Si a la vista de sus resultados electorales el PSOE concluye en necesitar una refundación, haría bien en tener como uno de sus nortes la cuestión nacional: pues la Nación Española puede permanecer sin el PSOE, pero el PSOE sin la Nación no


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El pasado domingo día 23 de Octubre se votó en el seno del Comité Federal del PSOE el sentido del voto en la inminente sesión de investidura que, previsiblemente, proclamará a Mariano Rajoy como Presidente de Gobierno de la XII Legislatura. En el ejercicio de democracia procedimental por parte de los 237 miembros del Comité acreditados, los resultados arrojaron 139 partidarios de la abstención frente a 96 de decir no a Rajoy (dos se abstuvieron).

Presentado por la prensa —y por los propios partícipes en sus declaraciones— como un debate de política con mayúsculas, lo que el episodio del día 23 nos deja es una discusión en torno a que es lo más conveniente para el PSOE de cara a las futuras citas electorales.

Los partidarios del no, imbuidos del mito de la unidad de la izquierda, anuncian en palabras de César Luena —actual secretario de Organización del PSOE— que «el camino es la reconciliación con la izquierda». Esta pretendida reconciliación con la izquierda puede interpretarse principalmente de dos formas: o bien una reconciliación con su electorado, electorado de izquierdas, que ha preferido votar a otras opciones (no hay que olvidar que la mayoría de entre los 96 partidarios del no pertenecen a federaciones de Comunidades en las que Podemos ha superado al PSOE), o bien la constitución de un nuevo Frente Popular que asalte de una vez el poder.

Del otro lado, apelando a una impostada responsabilidad, los partidarios de permitir un Gobierno del PP bajo la fórmula de abstenerse en la segunda sesión de investidura no han sido especialmente claros sobre lo que esperan que conlleve como contraprestación dicha cesión. En su resolución, entre las medidas que —desde su posición de relativa fuerza— dicen querer impulsar (derogación de la reforma laboral, reforma del sistema de pensiones, modificación de la ley del aborto para volver a la situación previa a la modificación del PP, entre otras) aparece la cuestión territorial: «abriremos, con carácter inmediato, un proceso de diálogo con las fuerzas políticas para afrontar los serios desafíos presentes en la vertebración territorial de España, en particular con el objeto de recuperar la normalidad institucional con Cataluña. Además, emprenderemos con el conjunto de las comunidades autónomas y nacionalidades las reformas jurídicas necesarias para mejorar la articulación de nuestro modelo territorial y su financiación».

Desde la Fundación Denaes ya hemos criticado en varias ocasiones el federalismo del PSOE. Que el PSOE sea un partido que en su génesis sea federal y que siga apellidando sus diferentes órganos y delegaciones territoriales como federales, no oculta a nadie que su estructura no difiere en nada de otros partidos que no han tenido dicha génesis. Hay que recordar, sin embargo, que aunque el ámbito del PSOE sea estatal —sinécdoque de nacional—, se abstiene de tener estructura en Cataluña y prefiere dejar su actuación en las provincias de Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona a su socio, el PSC. Dicho socio ya ha ratificado en su Consejo Nacional (sic.) durante el día de ayer, que no acatarán la decisión del Comité Federal del PSOE, aunque hayan participado de ella.

Esperamos que estos últimos acontecimientos sirvan para reforzar las voces que desde dentro del PSOE hablan de replantear sus dependencias con el PSC. El marcado carácter catalanista del PSC ha dado aire en múltiples ocasiones a partidos que hoy son abiertamente partidarios de la secesión, y lo peor, ha bloqueado que el PSOE pueda mantener posiciones menos ambiguas de las que en los últimos años se ha visto obligado a defender.

Sin embargo no hay que poner en el mismo plano la resolución del PSC con las voces que están rogando o anunciando que van a votar al margen de la disciplina de voto que impone su partido. Hay que recordar a sus señorías que si no cabe el mandato imperativo por parte de Javier Fernández, actual presidente de la gestora del PSOE, es precisamente porque los diputados son representantes de la Nación. Es decir, se deben a la Nación en su conjunto, y sólo después a su electorado, a la circunscripción electoral por la que concurría o a su partido. Y esto se aplica a cualquiera que esté sentado en las Cortes Generales. Que el PSOE, entre otros partidos, tenga entre sus normas la disciplina de voto, no impide que el diputado vote lo que le parezca, sólo que lo haga perteneciendo al PSOE, yendo en sus listas &c.

Desde la Fundación Denaes queremos recordar que el debate político pasa por definirse en torno a la Nación. Definirse en torno a la Nación es analizar sus debilidades y fortalezas, su encaje internacional. Demanda estudiar cual ha sido su desarrollo histórico y ver cuáles son sus posibles despliegues en el futuro. No es suficiente contar con proyectos de homologación con los países de nuestro entorno ni dar por supuesto que el actual concierto internacional se va a mantener sine die. El debate público en España está ayuno de cuestiones políticas sustituidas por un teatro partidista. Por ello, si a la vista de sus resultados electorales el PSOE concluye en necesitar una refundación, haría bien en tener como uno de sus nortes la cuestión nacional: pues la Nación Española puede permanecer sin el PSOE, pero el PSOE sin la Nación no.

Fundación para la Defensa de la Nación española