Ante la elocuente trayectoria de Sastre y sus traidores secuaces, el Tribunal Constitucional, en contradicción con lo resuelto por el Tribunal Supremo, ha decidido permanecer cruzado de brazos, dando así alas a esta caterva cuyo único alimento es el odio visceral a la Nación. El TC, de este modo, se convierte en un distinguido cliente de la herriko taberna de Sastre. La tóxica ronda la pagará, como siempre, España.


Alfonso_Sastre.jpgNacido en Madrid el año de 1926 dentro de una tradicional familia de extracción burguesa, el dramaturgo Alfonso Sastre, tras sus primeros años de escolarización católica, haría su ingreso en la universidad, donde entraría en contacto con el teatro, arte que le serviría para desarrollar su «creatividad».

Tras un exitoso arranque dentro del teatro universitario, el castizo escritor entraría en contacto con los círculos izquierdistas que ya operaban en el franquismo. Su obra, debido a tal influjo, pronto derivó hacia posturas próximas al marxismo –-no en vano fue militante del PCE– que se le acarrearían censuras, dado el contenido político que se emboscaba tras el llamado «teatro social» tan presente en el llamado «tiempo de silencio» característico de la época.

En el año 1966 Sastre escribiría una de sus obras emblemáticas: La taberna fantástica, que no se estrenaría en España hasta el 23 de septiembre de 1985. En dicha obra, tras la jerga de los quinquis, en un estilo que emparenta con Tiempo de silencio de Martín Santos y de la que parece beber posteriormente Fernando Arrabal en su El mono o enganchado al caballo, se denuncia la marginalidad en que vive la clase obrera –-en realidad el lumpen-proletariado inservible para la revolución marxista según palabras del propio Marx– cumpliendo el papel de víctima del sistema capitalista.

Será en los años setenta, cuando el autor de Askatasuna!, saciado de la imprescindible dosis negrolegendaria, se integre en el llamado por algunos ingenuos «entorno de ETA». Los primeros frutos de tal integración, serían el encarcelamiento en 1974 de su esposa por colaborar en el atentado de la cafetería Rolando, y el propio entre octubre de 1974 y junio de 1975. El motivo: pertenecer a algo más que el aludido «entorno».

Desde esa época, Sastre, tras exiliarse en el por entonces «santuario» de ETA y ser expulsado del mismo, ha militado en todas y cada una de las «marcas» de la banda antiespañola, desde Herri Batasuna a ANV, lo cual no impidió que en 1993 recibiera el Premio Nacional de Literatura, en un reconocimiento que recuerda poderosamente al tributado a Sánchez Ferlosio a cuenta de sus Esas Yndias equivocadas y malditas.

Sea como fuere, lo cierto es que Alfonso Sastre ha vuelto a situarse en el centro de la escena política española, habida cuenta de su papel como cabeza de lista de Iniciativa Internacionalista, agrupación proetarra y, valga la redundancia, hispanófoba, que ve en Europa –-entendido como internacionalismo– la puerta abierta al secesionismo para, una vez liberada del yugo español, unirse a otros «pueblos» acaso menos victimistas.

Ante la elocuente trayectoria de Sastre y sus traidores secuaces, el Tribunal Constitucional, en contradicción con lo resuelto por el Tribunal Supremo, ha decidido permanecer cruzado de brazos, dando así alas a esta caterva cuyo único alimento es el odio visceral a la Nación. El TC, de este modo, se convierte en un distinguido cliente de la herriko taberna de Sastre. La tóxica ronda la pagará, como siempre, España.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA