En la España de 2008, en donde a pocos kilómetros de Santander se incumple sistemáticamente la ley de banderas o se pone a las calles el nombre de conocidos terroristas, hemos de saludar la iniciativa del ayuntamiento de Santander y alegrarnos porque la totalidad de los miembros del pleno se hayan mostrado conformes, aunque manifiesten ciertas discrepancias, más formales que otra cosa.


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DESDE LA FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA QUEREMOS EXPRESAR NUESTRA ADHESIÓN A LA INICIATIVA DEL AYUNTAMIENTO DE SANTANDER DE COLOCAR UNA GRAN BANDERA ESPAÑOLA EN PUERTOCHICO Y FELICITAR A SU ALCALDE.

Saludamos la iniciativa del alcalde de Santander, Iñigo de la Serna, de colocar una gran bandera española en la Glorieta de Puertochico y, a través de este comunicado, manifestamos nuestra adhesión y apoyo al proyecto ideado por el consistorio de la capital cántabra.

Desde DENAES siempre hemos defendido la necesidad de superar la confusión interesada de los símbolos de España con «reliquias» del Antiguo Régimen, recuperando su uso normal y cotidiano; con este gesto, un alcalde, el de la ciudad de Santander, vuelve a recordarnos a todos que no debiera tener nada de especial que una gran ciudad española coloque una bandera nacional en un lugar señalado y central de la misma.

Del mismo modo que algunas reacciones nos devuelven a la cruda realidad de la España del presente, cuando un acto sencillo y normal que debería ser imitado en todas las ciudades españolas, se interpreta, por ciertos colectivos, como un ataque a sus sentimientos, como una afrenta, como un episodio más de la «batalla de los nacionalismos».

Resulta incomprensible que algunos piensen que la instalación del estandarte que identifica a todos los españoles sirva para dividir a los ciudadanos o «herir sensibilidades». Sólo puede «sentirse herido» quien odia a España, quien querría verla desaparecer en nombre de no se sabe qué alternativa mejor.

Que estos grupos o asociaciones como ADIC pidan ahora que al lado de la bandera española se ponga la bandera autonómica, no tendría mayor importancia -dejando al margen que este mismo grupo fue quien se opuso a la bandera rojiblanca de Cantabria pretendiendo, sin éxito, hacer del «estandarte cántabro», el Laborum (lábaro) –la bandera regional– de no mediar las explicaciones de la propia asociación.

Porque los miembros de ADIC consideran, en primer lugar, que esta decisión del alcalde «no es un gesto necesario», para, a continuación calificarla de «muestra absurda e innecesaria de menosprecio a los símbolos autonómicos, tan legítimos y reconocidos como los estatales». Y añade: «Baremar de esta manera tan frugal la adscripción a un proyecto político-administrativo, como es un Estado, no es más que una muestra de nacionalismo excluyente e intolerante, ideología que debe superarse de una vez por todas». Concluye el comunicado señalando que una vez adoptada la decisión «de manera unilateral y partidista», es necesario afirmar «con rotundidad» que «Cantabria también es Estado y, como tal, sus símbolos también encarnan los valores que arroga el alcalde en exclusiva a España».

Es normal que los grupos que quieren magnificar las peculiaridades regionales hasta convertirlas en la justificación de nuevas naciones, manifiesten su aversión a la bandera nacional. O quieran poner en igualdad de condiciones a los símbolos autonómicos.

¿Por qué razones «ofende» a ADIC la colocación de la bandera «estatal»? ¿Por qué interpreta ADIC que izar la bandera de España y no la autonómica supondrá un menosprecio para la autonomía? ¿Acaso, según su criterio, la autonomía cántabra no está representada también en la bandera de España? ¿Acaso sugieren que Santander es cántabra antes que española?

En su comunicado, Cantabria parece ser una «entidad» que, voluntariamente se «adscribe» a un Estado. De esta suerte, la bandera cántabra puede ponerse a la misma altura que la enseña nacional. Porque, según este esquema, tan común a los postulados secesionistas de otras regiones españolas, la «voluntad» del pueblo cántabro podría ser la de formar parte de España, pero esta «voluntad» presupone a un sujeto político, a una nación que soberanamente «cede su soberanía» a una «forma estatal».

Pero, desde DENAES ya hemos denunciado muchas veces como falso semejante delirio. Porque la identidad de Cantabria, como la del resto de regiones españolas, no viene de las tropas derrotadas por las legiones romanas, ni de reinos o feudos medievales, ni existe previamente a la Nación Política española, sino, antes bien, es resultado del desenvolvimiento histórico de la misma Nación española a la que han pertenecido siempre los ciudadanos cántabros, y los demás, en pie de igualdad unos con otros. La bandera cántabra no es la bandera de la Nación, ni de una «parte soberana» de un estado plurinacional, sino el símbolo, muy respetable, de la autonomía sancionada por la constitución del 78 que articula la forma de gobierno de la Nación política española y, por tanto, supone la existencia de esa misma Nación. Y por esto mismo la bandera cántabra no representa ninguna soberanía, ni excluyente, ni incluyente, porque Cantabria no es una nación soberana, como no lo es ninguna autonomía española. Y no puede cederse lo que nunca se ha tenido, salvo en la sinrazón del encaje de bolillos histórico de los secesionistas, cuando confunden naciones étnicas o culturales o reinos históricos, con naciones soberanas.

Lamentamos profundamente que asociaciones como ésta interpreten que la bandera de España no representa a los ciudadanos cántabros que, siguiendo esta lógica, estarían representados únicamente por la cántabra. Por fortuna, la inmensa mayoría de los cántabros no son de esta misma opinión.

En la España de 2008, en donde a pocos kilómetros de Santander se incumple sistemáticamente la ley de banderas o se pone a las calles el nombre de conocidos terroristas, hemos de saludar la iniciativa del ayuntamiento de Santander y alegrarnos porque la totalidad de los miembros del pleno se hayan mostrado conformes, aunque manifiesten ciertas discrepancias, más formales que otra cosa.

La glorieta de Puertochico, en el centro mismo de Santander, saludará a los visitantes con una magnífica enseña nacional, símbolo de la soberanía de España y de nuestra historia, con sus grandezas y miserias; hay motivo para felicitar al Ayuntamiento de Santander que, en medio de este «desfile autonómico» de naciones fraccionarias, de falsificaciones históricas, de ciudadanos amenazados, de aldeanismo y cerrazón, ha sido capaz de plantar el símbolo de lo que nos hace universales, de lo que nos hermana y une, en lugar de lo que nos diferencia, separa y, a veces, enfrenta.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA