Las amenazas contra la Nación Española no sólo son obra de quienes pretenden destruirla, sino también de quienes, apelando a su propio autodesprecio, sienten desafección hacia la patria


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No pocas veces habremos escuchado que el patriotismo es el último refugio de los cobardes o que, en estos tiempos de globalización, como seres humanos no tenemos patria. Idea que entra en contradicción con la obsesión que tienen diversos agrupamientos de seres humanos por disponer de sus propias instituciones políticas, independientes de terceros, y de figurar con asiento legítimo en la ONU. La degradación del patriotismo, considerado una virtud antaño, ha venido acompañada de una gran proliferación de nuevas patrias nacionales, muchas «liberadas» del yugo colonial que tenían hasta bien entrado el siglo XX.

Sin embargo, el patriotismo ha sido durante siglos una virtud política, la virtud de virtudes si hacemos caso a los clásicos griegos y latinos, para quienes «dulce es morir por la patria». Una patria que no es la Nación moderna, sino la república, el Estado, especialmente el territorio donde se asienta y que debe ser defendido, especialmente con las armas, de quienes pretenden arrebatarlo. Ya decía el Padre Feijoo en 1729, cuando aún no existían las naciones políticas producto de la Revolución Francesa (y en España producto de las Cortes de Cádiz en 1812) que la patria que es la República, el Estado, y no ninguna otra forma de patria particular o terruño, patriotismo particular que induce a la división de ánimos e incentiva las guerras civiles, bajo la idea de que ciertas provincias son agraviadas respecto a otras. Por el contrario, afirmaba con claridad el escritor, hoy considerado como intelectual «de izquierdas», Antonio Machado, que de aquellos que dicen ser gallegos, catalanes, vascos, extremeños o castellanos antes que españoles, hay que desconfiar siempre, pues suelen ser españoles incompletos, insuficientes.

En el caso español, las amenazas hacia la patria no sólo provienen de esas sectas particulares y apegadas al estrecho marco de su terruño; incluso a veces quienes defienden la independencia de su terruño han aparecido en vídeos promocionales «plantados» en la tierra de una maceta, como si fueran los frutos de ese pequeño terreno, tan estrecho como lo son sus miras. Esas amenazas hoy día no cesan, sino que se mantienen latentes con cierta intermitencia; tal es el caso del proceso separatista de Cataluña, que tras varios años de presencia constante en los medios, hoy se encuentra varado por la disputa acerca de quién ha de liderar la separación de Cataluña respecto a España, prueba de que puede existir el consenso en torno a la sedición pero sin un acuerdo claro y distinto sobre cómo llevarla a cabo. Como decimos, también existe otra amenaza no menos importante: la de aquellos españoles que, instalados en el autodesprecio y en el servilismo hacia ideologías delirantes, consideran a la Nación Española algo menor y digno de ser humillado.

Tal es el caso de lo que sucede cada 2 de Enero en la ciudad de Granada, en la famosa conmemoración de la «Toma de Granada» por los Reyes Católicos en 1492 que supuso el fin de la presencia islámica en España y por lo tanto el fin de lo que algunos verdaderos idiotas han tildado nada menos que en los medios de comunicación como «insidiosa reconquista». No son pocos los que, portando carteles con absurdas consignas como «Genocidas», «Los musulmanes eran granadinos» y lindezas similares, intentan siempre reventar el acto institucional organizado por los poderes públicos de la ciudad.

Semejantes tonterias podrían haberse disculpado en otras épocas, pero en la actual, con la amenaza del terrorismo yihadista más extremado sobre países como España, constituyen una verdadera imprudencia. Precisamente la pujanza no sólo de la Al Qaeda del finado Osama Bin Laden, sino el Estado Islámico de Iraq y Siria, verdadera renovación de la tradición califal del mundo musulmán en pleno siglo XXI, nos demuestran que la presencia islámica en la Nación Española fue un hecho terrible que aplastó a los cristianos mozárabes que tuvieron que soportar durante centurias el yugo musulmán, lejos de ese idílico paraíso que tantos pánfilos nos presentan bajo el famoso «Mito de las Tres Culturas», con claro tono de lo que Julián Juderías denominó como Leyenda Negra o relato tergiversador de la Historia de España en nuestro presente, donde los «tolerantes y cultos» musulmanes son derrotados por los «intolerantes y fanáticos» cristianos… curiosamente los mismos cristianos que fueron capaces no sólo de descubrir América sino de conformar los límites del mundo que hoy conocemos. Paradojas que esos pánfilos nunca consiguen aclarar.

No menos preocupante es el caso de la denominada memoria histórica, y que parecía que, pese a haber sido codificada por ley en el año 2007, en estos últimos tiempos se encontraba ciertamente eclipsada. Pero la denominada «nueva política» que consiste en ser igual que la vieja pero peor, como la que representa la marca blanca del partido no nacional Podemos en Madrid, Ahora Madrid, tras pactar con el PSOE para robarle la victoria electoral al Partido Popular en el Ayuntamiento de la capital de España, ha comenzado a remover muchos nombres de las calles de la Villa y Corte, bajo la acusación de ser «franquistas» y de exaltar el levantamiento comandado por el citado general que se considera inicio de la Guerra Civil Española, un 18 de Julio de 1936.

Nombres como los de Pedro Muñoz Seca, autor de La venganza de Don Mendo y vilmente asesinado por el Frente Popular en Paracuellos del Jarama en 1936, pese a ser ajeno totalmente a Franco, o el del político Juan Vázquez de Mella (fallecido en 1928), nada menos que promotor del derecho al voto femenino, son sustituidos de forma sectaria y acrítica por los de un Pedro Zerolo, de discutibles cuando no nulos méritos fuera de la ideología que el premiado y los concejales de Ahora Madrid comparten, así como otros que los patéticos miembros de esta nueva política tengan a bien, verdadero intento de «borrar el pasado» de la Nación Española y reescribir la Historia; algo que en cualquier otro país sería considerado alta traición y provocaría verdadero escándalo o incluso desobediencia civil; tan evidente es la manipulación histórica de estos pánfilos y traidores, que con la no menos manipulada enseña tricolor en la mano son partidarios del «derecho a decidir» que la Nación Española se disuelva.

Desde la Fundación Denaes observamos con preocupación no sólo los intentos de destruir la Nación Española de parte de sectas separatistas apegadas a su minúsculo y ridículo terruño, sino también la amenaza que para España suponen la multitud de pánfilos que, imbuidos de autodesprecio al odiar la Historia de nuestra Nación, se dedican a colaborar con quienes son enemigos declarados de España, todo operado desde ideologías delirantes y negrolegendarias, que consideran poco menos que un accidente una Historia ya milenaria, y que ha dejado profunda huella en el resto del mundo, como es la de la Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.