No podemos establecer un hito temporal de 70, 60 o 50 años sin más, para distinguir los hechos del presente de los del pasado. Tampoco basta, como cree Garzón, con que haya descendientes que han sido víctimas indirectas del Franquismo, porque eso lo somos todos


497209-2.jpgGarzón ha tenido que reconocer su incompetencia para abrir una Causa General contra el Franquismo. Por lo visto, el impedimento se encuentra en haberse extinguido la responsabilidad penal de Francisco Franco al dar por probada su defunción.

Tener que probar semejante acontecimiento, a saber, la muerte de Franco, desde el sentido común no puede dejar de tomarse a chirigota. Así lo han hecho la mayoría de los periódicos de hoy y, desde luego, no les quitemos el gusto de hacerlo.

Sin embargo, tal “prueba” nos permite extraer otra interpretación, aparte de la del ridículo del juez que no negamos, que llamaríamos de naturaleza gnoseológica. Y es la de la incompetencia, no ya de Garzón –que hay que reconocer que también el significado vulgar, no jurídico, del adjetivo se presta a atribuírsele–, sino, en general, de la Justicia, para ejercer su labor sobre hechos históricos.

Además de que jueces de todas las asociaciones han hecho declaraciones en contra del montaje mediático de Garzón, desde hace tiempo también los historiadores han venido reclamando su territorio profesional en el que el “juez estrella” quería descubrir el Mediterráneo. Y es esta incompatibilidad entre la Justicia y la Historia sobre la que nosotros queríamos incidir.

Porque la Historia no puede más que registrar lo que ha sucedido, siendo acontecimientos ya fenecidos, sobre los cuales nuestras acciones no tienen capacidad de rectificación, con independencia de que los hechos sean criminales o bondadosos; mientras que la Justicia entra en la reparación de las acciones, en este caso, delitos, del presente, con actores vivos, sí, pero cuyas acciones, además, podemos restaurar impidiendo que su finalidad se cumpla, al menos porque se castigan.

No podemos establecer un hito temporal de 70, 60 o 50 años sin más, para distinguir los hechos del presente de los del pasado. Tampoco basta, como cree Garzón, con que haya descendientes que han sido víctimas indirectas del Franquismo, porque eso lo somos todos. Franquistas, si los hay, incluidos.

Lo malo es que cuantos se afanan en impartir justicia sobre los muertos, lo que en realidad están haciendo es olvidarse de los únicos “vivos” que siguen asesinando en España. Nos referimos, por supuesto, a la banda terrorista ETA, cuyos delitos, por cierto, fueron perdonados por esa Ley de Amnistía que hoy dice el señor juez que no es aplicable.

Porque parece que lo que pretende Garzón es dividir a la sociedad española, removiendo las cenizas de uno de los episodios más sangrientos y quizás el más dramático de toda nuestra historia, en lugar de que lo que debería hacer: cohesionar a los españoles investigando, juzgando y condenando los crímenes de la banda terrorista-separatista y el entramado político que la apoya o justifica. Ojalá pudiéramos dar marchas atrás e impedir los asesinatos cometidos por los etarras que salieron de la cárcel. Pero como dijo Aristóteles, autor que Garzón debiera saludar:

“De esto se ve privado hasta Dios: de poder hacer que no se haya producido lo que ya está hecho”.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA