Como decía el Maestro de Derecho Internacional Público, Don José A. Pastor Ridruejo, el Derecho Internacional en lo esencial es “soft law”, esto es, derecho blando, lo que se traduce en que se retuerce las veces que haga falta en función de los intereses de las grandes protagonistas de la esfera internacional. No nos engañemos, no hay reglas estables y menos aún tribunales que las controlen.

Sentado lo anterior, la historia reciente evidencia que el reconocimiento de un nuevo Estado en el Derecho Internacional, al margen de cualquier bendición constitucional, puede surgir básicamente de dos maneras: pacífica o violenta.

La forma pacífica puede alcanzarse de forma unilateral, aun rompiendo bruscamente la legalidad estatal si hay falta de reacción interna de la nación quebrantada en defensa de su propia soberanía, seguido de un reconocimiento más o menos generalizado de la Comunidad Internacional. Este es el caso de Kosovo que el 17 de febrero de 2008 proclamó solemnemente su independencia después de un referéndum de secesión sin respaldo jurídico alguno y que fue reconocido por 112 Estados, con Estados Unidos a la cabeza, con diferentes pretextos. Otros muchos como Rusia y la propia España se resisten a reconocerlo, pero lo cierto es que la vuelta atrás se antoja hoy día irreversible.

Este era el Plan Puigdemont para la secesión de Cataluña, que evidentemente fracasó, porque cierto que a la Sociedad Internacional incomoda las tensiones internas nacionales, pero no acepta por el momento la desmembración de un miembro relevante de la misma como España por el riesgo de balcanización que ello pudiera generar en otros países aún más poderosos.

La forma violenta implica un conflicto bélico que termine con vencedores y vencidos, después de un reguero de sangre que finalmente implique un status quo que la Comunidad Internacional se apreste a aceptar antes que la cosa degenere en un conflicto de consecuencias más embarazosas. Pues bien, este fue el caso de Eslovenia, que con un breve conflicto armado llamado guerra de los diez días acaecido en 1991, consiguió imponer sus condiciones a la entonces Yugoslavia, con el apoyo de los estados  occidentales.  La fuerza de choque paramilitar eslovena la formaban policías regionales y civiles armados, ¿les  suena?

Este parece el plan Torra según lo ha anunciado el mismo en su reciente viaje a Eslovenia, es decir, que se propone, subiendo el listón de su predecesor, atacar militarmente España (con muertos incluidos) con objeto de provocar una ola de reconocimientos internacionales que finalmente culmine en una supuesta solución de “tipo práctico”, que concluiría en obligar a España a dialogar, por supuesto al margen de nuestra legalidad, lo que se traduciría en aceptar la derrota en evitación de males mayores. En este contexto a los “indepes” se les antoja más necesario que nunca, controlar los mossos de esquadra. Ya podemos verlo según las informaciones que diariamente se publican. Falta por concretar el día del ataque.

España debe reaccionar ya, adelantándose a la jugada y aplicar el artículo 155 que al menos incluya de inmediato la recentralización al Estado de todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad existentes en Cataluña.

Si no se actúa, pasaremos a la siguiente fase que supondrá no tener más alternativa que aplicar la solución constitucional más radical del artículo 116 que pasa por declarar el Estado de sitio que procede cuando se produzca o amenace producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional, que no pueda resolverse por otros medios. El Estado de sitio supone básicamente militarizar los poderes civiles y restringir derechos fundamentales a la población, con el objeto de restablecer el orden público. Es decir, situarnos fuera del plácido mundo de los derechos civiles de la Unión Europea.

Y ya se acabó, no hay más; el siguiente paso será la consumación de la independencia de Cataluña y las tensiones subsiguientes con País Vasco, Navarra, Baleares, etc.

Sigo creyendo en esta gran nación llamada: España.

Alberto Serrano