Propuestas como las de Garicano no son sino la continuación, lindando con la realización de los objetivos catalanistas, de unas políticas que nos han conducido a la actual situación que combate DENAES
Una semana sí y otra también, el ciudadano se encuentra ante numerosos estudios y encuestas que tratan de adentrarse en la voluntad del votante meses antes de que las urnas se dispongan para celebrar la comúnmente denominada «fiesta de la democracia». En la última oleada estadística, se advierte, al margen de la consolidación de Podemos, el ascenso de un partido como Ciudadanos, cuya trayectoria es ascendente desde hace años en una Cataluña en la PSC y PPC se han mostrado dóciles y a menudo colaboracionistas con el catalanismo que todo lo domina en tal región.
Ciudadanos cuenta con un líder bien reconocido que además ha sabido sobrevivir en la jungla mediática en la que muchas figuras emergentes se extravían. Sin embargo, al margen de Rivera, pocas son las caras conocidas de este partido cuyo programa electoral sigue siendo en gran medida desconocido más allá de proponer un freno, en terreno propio, al secesionismo.
Sea como fuere, y pues los plazos electorales se van consumiendo, hemos conocido recientemente la identidad de quien diseñará el plan económico que este partido ofrecerá al votante. Su responsable es el vallisoletano Luis Garicano, Catedrático de Economía y estrategia en la London School of Economics, cuyas ideas en relación con la estructura de la nación no deben pasar inadvertidas. En efecto, es ya lugar común la exhibición, por parte de una gran parte de economistas, de un argumentario teñido de un inconfesado anarcocapitalismo según el cual el Estado no es más que una estructura dedicada a labores confiscatorias, visón que combatimos en DENAES, institución siempre al servicio del fortalecimiento del Estado, entre otras razones, por nuestra convicción de que toda economía es política.
Si subrayamos esto, lo hacemos en relación con lo que al respecto piensa Garicano en relación con tal estructura estatal, pensamientos que conocemos gracias a un artículo publicado en el periódico El Mundo en octubre del pasado año, hace apenas cuatro meses, en plena ebullición de la diada, éxtasis del separatismo y la hispanofobia fabricada por la falsificación histórica y el adoctrinamiento ideológico que se fomenta desde las aulas catalanas. El artículo se titulaba «Los cisnes negros y la tarea de Rajoy», y en él se emplea la metáfora del cisne negro, ese animal que por sorpresa desveló su existencia en la ignota Australia del XVII, para advertir -siempre desde las coordenadas de Garicano- de las desagradables novedades que podrían darse en España en el caso de que el actual Gobierno mantuviera su política al respecto del problema catalán. A su parecer, el cisne negro en Cataluña serían unas elecciones plebiscitarias, las previstas para mayo, tras las cuales podría declararse unilateralmente la independencia de esta región, convertida en nación soberana, un hecho que a ojos del economista de Ciudadanos, no beneficiaría a la España resultante pero tampoco a la Cataluña independiente. Según sus coordenadas, pues el planteamiento de una alternativa a tales políticas, y es ahí donde se explicitan las soluciones garicanescas para problemas que él denomina simbólicos, competenciales y financieros.
En el primer caso, pide «encontrar maneras reconocer la diferencia de Cataluña, usando palabras (como la palabra «nación») y símbolos que no son tan lejanos de los que de hecho usamos («nacionalidad»)», con un claro objetivo: «… recomponer el vínculo emocional: Cataluña debe saber que no sólo es parte de España, sino que es querida por España, que su singularidad es aceptada y querida, que su lengua, el catalán, es un patrimonio de España tan importante como el castellano. Gestos simbólicos aquí (¿por qué no un año de lengua autonómica en las escuelas?) pueden hacer mucho».
En el competencial, propone «blindar las competencias relacionadas con la lengua, particularmente cultura y educación y con la sanidad. En la práctica el modelo lingüístico que existe, de inmersión en catalán, funciona bien, y el hecho innegable (a pesar de la histeria) es que sí logra que los niños hablen bien ambas lenguas».
Por último, en lo financiero, sugiere llevar a cabo «una simplificación radical en el incomprensible e injusto sistema de financiación, comenzando por ceder la totalidad del IRPF a las autonomías -se trata, como sugirió hace tiempo el ministro Margallo «no tanto de transferir agua como dejar que las autonomías exploten sus propios pozos», junto con un sistema competencial que incremente la transparencia financiera y la rendición de cuentas a los ciudadanos».
Para el logro de estos taumatúrgicos acuerdos, reclama el entendimiento entre PSOE, PP y CiU, es decir, de aquellos que nos han llevado a la actual situación, llegando a proponer un nuevo Estatuto –que en ningún caso sería más restrictivo en relación con las aspiraciones de los secesionistas- que incluya lo que él llama «dar una oportunidad a los votantes de que se expresen», vulgo «derecho a decidir», tras el cual habría de tomarse el para algunos fascinante camino federal o el de ese oxímoron llamado estado plurinacional, absurdo político que tanto predicamento está teniendo en determinados ambientes que se debaten entre la estupidez y la frivolidad.
En definitiva, y pese a que Ciudadanos es percibido por un amplio sector de los españoles como una alternativa a los partidos hegemónicos que tanto han debilitado al Estado, propuestas como las de Garicano no son sino la continuación, lindando con la realización de los objetivos catalanistas, de unas políticas que nos han conducido a la actual situación que combate DENAES. Confiamos, no obstante, que el catedrático corrija sus yerros, no ya por el bien de su partido, asunto ajeno a nuestra institución, sino porque ante el gran número de amenazas que gravitan sobre España, conviene sumar fuerzas para no seguir cediendo ante los enemigos de la Nación.
Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española