Al ciudadano le queda la impresión de que la Justicia estira el límite de la tolerancia con el terrorismo para favorecer a un determinado Gobierno.


Dos decisiones judiciales han venido a caldear el ambiente de la manifestación del próximo sábado contra la negociación con ETA. Una de esas decisiones da la vuelta a la certeza judicial de enero de 2005: ahora la Fiscalía General del Estado sostiene que las herriko-tabernas no están vinculadas con ETA-Batasuna. La segunda decisión viene de la Audiencia Nacional, que ha absuelto del delito de enaltecimiento del terrorismo al grupo musical (sic) Soziedad Alkoholika, aquel que cantaba: “Explota, cerdo. Algún día reventarás. Huele a esclavo de la ley, cipayo, siervo del Rey”. El problema de estas decisiones no es que beneficien objetivamente a ETA, sino algo aún mucho peor: que vulneran el más elemental sentido común. Y al ciudadano le queda la impresión de que la Justicia estira el límite de la tolerancia con el terrorismo para favorecer a un determinado Gobierno.

La Justicia, naturalmente, merece mucho respeto. Hasta el momento en el que le da la vuelta a la verdad, porque entonces se convierte en injusta. A partir de ese instante, la Justicia podrá seguir siendo muy respetable como institución, pero lo tendrá difícil para convencer a los ciudadanos de que, además, merece confianza. En su persecución histérica de los supuestos réditos electorales del llamado “proceso de paz”, el Gobierno está empujando a la Justicia española a una situación francamente deplorable. Las togas deberían ir planteándose gritar “Basta ya”.