La citada «territorialidad», de la cual el PSOE se ha contagiado de forma crónica, al parece, no es sino un subterfugio retórico bajo el cual se ocultan intereses hispanófobos: se trata de la reclamación por parte de algunos grupos antiespañoles, de territorios que de manera gratuita e indocta, deben ser unidos a otras estructuras políticas como si se tratara de juntas naturales de un cuerpo que hubieran sido forzadas por la tiránica España.


gibraltar-3.jpg

La jornada de ayer, marcada por la visita a Gibraltar del Ministro de Exteriores de España, don Miguel Ángel Moratinos, pasará a las crónicas españolas de los inicios del siglo XXI, superando probablemente al acontecimiento «histórico para el planeta» (sic), que supondrá el encuentro entre el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero y Barack Hussein Obama, anunciado por Leire Pajín hace meses.

En efecto, tras más de tres siglos, el máximo representante de la capa cortical de la Nación Española, pisa el Peñón, otorgando con este gesto, carácter bilateral a las relaciones entre estos territorios de la Corona Británica y España.

Los esfuerzos que la prensa que controla o es controlada por el Gobierno –tanto monta, monta tanto–, han hecho para falsear la interpretación de tan humillante gesto para España, no impiden que muchos de nuestros compatriotas hayan contemplado con bochorno la actuación gubernamental.

Nada hay de nuevo en este proceder zapateril, pues hemos de recordar que el krausista leonés ya posó en su día en Marruecos ante un mapa en el que Ceuta y Melilla quedaban integradas en el país magrebí. Tampoco conviene olvidar cómo los propagandistas que se emboscan tras la palabra «periodistas», se mofaron de la firmeza que el Ejército Español mostró tras el intento de invasión de este islote tan español como la propia Puerta del Sol por parte de Marruecos.

El diagnóstico que DENAES ofrece de tan traidor proceder puede resumirse en la palabra «territorialidad», vocablo empleado ad nauseam por los terroristas etarras y sus aliados objetivos, esto es, el frente faccioso neofeudal. La citada «territorialidad», de la cual el PSOE se ha contagiado de forma crónica, al parece, no es sino un subterfugio retórico bajo el cual se ocultan intereses hispanófobos: se trata de la reclamación por parte de algunos grupos antiespañoles, de territorios que de manera gratuita e indocta, deben ser unidos a otras estructuras políticas como si se tratara de juntas naturales de un cuerpo que hubieran sido forzadas por la tiránica España. El palabro tanto sirve para amputar de España ciudades como las citadas, como para reagrupar territorios antes de su independencia.

De este modo, la «territorialidad» sirve a ETA o al PNV, para pedir la unificación de Vascongadas y Navarra, pero también de la anexión a Euskal Herria del Condado de Treviño, saltando de este modo, tal es su arraigo en el metafísico derecho natural, por encima del incontrovertible hecho de que las naciones, como los idiomas, son construcciones históricas.

Sería muy fácil desmontar las argumentaciones de aquellos que son favorables a acabar con la pertenencia a España de Ceuta, Melilla, Gibraltar, Perejil u Olivenza. Sin embargo, para su fortuna, se han encontrado un Gobierno entreguista, que nada hace ante tan serias amenazas. La tarea se torna titánica cuando se comprueba que el sistema autonómico se ha consagrado a la fragmentación y debilitamiento de la soberanía nacional, mientras se forma a generaciones de compatriotas en la ignorancia de la Historia de España, cuando no en su odio y desprecio.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA