral y a la integridad de la sociedad española; un país no puede dejarse acusar de tal aberración sin responder. Un Ministerio de Exteriores no puede permitir que unos pseudoembajadores de una región española se dediquen a difundir supuestas teorías en las que se responsabiliza al servicio secreto y a las fuerzas de seguridad del Estado de un atentado terrorista. Tampoco las autoridades políticas estatales y regionales deberían permitir tales infamias sin respuesta. Pero se permite. Y se permitirá. Quitadas algunas voces discordantes y de denuncia, todo lo expuesto seguirá su curso. Y seguirá pasando.

¿Están los españoles tan desfallecidos que son capaces de permanecer impasibles ante el insulto continuo de multitud de sus compatriotas -porque los secesionistas no dejan de ser españoles-? ¿Nos basta con arquear las cejas o exclamar que qué barbaridad? ¿Seguiremos satisfechos esperando la resolución del conflicto? ¿Seguiremos permitiendo insultos a nuestro país y a sus instituciones fundamentales, las instituciones de todos? ¿Seguiremos dejando que se desguace el Estado de todos hasta que el estado de malestar sea tal que ya sólo queden las ruinas?

Como siempre, está por ver.

Desde DENAES, por supuesto, seguiremos en la medida de nuestras fuerzas oponiéndonos a tales vejaciones y actos sediciosos mediante nuestros escritos y nuestros actos (muchos simbólicos también, pero no sólo). Cualquier español que quiera unirse será siempre bienvenido.

Y, sobre todo, seguiremos afirmando con firmeza sin miedo ni esperanza que hasta que no todo está perdido, nada está perdido.

Emmanuel Martínez Alcocer