Los resultados de los comicios generales que tuvieron lugar ayer domingo dejan un mapa político inestable y un futuro inmediato para la Nación Española de difícil solución
Ayer 20 de Diciembre se cumplieron los pronósticos: la política española se ha convertido en cosa de cuatro partidos que carecen de una mayoría sólida para formar gobierno. Constatado que el Partido Popular, pese a su gran pérdida de apoyos, iba a ganar sí o sí las elecciones generales y superaría los 120 escaños, si acaso se pensaba en un hundimiento aún más grande de un PSOE que, con unos magros 90 diputados, suma el peor resultado de su historia en unas elecciones generales desde la Transición democrática, donde el PSOE andaluz de Susana Díaz le ha salvado literalmente la vida a un imberbe e insulso Pedro Sánchez, que por derecho propio ha pasado a la Historia de su partido.
En lo que respecta a los partidos que enarbolan la «nueva política», tanto Podemos como Ciudadanos se han topado con las dificultades y exigencias que plantea el sistema proporcional de la Ley D´Hont, sumando la primera 42 diputados y la segunda 40. Sucede sin embargo que Podemos disponía, como bien sabemos, de una serie de «marcas blancas» en distintos lugares de la geografía española donde los partidos de ámbito regional pueden presentarse y sumar sus votos en un contexto muy favorable. Tal ha sido el caso en Cataluña, País Vasco, Valencia y Galicia, donde Podemos ha concursado como si fuera un partido separatista más, como una verdadera secta antiespañola de nuevo cuño que le ha arrebatado a los separatistas el privilegio de sumar para desguazar la Nación Española. Ha sumado así en total 69 diputados.
Especialmente sangrante es el caso en Cataluña, donde la mitad de los escaños que tradicionalmente han correspondido a los partidos separatistas como ERC o Convergencia (ahora denominada, en el colmo de la corrupción del «derecho a decidir», Democracia y Libertad), han sido fagocitados por Podemos. La razón es clara: mientras que el proceso separatista en Cataluña se ha encallado en disensiones internas, Podemos propone de forma firme y segura la celebración de un referéndum separatista en Cataluña, por más que con la boca pequeñita, como si fuera el dueño de La Sexta Jaime Roures hablando a través de Pablo Iglesias, afirmen que ellos votarán no a la independencia. No cabe duda de a dónde han ido los sufragios de quienes aspiran a cuartear la Nación Española…
En cualquier caso, sorprende la ceguera, inconsciencia y cerrazón que varios líderes políticos y periodistas, a lo largo de la jornada electoral y una vez corroborados los resultados definitivos, han demostrado en una tarde noche de domingo decisiva. Si los informativos de Tele 5 presentados habitualmente por Pedro Piqueras se titulaban ni más ni menos que «La España que queremos», y en ese eslogan insistieron una y otra vez machaconamente: Pedro Sánchez se presentó como «el lider del cambio que quieren los españoles» y Pablo Iglesias afirmaba que cualquier paso a adoptar por su formación requiere una reforma constitucional previa que refleje la singularidad plurinacional de España, «porque el pueblo así lo ha querido» (¿de dónde saldrá la mayoría de tres quintas partes del Congreso para lograrla?).
¿Pero cómo pueden arrogarse la representación del pueblo semejantes personajes, precisamente una vez que se ha constatado que esa«voluntad popular» es muy indecisa y poco firme, ya que se ha repartido de forma desigual entre cuatro opciones diferentes? Suerte que la suma del Partido Popular y Ciudadanos es mayor que la de PSOE y Podemos, porque si no ya encontraríamos a algún famoso idiota que afirmaría, sin avergonzarse lo más mínimo, que «ganó la izquierda»… Pero lo cierto es que un resultado como el de anoche no hace sino corroborar la imposibilidad de identificar esa «voluntad general» cuando se produce una dispersión no ya entre dos sino hasta entre cuatro partidos.
Ya nos dirán los electores cuál será la fórmula para gobernar o siquiera poder ser investido presidente, con una tal dispersión que garantiza, en primer lugar, que ninguno de los dos supuestos bloques en litigio, dispone de una suma aritmética que alcance los 176 diputados que equivalen a la mayoría absoluta. Dirán Pedro Piqueras y los suyos que esa es «La España que queremos», la que han querido los españoles, pero entonces la incógnita es aún mayor, puesto que, salvo que la demagogia de estos personajes les haya cegado tanto, esa «voluntad popular» es el más oscuro arcano que hayamos visto en nuestra Nación Española en décadas. ¿Con qué derecho puede arrogarse Pedro Sánchez la opción de gobernar con 90 ridículos diputados? Nos encontramos nuevamente ante la ya conocida corrupción (legal, pero corrupción) de la democracia realmente existente, en la que la situación de una mayoría insuficiente como la del Partido Popular, anima a las fuerzas perdedoras a firmar acuerdos postelectorales y a espaldas por completo del electorado, con el objetivo de presentarse como una mayoría y por lo tanto identificarse con la «voluntad del pueblo soberano». Tal hecho ha sucedido numerosas veces en comicios municipales y autonómicos, aunque nunca hasta la fecha en unas elecciones generales. Veremos…
Dejando al margen las cuestiones económicas o sociales, que dependen directamente de Bruselas, realmente, lo preocupante es la existencia de un partido nacional como Podemos que, sin rubor ni camuflaje alguno, se presenta en diversas autonomías como un partido separatista más, declarando que defiende otra corrupción democrática notable como el «derecho a decidir», arrogándose de nuevo la representación de un pueblo, de una «voluntad popular», que quiere expresarse en un referéndum para decidir su destino. Una «voluntad general» al estilo de la de Rousseau que provoca verdadera vergüenza ajena, y que nada tiene que ver con la realidad de una Nación Española o nación política de lugar alguno, como proyecto que desborda a los ciudadanos que conforman esa «voluntad general» coyunturalmente.
Desde la Fundación Denaes observamos con gran preocupación la incertidumbre que nos arroja estos resultados electorales, donde la formación de un gobierno que deba seguir afrontando las amenazas que sufre la Nación Española es prioritaria, frente a la problemática de una depresión económica y unos recortes sociales que, quiéranlo o no varios partidos que enarbolan varias demagógicas propuestas, está mediatizada al máximo por la Unión Europea. Es prioritaria la formación de un gobierno que cierre el paso a cualquier tentativa de seguir ahondando en la amenaza separatista que sufrimos en Cataluña y otros lugares de la geografía nacional.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.